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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Así fue la lucha de Russo contra el cáncer

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Se dio cuenta al ver su orina, de casualidad, en un restaurante de Bogotá, donde dirigía a Millonarios. Normalmente, Miguel Russo orinaba como orina el 99% de los hombres: mirando el techo, a la pared, pensando en nada. Pero ese día, no. Ese día se lo ocurrió bajar la mirada. El color era distinto. Extraño, oscuro. Mucho más oscuro que la última vez. Enseguida supo que algo andaba mal. No tenía síntomas. No tenía dolores. Tenía cáncer.

Nunca nadie se explicó por qué existen enfermedades tan injustas y dolorosas. Tampoco quiso saberlo Miguel. Miguel se aferró a lo que más quería, a aquéllos que siempre tuvo al lado. A su mujer Mónica, a sus hijos Natalia e Ignacio y a su nieto Pedro. A su ayudante Hugo Gottardi y al Profe Cinquetti. Y tuvo fe en Dios, sobre todo. Mucha fe en Dios. Lo operaron dos veces a Miguel. Una en 2017 y otra en 2018. Jamás bajó los brazos. Ni siquiera cuando una bacteria intrahospitalaria le provocó una infección urinaria y lo hizo tutearse con la muerte cuando todo parecía había pasado.

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Carlos Castro es médico. Nació en Colombia, pero tiene familia y parte de su corazón en la Argentina. Su papá, Jaime, fue un bostero “furibundo” que alguna vez, allá por los años 50, soñó con fundar el Club Atlético Boca Juniors de Cali. Carlos Castro mira los partidos de Boca a la distancia y se emociona y grita los goles y canta las canciones como si estuviese en la tribuna. Parece un hincha más, pero no lo es. Es el oncólogo que le salvó la vida a Miguel.

-¿Cómo fue el primer encuentro con Russo?

-Miguel llegó a mi consultorio por recomendación de Enrique Camacho, el presidente de Millonarios. Con Enrique fuimos juntos a la escuela y él se comunicó conmigo para ponerme al tanto de la situación. Con Miguel logramos una muy buena empatía. La relación médico-paciente siempre es importante y más a la hora de combatir este tipo de enfermedades. A partir de ese momento, todo fue aprendizaje. Miguel nos dio una lección de coraje, fe y aprecio por la vida.

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-¿Cuán grave llegó a ser la enfermedad?

Él tuvo un cáncer complicado en la vejiga, y al momento de la cirugía le detectaron otro pequeño cáncer en la próstata. Pero su mayor problema fue de vejiga. Afortunadamente, la tecnología ha avanzado mucho y hoy existen métodos muy eficaces para tratar un cáncer avanzado como el que afectó a Miguel. La inmunoterapia (NdeR: tratamiento que estimula las defensas naturales del cuerpo para combatir enfermedades como el cáncer) es una herramienta que nos permite a los oncólogos combatir cierta clase de tumores. Cuando funciona, produce resultados sorprendentes. Eso hace diez años no existía. Las cosas han cambiado para bien. Miguel se ha beneficiado por los adelantos de la ciencia.

-¿Cuánto influye la energía positiva del paciente en el resultado del tratamiento?

Miguel, en Colombia.

Miguel, en Colombia.

-Es difícil de cuantificar, pero sin lugar a dudas es de vital importancia. Es muy saludable que haya gente con su energía. Él nos dejó muchas enseñanzas en nuestras trayectorias oncológicas, por sus ganas de vivir. Para muchos ésta es una batalla perdida antes de combatir. Miguel, en cambio, siempre fue muy fuerte. Lo empujaba su señora, su familia, sus amigos. Tiene muy buenos amigos. Eso sí: no creo que en aquel tiempo imaginara que Boca lo iba a llamar y tampoco que lo iba a sacar campeón en el primer intento. Pero es todo mérito de él, de su equipo técnico, de los futbolistas y de ese jugador número 12 que es la hinchada. Cada vez que Miguel sale a la cancha y escucha el grito de “Boca, Boca”, eso vale por varias sesiones de quimioterapia. Eso lo ayuda a mantenerse vivo.

-Cuando usted lo trató, Miguel no sólo dirigía a Millonarios, sino que además estaba por salir campeón ahí en Colombia.

-Exactamente. Por eso, cuando debíamos empezar la quimioterapia, le sugerí que le iba va a tocar pedirse una licencia, sobre todo por los efectos secundarios que produce el tratamiento. Y él me respondió: “Ni lo sueñe. Tengo un compromiso con el club, con la hinchada y conmigo mismo”. Y así fue: sólo se ausentó en algunos partidos.

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-Y salió campeón, nomás.

