MULTIMEDIOS PRISMA 24

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Las recetas de los economistas mediáticos para el d…

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Resolver la crisis cambiaria es muy sencilla. La receta está al alcance de la mano y es ofrecida por economistas todos los días. En una muestra de atraso ideológico y de debilidad de gestión, el gobierno de Alberto Fernández se niega a llevarla a la práctica. Son líneas de acción tan fáciles de comprender que sólo dogmáticos no las quieren aceptar. Son las siguientes:

1. Bajar el déficit fiscal (de 8,0 al 4,5 por ciento del PIB definido en el Presupuesto 2021 es insuficiente) y para lograrlo se debe reducir el gasto público.

2. Disminuir la emisión monetaria y frenar el financiamiento del Banco Central al Tesoro Nacional.

3. Reducir impuestos y, en esa línea, bajar las retenciones, además de no cobrar impuestos a los muy ricos.

4. Diseñar una reforma laboral.

5. Emitir señales promercado y proinversión privada porque los empresarios salvan a la economía.

Estos puntos se pueden resumir en «Plan económico con consistencia fiscal y monetaria», el cual generará un shock de confianza en los hombres de negocios, solucionará los problemas económicos y, por supuesto, tranquilizará el mercado cambiario.

Ese plan de shock debe estar acompañado con una devaluación para reducir la brecha cambiaria.

Pequeño detalle

Es tan básica y contundente la propuesta que invade con obscenidad el sentido común hasta convertirla en concepción fundamental de la acción de sindicalistas y empresarios.

Existe un pequeño detalle que no es mencionado por esos economistas e ignorado por sus habituales interlocutores que actúan de amplificadores de esas ideas en ámbitos políticos, mediáticos y corporativos: ese plan económico fue desplegado en varias ocasiones con saldo desastroso. Precipitó crisis económicas, sociales, laborales y políticas inmensas.

No han sido los supuestos 70 años de populismo lo que arrojó a la economía al estancamiento y al deterioro sociolaboral, sino esa receta de concentración y generadora de pobres.

Ese plan es un fiasco descomunal en términos teóricos, en la práctica y, en pandemia, un desquicio político.

No es necesario remontarse a la traumática experiencia de la dictadura cívico-militar, con José Alfredo Martínez de Hoz, ni a la de la convertibilidad, con Domingo Cavallo, para encontrar el desastre que genera el plan económico que hoy reclama el establishment.

Es suficiente con un mínimo esfuerzo de memoria de corto plazo para toparse con la catástrofe económica del gobierno de Mauricio Macri aplicando, precisamente, el ajuste fiscal y monetario que un coro de economistas hoy le reclama a Alberto Fernández.

Otro detalle que pasa desapercibido en el debate sobre el dólar es que esos economistas o sus herederos de la city, que tienen la fórmula para enfrentar la crisis, son los mismos que, algunos en la función pública y otros siendo fervientes defensores de esas gestiones y promotores del ajuste, fueron protagonistas de esos tres fracasos estrepitosos en términos del bienestar general y estabilidad macroeconómica.

Vulgar

La tarea que debe enfrentar Alberto Fernández es doble: no sólo debe reparar daños profundos de la herencia macrista, sino que tiene que eludir las fantasías que venden esos economistas, incluso algunos que se promocionan en el interior de la coalición de gobierno.

El desafío no es sencillo puesto que se requiere de firmes convicciones políticas para frenar la embestida del poder económico y sus voceros, que detrás del pedido de un «plan» buscan una devaluación brusca, que sería regresiva por el impacto inflacionario devastador en los ingresos de la población.

El análisis económico local es tan vulgar que ignora por completo que el 90 por ciento de la economía mundial está en recesión. Las políticas fiscal y monetaria expansivas han sido fundamentales para evitar una crisis todavía de mayor envergadura.

Existe un factor central en esta crisis que es ocultado hasta el absurdo: la pandemia. El coronavirus ha desmoronado a casi todas las economías; sólo China crecería este año apenas el 1 por ciento, la variación positiva más baja en los últimos 40 años para la potencia asiática.

