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Argentina parecería transitar a contramano del mundo con el lanzamiento del Plan Gas y, sin embargo, sucede todo lo contrario. Se adelanta a un escenario internacional donde nuevamente los combustibles fósiles volverán a ser determinantes como recurso para garantizar las posibilidades de crecimiento y desarrollo. Las señales en contrario que dispara la Unión Europea, anunciando el cambio de su estrategia orientándose a las energías renovables mientras abandonaría paulatinamente la explotación de los hidrocarburos, carecerían de sustento y constituirían en realidad un intento a las apuradas de las petroleras del viejo continente para responder a una coyuntura negativa, explican algunos expertos. Por el contrario, Argentina privilegia la meta de autoabastecimiento frente a un un horizonte en el que las energías renovables aún están lejos de poder demostrar que puedan sustituir a los combustibles fósiles.
El informe sectorial que este viernes presentó el Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys), que dirige Víctor Bronstein, da cuenta de que, debido a la pandemia, las cinco petroleras más grande de occidente han perdido
activos por más de US$ 70 mil millones, la mayor caída en al menos una década. El colapso de
los mercados inducido por la pandemia ha obligado a las empresas a reducir los pronósticos de
crecimiento y a reducir los planes de perforación.
Pero la respuesta de las empresas europeas difiere de la que han dado las grandes petroleras estadounidenses. Si bien todas han replanteado sus programas de inversión, hay dos miradas opuestas. Las grandes petroleras europeas utilizaron la crisis de 2020 para
orientar su modelo de negocio con un giro hacia las energías renovables. BP (ex British Petroleum) incluso se
comprometió a reducir la producción de petróleo y gas con el tiempo.
Los gigantes estadounidenses han reducido drásticamente los planes de
inversión. Exxon redujo su presupuesto en un tercio, US$ 10 mil millones este año,
y el gasto será significativamente menor que los pronósticos previos a la pandemia hasta 2025.
Chevron hizo recortes similares, y aunque no ha brindado orientación a largo plazo, su CEO
Mike Wirth ha dicho que se guiará por una estricta disciplina financiera. Desde ambas firmas se asegura que ven poca ventaja competitiva para pelear la oferta de energías renovables y se apegan a los combustibles fósiles tradicionales en sus estrategias a largo plazo.
En este marco de crisis internacional, revisión de estrategias de grandes petroleras y reducción de inversiones, Argentina lanza el Plan Gas con el que busca recuperar el autoabastecimiento en combustibles fósiles en pocos años, con un aporte fundamental de inversiones extranjeras. Paradójico, y aparentemente en contradicción con la tendencia mundial. Sin embargo, el gobierno jugó esa carta en el momento que la situación argentina más lo requiere y desafiando las mencionadas condiciones del mercado, apostando a una estrategia que recupere una política petrolera nacional que el macrismo desmanteló.
El gobierno de Cambiemos dejó a la promisoria formación de Vaca Muerta con las inversiones paradas, gran cantidad de equipos de perforación fuera de actividad y con el peligroso antecedente de haber lanzado un plan de subsidio al precio del gas tan irreal que incumplió a menos de un año de haberlo puesto en marcha. El tan mentado «clima de inversiones», muy del gusto de las clases dirigenciales empresarias más neoliberales, fue precisamente lo que Macri destruyó.
Como queda dicho, el clima se puso bastante difícil para atraer inversión extranjera al sector petrolero. Pero había que poner en marcha Vaca Muerta y, también, devolverle a YPF (otra víctima de las políticas energéticas macristas) una actitud de liderazgo que había perdido. Pero, parafraseando al presidente Alberto Fernández aunque hablando de otros actores y otras circunstancias, «Sin YPF no se puede, pero con YPF sola no alcanza».
Aunque no todas las condiciones internacionales se presentaron adversas. Luego de la caída del precio del petróleo en 2019 a un pozo sin precedentes a nivel internacional –el gobierno anterior no presentó herramientas para resolver el conflicto, y casi que abandonó anticipadamente el tema considerándose una administración en retirada, dejándole el problema a quien llegara–, este año se asiste a una recuperación del barril de crudo que ya lo ubica en el orden de los 50 dólares. La producción de crudo de Vaca Muerta vuelve a ser rentable a esos valores.
El precio internacional del gas se mantuvo en un rango de dos dólares a 2,50 por millón de btu, fundamentalmente por la todavía escasa demanda internacional. El Plan Gas Plus de Macri le había otorgado un subsidio exagerado a las empresas en 2018, con un precio de 7 dólares el primer año, que se pagaría sobre la producción excedente. En el segundo y tercer año, el precio debía pasar a 6,50 y 6 dólares por millón de btu, pero ya no se pagó en 2019 por imposición del FMI (se negó a avalar el salto en el déficit público que provocaba) y ante la resistencia social a que esos mayores valores del gas se trasladaran a las tarifas (del consumo de gas domiciliario y también de la electricidad, por las usinas térmicas que se alimentan de ese combustible).
El nuevo Plan Gas le ofreció a la producción en su primera licitación en Vaca Muerta un precio de u$s 3,70, superior al precio internacional pero muy inferior al ofrecido en años anteriores. Un buen punto de partida, si se tiene en cuenta el necesario equilibrio que las nuevas autoridades de la secretaría de Energía, encabezadas por Darío Martínez, tendrán que hacer entre la necesidad de retribuir a la producción para que se incremente, no subir demasiado el costo de las tarifas a los usuarios (familias, comercios e industrias, principalmente) y no cargar tampoco exageradamente la mochila de los subsidios (que compensan las diferencias entre costos del suministro y las tarifas).
En lo inmediato, aseguran desde el gobierno que es «impracticable» salir de la dolarización del precio que se paga al productor. Un objetivo que las autoridades no resignan a mediano plazo. Por lo cual, en el corto plazo, la presión sobre el dólar también pesa sobre las tarifas.
El panorama es complicado, admiten los especialistas, pero el gobierno empezó a mover las fichas y «lo hizo en el sentido correcto», también señalan. Las grandes multinacionales mundiales advierten que «vamos a desinvertir», cuando Argentina «va a necesitar muchísimas inversión extranjera para poder desarrollar sus recursos energéticos». Y frente a una postura más selectiva de las multinacionales, Argentina se apuró a presentar su menú para las inversiones, buscando reconquistar un lugar entre los destinos «elegibles», un lugar que Macri dilapidó. Ahí está el mérito de la decisión.
La primera respuesta a la convocatoria en Vaca Muerta provino principalmente de empresas bajo control de gestión local. Las grandes multinacionales tienen a Argentina todavía «en estudio». Las próximas convocatorias podrían tener una participación más relevantes de firmas extranjeras de peso o con tradición en la zona. Además, en ese futuro no tan lejano surgirán también las ofertas de inversión en otras cuencas (no sólo la neuquina) e incluso en áreas offshore de la plataforma marítima para extracción de crudo convencional. Para alcanzar las metas de producción y autoabastecimiento en petróleo y gas, «sin el shale no se puede, pero con el shale solo no alcanza».
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