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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Pare de sufrir, Oso querido

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Tranquilamente se puede caer en la tentación de bajarle el precio a la goleada de River hablando de la modestia del rival. Basta, viejo. Si llegó a jugar la Copa Libertadores, este equipo peruano de Binacional algo tendrá para ofrecer y un poco de eso se vio en el buen partido que le hizo a la Liga de Quito –misma Liga que nos clavó tres en Ecuador- en la primera fecha del reinicio de la Copa.

Como sea, River fue a Lima a hacer lo que mejor sabe: plantarse. Juego, variantes, intentos, presión alta, paredes, seriedad, esfuerzo y compromiso… “Es un equipazo”, me escribió por Whatsapp a los seis minutos de partido mi compañero de Olé Martín Blotto, un gaucho que entiende mucho de esto. Y tiene razón, eso es River. Un equipazo que nunca va a arriar la bandera de la intensidad.

Lo que se mostró en San Pablo una semana atrás fue ratificado por completo. Los goles fueron llegando en un primer tiempo en el que lo único que faltó fue un poquito más de precisión en el pase final. Casi 73% de posesión, 11 tiros al arco, tres goles, uno de ellos de Julián Alvarez, la apuesta del Muñeco que otra vez rindió.

El saludo de dos que convirtieron en la noche de Lima: Matías Suárez y Julián Alvarez. Foto: AFP

El saludo de dos que convirtieron en la noche de Lima: Matías Suárez y Julián Alvarez. Foto: AFP

¿Se podía pedir más? Sí, que Nacho Fernández entrara en juego. Y eso ocurrió. El cerebro del equipo mejoró respecto de lo que hizo en el Morumbí, y para nosotros esa sensación es como la de respirar aire puro en una montaña. En la medida que Nachito acaricie la pelota, las cosas serán fáciles para todo el equipo.

En el segundo tiempo llegamos sin parar y erramos muchos goles. Muchos. Y un par de veces, producto de la voracidad para seguir apuntando hacia el arco rival, pareció que en defensa quedaron un poquito mal parados. Igual la sensación era que todos estábamos pensando más en que entrara Pratto para que se cruzara de brazos antes que en otra cosa.

Hasta que luego de 481 días de yeta total el momento llegó, y por duplicado. El 9 clavó un rebote y se sacó de encima una cruz tan grande que, hasta medio fastidiado, ni siquiera festejó como en Madrid. En el segundo sí, se le vieron los dientes en una sonrisa que es la que esperábamos todos. No importa, ya está, desenojate Oso querido, no sufras más, te necesitamos al palo y contento para lo que viene.

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