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Durante un año fue el trofeo de caza más buscado. El régimen golpista pretendía colocarlo en sus vitrinas. La expresión no es caprichosa. El exministro de Gobierno Arturo Murillo – hoy estaría prófugo en Estados Unidos – se la dedicó a Juan Ramón Quintana: “Vamos a salir de cacería porque ese es un animal que está matando gente en nuestro país”. La acusación se trataba de una fake news. En rigor, el responsable político de decenas de asesinatos en Sacaba y Senkata era el ahora fugitivo de la Justicia boliviana. El hombre al que buscaba, el cerebro de las políticas antimperialistas en los catorce años presidenciales de Evo Morales, se asiló en la embajada de México en La Paz y nunca pudo ser atrapado. Sociólogo y militar – dos formaciones que rara vez van juntas -, sobrevivió a la persecución y posterior asedio a la sede diplomática.
Quintana hoy cuenta esa historia desde su departamento en reconstrucción, que como él mismo dice “no fue incendiado porque está en el tercer piso de un edificio”. Igual se ensañaron con su vivienda. La saquearon. Le arrancaron hasta la puerta de ingreso. Pero lo peor fueron los ataques a su familia. Su madre de 87 años tuvo que escaparse disfrazada en una moto llevada por sus sobrinos. Él mismo salvó su vida por segundos o centímetros. Sus enemigos lo tuvieron al alcance de la mano pero se les escabulló. Después de detallar su odisea, analiza el por qué de semejante ensañamiento.
-Aprovecho por su medio para agradecerle al gobierno mexicano. Mi vida corría muy serio peligro, las patrullas policiales habían cercado la casa en que yo estaba escondido. Aunque mis familiares sufrieron una persecución probablemente mucho más cruel que la mía. Intenté salir hacia la frontera con Perú para incorporarme a mi familia en Cuba, pero me fue imposible. Entonces el único recurso que me quedaba era una embajada y la más accesible que encontré fue la mexicana.
-Después que se asiló, ¿es cierto que detuvieron hasta a su empleada doméstica?
-A Edith, que era nuestra trabajadora del hogar, le pedí más o menos al mes del golpe que se acercara a la casa para que tomara fotografías y pudiera conseguir un carpintero que pusiera la puerta del departamento y cerrarlo. Mientras ella hacia esa actividad, los policías la detuvieron sin orden judicial, la llevaron directamente a las oficinas de la fuerza especial de lucha contra el crimen a tomarle declaraciones, le ofrecieron su libertad a cambio de que aceptara firmar un documento donde se me acusaba que acá en mi casa había armas, me reunía con terroristas y había escondido dinero. Ella se negó a hacerlo porque es una militante cristiana. Por eso detuvieron a su hija para intimidarla y también al marido. Pero no se quebró y entonces la llevaron a la cárcel de mujeres de San Pedro. Ése fue el tamaño de la crueldad, de la bestialidad del régimen de Añez. Han tenido esa cuota de crueldad con que operaron las dictaduras militares en las décadas del 60 y 70.
-¿Por qué usted considera que era el principal blanco de los asilados en la embajada mexicana?
– Por lo que me he enterado, el régimen estaba dispuesto a otorgar los salvoconductos para México solamente con la entrega de mi persona. La cacería yo no creo que haya sido un concepto elaborado por el propio Murillo, se lo transmitieron para describir la dimensión de su misión, de la tarea que tenía respecto a mí y a otros compañeros; en particular a mí. Las razones de esta encomienda que le había asignado, y estoy absolutamente seguro que era así, la embajada norteamericana, se debe fundamentalmente a mi posición antiimperialista explicita, militante y además irreversible. Me formé políticamente en el antiimperialismo. Mis lecturas políticas y teóricas tienen que ver con la lucha, con la resistencia, con la negación a ver a mi país aplastado por un gobierno extranjero del tamaño de los Estados Unidos. Entendí que la historia de mi país estaba preñanda de una intervención humillante y vergonzosa en los últimos setenta, ochenta años y que si queríamos ser una nación libre independiente y soberana, la primera condición era liberarnos de este dominio imperial vertical, secante, que había ocupado prácticamente a la nación no solamente política y territorialmente, la había ocupado culturalmente, ideológicamente.
-¿Su condición de mayor del Ejército hasta 2001, puede haber significado una agravante de la persecución, además de las medidas que tomó el gobierno de Evo Morales contra EE.UU como la expulsión del embajador Philip Goldberg en 2008?
– En mi condición de ex oficial si hay algo que me dolía en el alma, era que mis fuerzas armadas se habían convertido en una fuerza de ocupación colonial desde 1950 en adelante y lo propio con la policía. La suma de las pequeñas victorias que logramos frente a este dominio tan arrogante de los Estados Unidos, fue lo que finalmente determinó que en sus documentos reservados me convirtieran en un peligro potencial para ellos. Y esto puede verificarlo en los primeros documentos de Wikileaks referidos a Bolivia, sobre el primer gabinete de Evo Morales. Inicialmente, ellos en la descripción que hacían de los ministros, me veían como una persona neutral en la relación de EE.UU y Bolivia; pero a medida que pasaba el tiempo los cables que enviaba la embajada respecto a mí, establecían que en realidad era un enemigo, una amenaza.
