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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Otra votación clave por Venezuela en la OEA: expectativas por la postura argentina.

Del discurso pronunciado el martes último por el canciller Felipe Solá en el comienzo de la 50° Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) se desprenden varias cuestiones. La primera es que Argentina va a votar otra vez en disidencia con la mayoría este miércoles respecto a dos resoluciones clave del organismo. Una que alerta sobre el proceso electoral en Venezuela y otra sobre Nicaragua. La expectativa a esta hora es cómo se va a expresar el Gobierno: si va a votar directamente en contra o se abstendrá como viene haciéndolo desde que asumió en diciembre pasado, en disconformidad con el voto de otros como Estados Unidos y todo el Grupo de Lima.

Tras reiterar que el Gobierno votó dos veces a favor del informe de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos en la ONU, Michele Bachelet -que dio cuenta de miles de vejaciones del régimen de Maduro-, el canciller Solá increpó al secretario general de la OEA, Luis Almagro. Le dijo a los miembros del organismo en asamblea virtual -él desde la Cancillería- que el organismo debía jugar u papel de «contención, mediación» de garante de la «pacificación», pero «nunca juez o gendarme político», como señalan en el Gobierno en «off» que es Almagro.

El Gobierno de Alberto Fernández mantiene una fuerte pulseada contra el ex canciller uruguayo -el martes lo criticó por Bolivia-, cuya reelección no apoyaron. En Buenos Aires lo acusan de «cumplir instrucciones» de Estados Unidos. El Gobierno no apoya sus resoluciones y este martes Solá lo acusó a él y a un grupo de países -entre ellos Brasil, Colombia y Chile- de «no» ser «incluidos en los proyectos respecto a Venezuela y Nicaragua que se tratarán en esta Asamblea».

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante un acto la semana pasada en Caracas. Foto EFE

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante un acto la semana pasada en Caracas. Foto EFE

Se quejó de que «está ocurriendo desde hace unos años que es la división de nuestra América Latina basada exclusivamente en que piensa cada país sobre Venezuela». Por otra parte afirmó que los bloqueos y sanciones -como los que se mantienen contra Cuba y Venezuela – golpean a los «más pobres» y sólo logran «endurecer los corazones» de a quien están dirigidos los castigos.

Una de las resoluciones apunta a señalar «la falta de condiciones democráticas mínimas para garantizar unas elecciones» legislativas libres y transparentes en Venezuela tal como las quiere imponer el régimen de Nicolás Maduro para el 6 de diciembre. El texto es apoyado por Brasil, por el gobierno provisional saliente Bolivia, Canadá, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Perú, Estados Unidos, Uruguay y curiosamente Venezuela -cuyo delegado en la OEA representa al Parlamento de mayoría opositora que lidera Juan Guaidó-.

La otra resolución, que también está promovida por Estados Unidos, busca incrementar la presión a Nicaragua para que reforme su sistema electoral. El régimen de Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo mantiene cercada a la oposición y aplican una fuerte represión.

Juan Guaidó, uno de los líderes de la oposición en Venezuela, con el presidente de EE.UU., Donald Trump, en febrero. Foto EFE

Juan Guaidó, uno de los líderes de la oposición en Venezuela, con el presidente de EE.UU., Donald Trump, en febrero. Foto EFE

Al decir que «no fueron incluidos» en las resoluciones, Solá fue entre metafórico y realista, porque lo que se entiende es que la OEA está liderada en sus decisiones por una mayoría anti Maduro y anti Ortega, la que mantiene el Grupo de Lima. La semana pasada el Gobierno pegó un primer faltazo a la reunión de este foro que Estados Unidos apoya pero no integra.

El Grupo de Lima tiene fuerte sintonía con Almagro. Y aunque es parte de lo mismo que el actual Gobierno argentino apoyó en la ONU -presionar a Venezuela por sus violaciones a lo derechos humanos- nunca acompañó sus comunicados. Más aún, el Gobierno apoya las elecciones que busca imponer Maduro, o al menos lo apoyaba hasta la semana pasada.

Desde el triunfo de Luis Arce el domingo último en Bolivia impera un clima festivo en el Gobierno argentino, que varios diarios extranjeros reflejaron como el impulso que vuelve a cobrar la izquierda con Bolivia, Argentina y México. En el kirchnerismo confían también que el «correísmo» vuelva al poder en Ecuador, y el socialismo a Chile.

 

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