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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Qué se juega con la fórmula de la movilidad jubilat…

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La elección de 2015 no fue entre Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández. Fue entre Alberto Fernández y CFK contra Mauricio Macri y el grupo Clarín, como emblema del establishment argentino, una de las cabezas de la conducción política del poder económico, como explicó en este diario Alfredo Zaiat. Una cabeza desinteresada del bien común, lo mismo que Macri, que fue el presidente que logró catapultar Clarín, holding que en este momento trabaja para encontrarle continuador a Héctor Magnetto para cuando le llegue el momento de la jubilación.

Si hubiera sido la primera opción, los votantes de CFK podrían ahora cuestionar a Alberto Fernández por no avanzar más rápido contra los privilegios intolerables de los más ricos del país y mejorar la distribución del ingreso. Le podrían exigir, por izquierda, por lo menos hasta donde llegó Cristina Fernández en diciembre de 2015. Ahora, ¿alguien le hubiera exigido a Néstor Kirchner que llegara en 2004 adonde llegó Cristina en 2015? O más aún, ¿si hubiera sido votada presidenta el año pasado, alguien le podría pedir a CFK que alcance ya mismo las metas que había conquistado en 2015?

La jubilación mínima cuando Cristina dejó el gobierno en 2015 era equivalente a 436 dólares (4.299 pesos, a un dólar de 9,85 pesos). Era la más alta de América latina. Ese haber descendió a 224 dólares en diciembre de 2019 (14.068 pesos, a un dólar de 62,75 pesos), cuando Cambiemos terminó sus cuatro años de gestión. En el ranking regional cayó al puesto 11, según un relevamiento de la Universidad de Avellaneda. Es decir, con la política económica de Macri, junto a su fórmula de actualización de haberes atada a la inflación, el ingreso mínimo de los jubilados retrocedió 212 dólares, para expresarlo en esa moneda. En poder adquisitivo sufrió una depreciación de 26 puntos, una cuarta parte menos de capacidad de compra para los jubilados.

Los 212 dólares perdidos con Macri representan en la actualidad 18.020 pesos (a un dólar de 85 pesos, sin considerar los impuestos añadidos). Con 18.020 pesos más, la jubilación mínima actual prácticamente se duplicaría, ya que se encuentra en 18.129 pesos. Pasaría a ser de 36.149 pesos.

El sistema jubilatorio no es una isla. No es independiente de la suerte nacional. El haber mínimo no trepó al puesto 1 del ranking regional porque sí, lo mismo que su descenso a la onceava posición tampoco fue porque sí. Esa es la primera definición para encuadrar el debate, necesaria para evitar la confusión que proponen, por ejemplo, desde el grupo Clarín, donde en 2008 cuestionaban la fórmula que permitió elevar los ingresos de los jubilados a su mayor nivel en décadas y ahora utilizan aquella fórmula para atacar la que presentó el Frente de Todos esta semana. Que por cierto no es exactamente igual, y aquella era más generosa con los jubilados, aprobada en un contexto político y económico diferente al actual, con otra relación de fuerzas.

Si bien la economía en 2008 afrontaba la crisis internacional, con epicentro en Estados Unidos, venía de cinco años consecutivos de crecimiento a tasas chinas. Néstor y Cristina Kirchner, además, habían encadenando conquistas para los jubilados desde 2003, y el mecanismo automático de movilidad de los haberes aparecía como una más. La ley, en rigor, había sido exigida por la Corte Suprema en el fallo Badaro, que se opuso a una distribución progresiva del ingreso entre jubilados tras el estallido de 2001. El Poder Ejecutivo respondió a esa instrucción con la fórmula que rigió entre 2009 y 2017.

De esa fórmula, Clarín y legisladores del progresismo decían que era un ajuste a los jubilados que imponía el kirchnerismo en respuesta a la crisis internacional. El PRO hablaba de estafa y votaba en contra en el Congreso. Dos años después, en alianza con las fuerzas que más tarde conformarían Cambiemos, el PRO logró aprobar la ley del 82 por ciento móvil para los jubilados, que Cristina vetó. Curiosamente, al mismo tiempo, la oposición y la prensa dominante acusaban a CFK de populista.

En 2020 se debate una vez más la fórmula de movilidad jubilatoria, pero en condiciones muy diferentes a las de 2008. Por empezar, por la herencia que dejó Macri, con recesión, default e inflación record. Y esto último no es un detalle menor, porque la inflación, una variable descontrolada, era la principal en la fórmula de Cambiemos. Difícil conseguir estabilidad económica y equilibrio fiscal, como proclama la derecha, con el principal componente del gasto público, la seguridad social, asociado a una variable que se mueve como barrilete.

La economía argentina caerá este año como nunca antes, lo mismo que el mundo en cien años y en algunos países más, a causa de la pandemia. El Gobierno respondió a la emergencia con emisión monetaria y toma de financiamiento en pesos en magnitudes impensadas para épocas de normalidad. A la vez, empezó a trabajar en el ordenamiento macroeconómico, para lo cual el arreglo con los acreedores del exterior resultó clave y ahora negocia el capítulo con el FMI. En ese proceso, la nueva movilidad es un avance notorio respecto de la que (no) funcionó en 2018 y 2019.

Por qué

“Cuando el ajuste es mayormente por inflación, desenganchado de los incrementos salariales, los jubilados quedan afuera de los aumentos de productividad de la economía. Imaginemos un escenario ideal con una inflación del 5 por ciento, pero con salarios subiendo por arriba de eso. En el tiempo, la tasa de sustitución de las jubilaciones va cayendo cada vez más. Es una fórmula de ajuste de los haberes de manera estructural”, explica Federico Bobrovsky, abogado y experto en legislación previsional.

Eso si las cosas van bien. Si salen mal, como pasó durante el gobierno de Macri, los jubilados pierden con los saltos inflacionarios y las cuentas fiscales se tensan al máximo cuando hay que pagar lo que no se tiene, como ocurrió en 2019.

“La tasa de sustitución de las jubilaciones que proponía el Banco Mundial en el libro blanco de la seguridad social era del 40 por ciento. Es decir, si un trabajador ganaba 10 mil pesos de sueldo, al jubilarse pasaba a cobrar 4 mil. Eso no le sirve a nadie, pero es adonde estaban las jubilaciones cuando arrancó el gobierno de Néstor Kirchner. Cuando se fue Cristina, la tasa de sustitución había subido al 70 por ciento. Se había logrado un hito muy importante. Teníamos la jubilación mínima más alta de América latina”, continúa Bobrovsky.

“La fórmula de movilidad no puede estar disociada de lo que pasa en la economía real. El proyecto económico de este gobierno es productivista, mercado internista, promueve el empleo formal. Para llegar otra vez a una tasa de sustitución del 70 por ciento hay que hacer un montón de cosas, que son las que hizo Néstor en su gobierno y después profundizó y estructuralizó Cristina. La ley de movilidad jubilatoria fue en 2008. Es decir, pasaron cinco años hasta que se pudo generar un escenario que permitiera tener una fórmula que, en esencia, es la misma que se presenta ahora, con la misma filosofía”, concluye.

El proyecto del Gobierno, en definitiva, es un paso adelante y se prodrá perfeccionar, porque no está pensado como el último.

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