-¿Cuánto hay de cierto en que se le atribuye ser el hombre más influyente en los gobiernos de Evo?
– La comunión entre su antiimperialismo y el mío, además de que compartíamos una lectura semejante sobre nuestra realidad nacional, hacía que esto se alimentara mutuamente y por lo tanto que esas decisiones se cumplieran casi fielmente. Fueron 14 largos años en que un país como Bolivia, una semicolonia, vivió liberada de la opresión imperial. 14 años de independencia, de soberanía, de dignidad. Cada decisión que tomábamos para liberarnos de la maquinaria injerencista de Estados Unidos no solamente era un alivio político. También le abría las puertas a Bolivia para ser ella misma, para pertenecerse a sí misma, para ser un Estado plurinacional.
-La Escuela militar de Comando Antiimperialista General Torres que crearon en Santa Cruz, ¿fue el último desafío a la influencia de EE.UU?
– Diría que fue el último detonante para reimpulsar el golpe en Bolivia. Su creación, y que llevara el nombre de nuestro ex presidente Torres, un hombre con su componente antiimperialista y al que mató la Triple A en la Argentina en el marco del Plan Cóndor. El hecho de abrir la escuela para las Fuerzas Armadas fue demasiado. Porque ellos sabían que la columna vertebral que podría sostener una reinstalación de su hegemonía en Bolivia eran las FFAA y si teníamos éxito en la escuela antiimperialista para desmantelar esta cultura enajenante de sometimiento a la doctrina de seguridad norteamericana, podría ser irreversible este proceso de transformaciones para el largo plazo. No es nada casual que el golpe del 10 de noviembre del año pasado tuvo como centro de gravedad a las Fuerzas Armadas.
-Usted abandonó el asilo en la embajada y se encontró con otro país y otro mundo. Ganó las elecciones Luis Arce y Donald Trump ya no continuará como presidente de EE.UU. ¿Qué puede cambiar para Latinoamérica y Bolivia en especial el gobierno de Joe Biden?
– Me temo que las cosas se van a modificar de manera relativa para América Latina y por lo tanto para Bolivia. Los Estados Unidos tienen bastantes problemas domésticos que resolver y sus preocupaciones de índole estratégica frente a China, Rusia o Irán van a tener que ser mediadas de una manera distinta. Su relación con el continente va a tener que ser mucho más inteligente y ya no sometida de una manera tan estricta a sus mandatos de ocupación de dominio regional. No solamente a través de la OEA, sino a través de sus embajadas y la política exterior. Yo me temo que va a haber una especie de relajamiento lo cual no significa la renuncia al dominio en América Latina. En Bolivia una intervención norteamericana en este momento se mostraría como algo muy aberrante cuando el país se ha manifestado con un 55 % demoledor en las elecciones. Causarnos daños colaterales con alguna forma de intervención, le costaría políticamente mucho más a Estados Unidos que a Bolivia.
-Hombres claves dentro del MAS como el ex presidente Evo Morales, su vice Álvaro García Linera y usted mismo ya no tienen una función ejecutiva dentro del gobierno. ¿Qué es lo que está dispuesto a aportar? ¿Y desde dónde?
– Yo creo que desde dos ámbitos. Primero el aporte para galvanizar este proceso los próximos cinco años, para fortalecer el instrumento político el MAS y los movimientos sociales para un plazo mucho más largo. Me veo involucrado en la formación política de cuadros jóvenes, en la renovación, en un trabajo mucho más activo para orientar a las nuevas generaciones de compañeros nuestros sobre la capacidad de entender el mundo desde nuestro país, desde nuestra realidad. Sería interesante empezar a reveer las cosas desde nuestra experiencia, nuestros errores y nuestros fracasos, con nuestras luces y nuestras sombras.
-¿En qué cuestiones específicas?
-Quiero que mi objeto de investigación sea el golpe de Estado, que sea un instrumento metodológico de interpretación de la historia de mi país de los últimos 50 años. Es decir, casi como un método de conocimiento, y eso me obliga a investigar y profundizar más la injerencia norteamericana. Quiero que esto sirva para los jóvenes, para que puedan defender este proceso político en Bolivia. Realmente si es que llega el momento, si es que se da la oportunidad de incorporarme a alguna comisión de la verdad, no tanto para dirigirla sino para aportar, y que justamente se encargue del esclarecimiento del golpe, investigaría el conjunto de violaciones sistemáticas durante la última dictadura y el saqueo que hizo en el país desde noviembre 2019 hasta hoy. El golpe va a seguir siendo la herramienta preferida de los EEUU en América Latina para someter a nuestros pueblos. Por lo tanto, tengo la impresión de que al estudiarlos es una manera de defender también nuestras soberanías.
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