No sólo se esconden los impactos negativos de la pandemia, sino que la economía argentina está en una situación relativa peor. La mayoría de los países puede emitir deuda para financiar los paquetes de emergencia para atender empresas, trabajadores y sectores vulnerados. Debido al pesado legado de la administración macrista, el Gobierno no sólo no pudo emitir deuda para financiarse, sino que tuvo que encarar un desgastante proceso de reestructuración de la deuda en default virtual con los más poderosos grupos financieros del mundo.

Anticuarentena = antiemisión monetaria

En el terreno del relato sobre qué hacer en esta crisis, liderado por una fuerza de derecha política y mediática abrumadora, la disputa sobre cómo influir en las expectativas sociales y económicas se encuentra desequilibrada.

La mayoría de los países, además de deuda, pudo emitir su propia moneda sin muchas restricciones. En cambio, la economía argentina lo pudo hacer pero con una intensidad menor, a un ritmo por debajo del promedio de la región y muchísimo menos en relación a países desarrollados.

Pese a ello, las críticas a la expansión monetaria han sido persistentes y la forma de debilitar esa casi exclusiva vía de financiamiento fue señalar que la suba de los dólares Bolsa y blue estuvo motorizada por esa emisión, sin ninguna prueba concluyente que permita respaldar esa sentencia.

Durante meses estuvieron asustando con el fantasma del desborde de precios y hasta de la hiperinflación por la emisión monetaria, situaciones que no se verificaron. Por el contrario, ha habido una caída de 20 puntos de la tasa de inflación interanual con una efectiva administración de precios y además con el control de precios clave: tipo de cambio oficial, tarifas y salarios.

La emisión monetaria fue el salvavidas para empresas, trabajadores y grupos sociales vulnerados.

Cuestionar la expansión monetaria y la consiguiente ampliación del gasto público tiene la misma lógica de quienes han fomentado con éxito la anticuarentena: que se mueran quienes se tengan que morir.

O sea, cuestionar la emisión monetaria que financió los programas IFE y ATP significa en los hechos desproteger económicamente a la mayoría de la población. Esto hubiera significado, en línea con la premisa anticuarentena, que se caigan del sistema quienes se tengan que caer.

A la derecha del FMI

No pocos pueden caer en la tentación de afirmar que pese a la red de emergencia la pobreza aumentó, la desocupación creció y la economía se desmoronó. Las últimas cifras oficiales de esos indicadores reflejan ese deterioro. Ese derrumbe fue provocado por la pandemia. Lo que no se menciona es que el dispositivo de auxilio, diseñado y aplicado en tiempo record, evitó que la caída sea todavía peor.

Quienes minimizan ese efecto amortiguador utilizan el mismo argumento perverso de los anticuarentena, que militaron las flexibilizaciones mintiendo que Argentina tenía la «cuarentena más larga del mundo», y ahora, conseguido el objetivo de la apertura con los consiguientes registros dramáticos de contagios y muertes en el ranking mundial, critican la política sanitaria y de cuidado y dicen que la cuarentena fracasó.

La red de emergencia no pudieron desarticularla pese a que lo han intentado con la prédica contra el gasto público y la emisión monetaria.

Tan a la derecha ha quedado ese discurso económico dominante que el Fondo Monetario Internacional, emblema de la ortodoxia económica, ha quedado a su izquierda. Es una situación impactante teniendo en cuenta la historia del FMI con Argentina. 

El Fondo sigue en el mismo lugar de siempre, defendiendo intereses de las potencias y de sus multinacionales (empresas y bancos), y en el caso específico de Argentina con el objetivo principal de garantizar el repago del inmenso préstamo entregado al gobierno de Macri. Pero en esta crisis global propone líneas de acción en materia fiscal y monetaria que desafía los análisis ramplones de economistas locales.

Salvataje

El último reporte «Perspectivas Económicas. Las Américas. La persistencia de la pandemia nubla la recuperación» del FMI muestra el nivel ridículo del debate que ofrece la mayoría de esos economistas.

