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Al menos 22 millones de personas perdieron su trabajo en Estados Unidos en apenas un mes. La preocupante cifra se desprende de la cantidad de estadounidenses que pidieron un subsidio de desempleo en Estados Unidos en las últimas cuatro semanas. El aluvión de despidos se extiende por todo el país y ataca a distintos sectores de la economía. Se estima que los retrasos en la tramitación de la ayuda económica provoquen nuevos picos en las cifras de las próximas semanas. Analistas creen que el índice de desempleo se podría acercar al 17 por ciento, casi el doble del registrado en octubre de 2009 luego de la crisis financiera. Mientras tanto, el presidente Donald Trump mantiene reuniones con expertos y líderes republicanos para preparar su plan de relanzamiento de la mayor economía del mundo, paralizada por la pandemia de Covid-19. Los demócratas en cambio exigen mayores alivios financieros para los trabajadores, duramente castigados por la crisis. El país alcanzó los 653.825 casos positivos de Covid-19, y el número de muertos ascendió a 30.998, según las estadísticas de la Universidad Johns Hopkins.
En concreto, el Departamento de Trabajo informó que más de 5,2 millones de personas solicitaron el subsidio la semana pasada. «No hay ningún lugar donde esconderse», dijo Diane Swonk, economista de la auditora privada Grant Thornton en Chicago. «Esta es la recesión más profunda, más rápida y más amplia que hemos visto», agregó en diálogo con The New York Times. Las duras cifras muestran que el desplome económico se extiende más allá de los sectores de hotelería, turismo, restaurantes y comercio minorista, los más afectados en el comienzo de la cuarentena.
Juli Hunt recibió su primer cheque de seguro de desempleo el martes, aproximadamente un mes después de haber sido despedida. La empresa de construcción para la que trabajaba estaba teniendo uno de sus mejores años hasta que el Covid-19 puso a la industria patas para arriba. «Tan pronto como estalló la pandemia, la compañía despidió a 20 personas», dijo Hunt al diario The Guardian. A pesar de todo Hunt, que vive en las afueras de Sacramento, California, con sus tres hijos y su esposo, confia con esperanza que «esto pronto pasará».
Sin embargo, no hay un solo indicador económico que resulte favorable para el país. El consumo, que representa dos tercios del PBI de Estados Unidos, registra una fuerte caída con ventas minoristas en una baja del 8,7 por ciento en marzo. La construcción de nuevas viviendas cayó en el mismo mes, con una reducción del 22,3 por ciento respecto a febrero, según el Departamento de Comercio. Esta caída no tiene precedentes desde marzo de 1984.
Los cierres de fábricas también golpearon a la economía. La actividad manufacturera en la región de Filadelfia, un parámetro clave para el sector industrial, cayó en marzo a su nivel más bajo en 40 años, según datos de la Fed (Reserva Federal).
En este contexto, el índice de desempleo en Estados Unidos se podría aproximar al 17 por ciento, muy por encima del máximo de 10 por ciento registrado en octubre de 2009, tres meses después del fin de la Gran Recesión. El desempleo creció en el país del 3,5 por ciento en febrero al 4,4 por ciento en marzo, pero los expertos apuntan que el indicador se disparará en abril a medida que se vaya acumulando el impacto negativo de la pandemia.
El desafío de reabrir la economía
Frente a un panorama sombrío, el presidente Donald Trump y los republicanos en el Congreso exigen la reanudación de las actividades económicas en el país. Argumentan que una paralización prolongada, aún con el propósito de proteger la salud pública, podría causar más daños a largo plazo al país que la epidemia misma. «Vamos a abrir los estados, algunos estados mucho antes que otros», afirmó el presidente estadounidense el miércoles, asomando la posibilidad de que en algunos casos el relanzamiento económico empiece antes del primero de mayo.
Cuando ya se confirmaron más de 653 mil casos de Covid-19 y casi 31 mil muertes en todo el país, los gobernadores intentan controlar cuándo y cómo se retornará a la actividad económica en sus jurisdicciones, y los demócratas en el Congreso buscan más alivios financieros para los trabajadores, incluyendo a los inmigrantes indocumentados, severamente castigados por la crisis.
El Congreso aprobó y luego el presidente promulgó en marzo un primer conjunto de medidas destinadas a sostener a la economía en tiempos de pandemia. El paquete incluía 2.300 millones de dólares en subsidios, donaciones, créditos, treguas impositivas y otras medidas bajo las cuales millones de personas en Estados Unidos comenzaron a recibir pagos directos.
Pero en el Congreso continúa la batalla en torno a alcanzar estímulos adicionales que amparen a quienes encaran una pérdida prolongada de sus empleos, e incluso quienes teniendo empleo están afectados por reducciones de horarios y recortes de sueldos.
Muchos gobernadores y expertos en salud son además cautelosos respecto a una posible reapertura económica. Si las condiciones comerciales vuelven a la normalidad demasiado rápido creen que podría propagarse una segunda ola de infecciones de alcances inestimables.
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