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El problema es el dengue, el tapabocas no sirve/sirve, el Covid muere con el calor: errores, dudas y fallidos en 101 días de cuarentena

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El arranque no fue bueno. Aunque ya se había confirmado el primer caso en el país y la pandemia sacudía a varios continentes, el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, hizo a principios de marzo un pronóstico optimista (y a la postre, errado) de lo que sería el avance del coronavirus en la Argentina. Del final, se sabe poco. Por eso, cuando algunos funcionarios (sobre todo porteños) hablan del «último esfuerzo», respecto a la reciente prolongación de la cuarentena, ¿se podría estar incubando un nuevo fallido?

En el medio, hubo para todos los gustos. Tapabocas que no servían, pero al final servían; el pico de la enfermedad que iba a ser en abril…en mayo…en junio; el Covid que era la gripe de los ricos, pero mataba más a los pobres.

Aquí, un resumen de errores y patinadas en 101 días de aislamiento.

¿Coronavirus? No, guarda con el dengue

Fue, como quedó claro, la falla de origen. Tanto el ministro de Salud nacional como el bonaerense, Daniel Gollán, minimizaron el impacto que podría tener la pandemia en el país. “Estoy más intranquilo por el dengue que por el coronavirus”, dijo Ginés a principios de febrero.

Un mes más tarde, reafirmaría sobre el Covid: «Yo estoy relativamente tranquilo a la dimensión que puede tener esto en Argentina». Para entonces, se confirmaban los primeros casos en Argentina. Pero el ministro insistió con el dengue y sumó «el sarampión». Luego, desde el ministerio nacional atribuirían el error de cálculo a información imprecisa que llegaba entonces de la Organización Mundial de Salud.

Como contó este domingo Clarín, también a principios de marzo, Gollán mostraba cierta displicencia: «Por 3 mil muertes por coronavirus en todo el mundo estaríamos ante una situación muy pequeña«, afirmaba. Su viraje fue ostensible: ahora es un pro cuarentena acérrimo.

El virus muere a los 26 grados

Como un modo de defender a su ministro de Salud, Alberto Fernández confesó en marzo que él también esperaba la llegada del virus más para el invierno. «Es un virus que muere a los 26 grados, acá estamos en un escenario donde la temperatura promedio ronda los 30, se hacía muy difícil pensar que sobreviva». 

Enseguida, el sitio Chequeado retrucó: «La OMS sostiene que el virus se puede transmitir en todas las áreas climáticas y que el Coronavirus es demasiado nuevo para que sepamos cómo un clima más cálido podría afectar la transmisibilidad».

El pico llega en abril…mayo…junio

El debate topográfico y cronológico sobre lo peor de la pandemia fue (es) de lo más oscilante. Y aquí participaron funcionarios de todas las administraciones y también infectólogos «oficiales» (los asesores del Presidente) y mediáticos, más virólogos y hasta matemáticos. 

Abril y mayo tendrán el pico máximo y luego irá descendiendo. La curva dependerá de las medidas tomadas y del comportamiento social”, dijo a mediados de marzo el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós. Hasta mediados de mayo, los casos en la Ciudad se contaban de a decenas. Ahora se acercan a mil.

A medida que pasaron las semanas y los contagios confirmados siguieron en alza, empezó a hablarse de junio como el pico; aunque ahora, acaso curados por los pronósticos pifiados, algunos expertos admitieron que no saben muy bien cuándo llegará lo peor. 

El tapabocas no sirve / el tapabocas sirve

Las idas y vueltas con el uso del tapabocas se dieron sobre todo en la Ciudad. Pero también involucraron al ministerio de Salud de la Nación. En realidad, hubo dos debates en uno. Primero, por un tema de escasez, los funcionarios desaconsejaron el uso de barbijos quirúrgicos en la gente común, para que estos puedan ser utilizados básicamente por médicos y enfermeros. 

Luego, vino el debate con los tapabocas. Que tuvo tres pasos en la Ciudad: primero se cuestionó su eficiencia y se los descartó; luego, se puso la obligación de usarlo para el personal esencial y para ingresar a negocios o transporte público; y luego, en parte por el buen resultado que habían mostrado en algunos países, se decidió establecer su obligatoriedad para todos los que salgan a la calle. Es una de las normas que más se cumple.

Es la «gripe de los chetos»

Cuando recién empezaban a conocerse los casos en la Argentina, el ministro de seguridad de Santa Fe, Marcelo Saín, hizo la infeliz definición sobre una pandemia que, está claro, afecta a todas las clases sociales por su manera de diseminarse y porque no hay vacuna.

El funcionario buscó bajar línea ideológica porque, para entonces, los contagios se explicaban por los argentinos que habían viajado al exterior. Un simplificación más bien pobre: los viajes al extranjero hace tiempo dejaron de ser un lujo de «chetos» y no sólo se reducen a temas de ocio a lugares exclusivos de veraneo.

Mata más a los pobres

Luego, el que entraría en el debate de clases sería el jefe de Gabinete de la Nación, Santiago Cafiero. «El coronavirus es democrático para infectarse, para expandirse, pero es profundamente clasista cuando hay que contar las muertes», dijo a fines de mayo el funcionario.

El problema es que usó ejemplos de países que no son aplicables a la Argentina. Más bien lo contrario: el índice de letalidad aquí en los barrios vulnerables de la Ciudad, por ejemplo, oscila el 1%, cerca de la mitad que el promedio de todo el distrito. Básicamente porque se contagian jóvenes y el principal factor de riesgo es la edad avanzada.

El problema es el transporte público Ciudad-Provincia

Otro de los debates más fuertes y que generó cruces políticos entre funcionarios de ambas administraciones. Las primeras piedras volaron desde la Provincia, cuando desde el gobernador Axel Kicillof hasta los intendentes del PJ, pasando por el mencionado Gollán y el ministro Sergio Berni, acusaron a sus pares porteños de permitir demasiadas aperturas y disparar los contagios.

La principal teoría era que los trabajadores del Conurbano que iban a Capital en transporte público se contagiaban en la Ciudad y llevaban al regreso el virus a sus casas. Dos datos (como mínimo) ponen en duda esta hipótesis: por un lado, el uso del transporte público en el AMBA se mantuvo estable en varias semanas y sin embargo los casos se dispararon; por el otro, el grueso de los viajes en el área metropolitana se da dentro del conurbano, sin cruzar la General Paz

El problema son los runners porteños

Otra discusión que consumió semanas y terminó con una prohibición sin justificación clara desde lo sanitario. El permiso para salir a caminar o correr en los parques porteños fue una de las diferenciaciones centrales entre Kicillof y Larreta. Y la primera foto jugó en contra del jefe de Gobierno: cientos de vecinos amontonados, sobre todo en la zona de Palermo, mientras se exigían fuertes restricciones en otros lugares y momentos del día.

Sin embargo, el tema luego se ordenó y, básicamente, no se comprobó una suba de casos de coronavirus relacionada con este permiso. Pero la presión fue más fuerte y Larreta terminó cediendo: para la nueva etapa, podrán seguir saliendo los perros pero no los runners.

El problema central, aquí, es que no hay un diagnóstico claro de cómo y dónde se contagia exactamente la gente. ¿En el trabajo? ¿En el transporte? ¿En reuniones sociales fuera de la norma? Ante la falta de certezas y con el virus circulando en la comunidad, se optó por el camino más corto: volver a una cuarentena más dura.

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