MULTIMEDIOS PRISMA 24

IDENTIDAD EN COMUNICACION

La toma del Palacio, el principio del fin de Somoza…

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22 de agosto de 1978. En esa época convivíamos en una barriada popular, sobre una calle de tierra, alejada del centro de Panamá, con varios militantes del Frente Sandinista, entre ellos, el comandante Alejandro Guevara y Nubia, su pareja. Calle 19 de Río Abajo.

El nombre de Edén Pastora había circulado en las sobremesas cuando compartíamos algún puchero argentino o el bajo, un hervido popular de Nicaragua. Pastora había sido preso político de la dictadura somocista y al salir en libertad se había exiliado en Costa Rica, donde se dedicaba a la pesca de tiburones.

Según Alejandro, era valiente, un hombre de acción, que se molestaba con las discusiones políticas. Al parecer, la primera vez que el Frente lo contactó, Pastora se mostró escéptico, se había desentendido de todo. No quería que le hablaran de Nicaragua. Como haya sido, tras su incorporación se convirtió en un jefe militar importante. Y la idea de la operación de toma del Palacio había sido suya desde antes de caer prisionero de la dictadura y antes de su incorporación al FSLN.

Desde los días previos se notaba en el aire que el sector de los terceristas del Frente preparaba una acción importante. Hubo llamados del comandante Germán Pomares, el Danto, con preguntas de las que yo no entendía el significado. Había movimientos en la casa de Ramiro Contreras, un médico hermano del comandante Marcos, Eduardo Contreras, el primer comandante Cero que había tomado la casa del embajador de Pinochet en Managua, el Chema Castillo, para intercambiarlo por prisioneros políticos.

Hasta que la radio y la televisión empezaron a repetir la noticia. Un comando del Frente Sandinista había ocupado por sorpresa el Palacio Nacional en Managua mientras sesionaba el Congreso. Los guerrilleros habían tomado como rehenes a los congresistas somocistas y se habían atrincherado en el edificio que ya había sido rodeado por las tropas de la Guardia Nacional de Anastasio Somoza. El jefe de los atacantes era el Comandante Cero, Edén Pastora.

Los nica que estaban en la casa explotaron en festejos y después todos nos metimos de cabeza en las noticias para saber detalles. El hecho era un golpe durísimo a la dictadura, pero estaban en una situación difícil. El somocismo estaba tan desacreditado que la acción fue vista con simpatía en casi todo el mundo. Y en Estados Unidos, James Carter presionaba a Somoza por los derechos humanos.

Se conocieron las demandas del Frente: pedían la liberación de presos y desaparecidos, el pago de 8 millones de dólares en Panamá, Cuba y México y que se facilitara su salida con ómnibus y aviones. El general Omar Torrijos, desde Panamá y el presidente Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, inmediatamente pusieron dos aviones Hércules y expresaron su predisposición de aceptar en sus países a los presos liberados y a los guerrilleros.

Las negociaciones se extendieron durante dos días de tires y aflojes. Dentro del Palacio había alrededor de tres mil personas que fueron saliendo a medida que avanzaban las conversaciones. El comando guerrillero tenía 25 combatientes. Al Frente solamente le interesaban los legisladores somocistas. Oficialmente, la operación se llamaba “Muerte al somocismo”, pero Pastora le decía “Operación Chanchera”, porque así llamaba al Congreso de la dictadura.

Los hermanos Guevara seguían con mucha expectativa y ansiedad las alternativas de la negociación, porque al pedir la libertad de presos y desaparecidos, el Frente había presentado una lista con varios desaparecidos, entre los que estaba Walter Guevara, el hermano que había caído prisionero en el ataque al cuartel de San Carlos. Esa había sido la primera acción de importancia del Frente en mucho tiempo y los combatientes eran todos campesinos de la isla de Solentiname.

Alejandro, Myriam, Iván y Ramón Guevara, así como su madre creían que podía estar vivo, aunque la dictadura no lo reconociera, y al ver su nombre en esa lista, aumentó la esperanza del reencuentro.

Fue impresionante cuando terminaron las negociaciones y los guerrilleros salieron para subir a los ómnibus que los llevarían al aeropuerto. La gente los vitoreaba, los quería tocar, saludar. Una victoria tremenda del Frente. Pero al mismo tiempo, los Guevara tomaron conciencia de que el hermano no estaba entre los liberados y seguía desaparecido.

El día que llegaban al viejo aeropuerto de Tocumen, en Panamá, íbamos a recibirlos con los nica. Además, de los Guevara, en la terraza del aeropuerto estaban el Danto y Ernesto Cardenal. Me había salido una entrevista de trabajo y no la podía postergar. Llegué tarde. Pero hubo llantos y abrazos y festejos en todo el planeta. Todo el mundo festejó esa operación en la que no hubo derramamiento de sangre y que marcaba el principio del fin de Somoza.

Eso fue Pastora en ese momento. Después hubo divisiones, enfrentamientos, reencuentros y oposiciones que nunca entendí del todo y que viví de lejos, pero que me dolían porque había sido una hermosa revolución. Pastora no era un cuadro político, sino un cuadro militar y con poca formación política. Siempre dijo que, incluso cuando había marchado a la contra, lo había hecho de acuerdo con el comandante Humberto Ortega. Pero nunca quedó claro. Su vida fue una gran aventura. Ahora, en medio de los rumores sobre su internación y hasta su muerte, esa vida corre peligro ante un enemigo inesperado e invisible, el mismo que tenemos en Argentina.

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