Considera que fue fundamental la expansión monetaria y fiscal para salvar a las economías de la región de un derrumbe aún mayor. La caída del PIB latinoamericano se estima en -8,1 por ciento para este año, y en ese ranking Argentina retrocede 11,8 por ciento.

Los técnicos del FMI ofrecen un argumento irrefutable: el efecto macroeconómico de las medidas fiscales en América Latina y el Caribe evitó una caída adicional de 6-7 por ciento en promedio. O sea, sin la expansión monetaria y fiscal, el PIB de la región hubiera retrocedido 14-15 por ciento, y la economía argentina,18-19 por ciento con la consiguiente explosión sociolaboral.

El cuadro adjunto muestra que el gobierno de Alberto Fernández ha destinado recursos equivalentes a 6,73 por ciento del PIB en diferentes programas de asistencia.

Un ejercicio contrafáctico, teniendo en cuenta el impacto dramático que ha tenido la pandemia en términos económicos, sociales y laborales, sería determinar cuál hubiese sido el cuadro general sin esa emisión monetaria para financiar el gasto público de esos programas.

De acuerdo a un trabajo conjunto realizado por los ministerios de Desarrollo Productivo, Economía y de Trabajo, el IFE evitó que entre 2,7 y 4,6 millones cayeran en la pobreza y la indigencia.

El programa ATP, en tanto, fue fundamental para morigerar la reducción del empleo asalariado formal, que cayó 2,7 por ciento entre febrero y junio, muy por debajo del 10,3 por ciento registrado en Brasil y del 15,0 por ciento en Chile en el mismo período para la misma categoría ocupacional.

El informe del FMI afirma que «los países de América Latina y el Caribe desplegaron medidas en varios frentes para mitigar las secuelas inmediatas de la covid-19 en la salud y en el ámbito socioeconómico. Anunciaron un apoyo fiscal equivalente a aproximadamente 8 por ciento del PIB, en promedio».

Para concluir que esas medidas excepcionales fueron «cruciales para apoyar la actividad económica a fin de evitar desaceleraciones económicas aún más fuertes y repercusiones sociales más severas«.

El debate económico local se orienta a cuestionar esas políticas expansivas culpándolas de la inestabilidad cambiaria.

Inconsistencia

El fiscalismo extremo de gran parte de los economistas del establishment es patético porque no pueden mostrar evidencia empírica del beneficio económico de esa obsesión. Aseguran que las crisis locales tienen origen en el desequilibrio fiscal, cuando la dinámica de las debacles exhibe en forma contundente que ha sido por la fragilidad del sector externo.

Otra vez no hay que remontarse a crisis lejanas; la macrista es una muestra traslúcida de esos disparates fiscalistas. En 2018 y 2019, a partir de un recorte brutal del gasto público, en especial en obras públicas y en áreas sensibles como Educación y Salud, el déficit fiscal primario (que no incluye el financiero) se redujo sustancialmente.

¿Qué pasó con la paridad cambiaria en esos años?

La devaluación fue brutal porque el problema no era fiscal, sino del sector externo por la desregulación absoluta de la cuenta capital y el déficit creciente del balance comercial por la apertura importadora.

El monetarismo fanático repite la misma inconsistencia. En esos últimos dos años del gobierno de Macri, el ajuste monetario fue salvaje con el objetivo de cumplir con el mandato «Base monetaria cero». El saldo de ese desvarío teórico y práctico fue desastroso: no sólo no bajó la inflación, sino que la tasa de variación de los precios trepó al 53,8 por ciento en 2019, el índice más elevado desde el estallido de la convertibilidad.

¿Qué pasó con la paridad cambiaria?

El tipo de cambio oficial registró una fortísima suba.

La secta de economistas experta en pronósticos fallidos reclama sin fundamentos el ajuste fiscal y monetario para controlar el dólar. Pero el estrangulamiento fiscal y la política contractiva no explican lo que pasa en el mercado cambiario, y no lo explicaron ni antes ni ahora.

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