La mentira se acabó – Olé

Qué es un mito. Para la Real Academia Española es alguna de estas acepciones: “una narración maravillosa situada fuera de tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino” o una “persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene”.

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Más allá de una buena acústica producto de su tipo de construcción, el mito de la Bombonera -esa fábula tan bien explotada por la inteligencia extraordinaria de Alberto J. Armando y, más cerca, en los ’90, por los genios del marketing de la marca que hasta hace pocos meses vestía al actual campeón del fútbol argentino y subcampeón de la Copa Libertadores 2018- es precisamente eso, un mito. Una cancha en la que se gana y se pierde como en tantas otras.

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Ese “mito”, en el que los resultados y datos estadísticos no demuestran lo que pregona el relato, incluye ejemplos archi conocidos. La Selección Argentina perdiendo allí el último partido de la eliminatoria del Mundial ’70 ante Perú, lo que terminó en la peor humillación de la historia de la Albiceleste; o también ante Perú, en la agonía de la eliminatoria de 2017 que terminó en un 0 a 0 tibio como el ambiente que se vivió esa noche. Menos recordadas e invisibilizadas por el humo del “mito que late”, figuran 12 finales de Libertadores, Intercontinentales y Recopas, entre otras, en las que el dueño de casa no logró vencer a su rival de turno, incluyendo una –la más famosa de la historia del futbol- en la que le hicieron un electrizante gol sacando del medio.

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Primero es aconsejable pensar en armar un buen equipo para las Eliminatorias. Segundo, ser cuidadoso al declarar sobre estos temas. Y tercero, recordar, por las dudas, que la Selección jugó la inmensa mayoría de los partidos de su historia en el Monumental, con un abrumador porcentaje de puntos a favor. Todos ellos fueron batallas tremendas, por los porotos, nada de amistosos para Unicef. En ese césped además se logró la hazaña de clasificar en México ’86 ante Perú gracias al empuje que la gente le metió al equipo de Bilardo. Y antes, también allí, salimos campeones del Mundo en 1978 por primera vez ante los ojos del todo el Planeta.

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Scaloni tiene todo el derecho de elegir la cancha que quiera para jugar, eso no se discute. Quizás en sus charlas con Claudio Tapia, el “Chiqui”, presidente de la AFA, hombre íntima y emocionalmente ligado a Barracas Central por sobre cualquier otro club, haya escuchado cantos de sirenas. Quizás se deje convencer. Quizás lo hayan pedido los jugadores. Quizás se decidan a ir a otros estadios de provincias argentinas para que la fiesta se federalice, lo que sería un gesto justo. Pero por favor que se termine la pavada del calor de esas tribunas. Esa mentira se acabó, es una falacia que destruyeron los hechos y los números, entre otros los que indican que River ganó más y perdió menos en el Monumental que Boca como anfitrión en su estadio. Y los referidos a la Selección ni hablar…