Él generó algo pocas veces visto en Bogotá: los hinchas de Millonarios y del DIM, rivales de toda la vida, se unieron en una sola voz de apoyo y en aplausos para Miguel, porque les enseñó a todos cómo deben afrontarse los problemas. Él dijo una frase que aquí tomamos como ejemplo para acompañar a los enfermos de cáncer: “El amor todo lo puede”. Él decía siempre que el amor había sido la fórmula mágica para superar la enfermedad.

Miguel fue campeón con Millonarios.

Miguel fue campeón con Millonarios.

-Luego Miguel se operó en la Argentina.

-Claro. Él fue intervenido en el Hospital Italiano de Buenos Aires. La cirugía en sí salió perfecta, pero durante el tiempo que estuvo hospitalizado se contaminó con una bacteria que es muy compleja y que es muy resistente a muchos antibióticos. Eso fue lo que realmente complicó los meses posteriores. Levantaba mucha fiebre, pasaba muchos días internado y cuando parecía que salía, volvía a caer. Fue algo que nadie tenía en sus presupuestos, pero Miguel con paciencia y tenacidad logró ganar esa batalla. Un día se preguntó: “Si no me mató el cáncer, ¿me va a matar una bacteria, algo que ni alcanzo a ver?”. Y ahí está, hecho un campeón.

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-¿Siguen en contacto?

-Miguel terminó su contrato con Millonarios, regresó a Buenos Aires y al poco tiempo recaló en Alianza de Perú. Allí creo que tuvo una recaída, pero hoy en día tenemos tratamientos modernos que han permitido que su enfermedad esté controlada. No puedo decir que hablemos con mucha frecuencia, sí hemos cruzado llamados y me ha contactado para recomendarme a algún amigo. Creo que no ha venido por Colombia. Si vino y no me llamó, deberá darme explicaciones, ja. En el verano llamé a su mujer, que estaba de Punta del Este de vacaciones. Le consulté dónde estaba Miguel. Y me dijo: “Regresó a Boca. El fútbol es su esposa, su amante, su confidente, su todo”.

Miguel Russo junto a su hijo, difrutando de la vida.

Miguel Russo junto a su hijo, difrutando de la vida.

Lo peor ya pasó para Miguel, que a los 64 años aprendió que nunca hay que subestimar los controles médicos y mucho menos a esta edad. Y que en estos casos no hay que preocuparse, sino ocuparse y tomar las cosas con tranquilidad. Leyó innumerable cantidad de artículos acerca de su enfermedad y descubrió que, cuanto más sabía, mejor se sentía. Nunca le tuvo miedo al quirófano, sino al día después. Llamó a personas que habían pasado por lo mismo para conocer sus experiencias y saber lo que le esperaba. Una de esas personas fue su ídolo, Joan Manuel Serrat, a quien recibió en Rosario. “Yo me operé hace 14 años, en la época de las cavernas. Ahora es otra historia: vas a estar bien”, lo consoló el cantautor español. Sin embargo, todo cambió con la bacteria. Cuando ese organismo microscópico se lo quiso llevar. Tan joven, con tantas ganas de vivir. Ahí Miguel la pasó feo de verdad. Apagó el celular y quiso quedarse solo. Hasta que un día dijo basta. En todo ese proceso también fue importante el doctor Castro, que estuvo siempre a disposición para el entrenador.

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-¿Cómo lo ve hoy a la distancia?

-Por lo que sé y me entero, Miguel está muy bien. Y sigue enseñando con su ejemplo de vida. Él está convencido de que en la vida se alimenta de sueños y él tiene la capacidad de convertirlos en realidad. Es un maestro de la vida, del coraje y de la valentía. Y de ese deseo de no vivir por vivir, sino por demostrar que nada es imposible cuando las cosas se hacen con pasión. Cada uno tiene sueños diferentes, ojalá todos los afrontamos con el mismo entusiasmo y la misma vehemencia que Miguel, un ejemplo viviente. Digo más: así como sacó campeón al Boca, algún día dirigirá a la Selección Argentina y también la sacará campeona. Aquí, en la vida de un colombiano, dejó una marca indeleble.

Miguel celebró el título junto a su nieto, Pedro.

Miguel celebró el título junto a su nieto, Pedro.

Castro habla de “el Boca” con el mismo amor que habla de Miguel. El Xeneize también es parte de su vida. Y por eso se puso más que contento cuando el equipo de Russo le sacó el título a River en la última fecha. “Con Miguel he compartido tantas horas de charla, hemos hablado de tantos temas, que seguramente le he contado de mi amor por el Boca. Fui su confidente íntimo durante mucho tiempo, pasábamos largas tardes hablando, así que probablemente lo sepa”, rememora. Y consulta si a través de Olé, Russo no podrá hacerle llegar una camiseta para decorar el consultorio. “Todavía tiene mucho para dar”, dice el doctor, aunque sabe que el partido más importante, Miguel ya lo ganó.

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