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La lección de Vicentin | Opinión

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La experiencia del caso Vicentin puede ser muy aleccionadora. Si se analiza con profundidad, podría dejar mucha experiencia para definir futuras politicas públicas en materia de comercio exterior. Cómo se fue transformando una empresa nacional en un importante holding agroindustrial exportador, para finalmente volcar y terminar en un espectacular vaciamiento, es un hecho que requiere análisis y explicación. Es lo que hace el impecable trabajo de dos investigadores que, por encargo del Banco de la Nación Argentina, realizaron un primer informe sobre «la evolución reciente del grupo Vicentin en relación a la fuga de capitales y los precios de transferencia». 

Se trata, nada menos, que del principal flanco débil de la economía argentina de los últimos 45 años. Con la instalación del modelo neoliberal que llegó con la dictadura de Videla y Martínez de Hoz, la Argentina ahondó su dependencia externa y profundizó sus crisis recurrentes motivadas en desequilibrios en su balanza de divisas. Las exportaciones, principalmente las que salen por el río Paraná, son la clave para empezar a entender cómo y cuándo el Estado empezó a perder el control del juego. 

El minucioso trabajo de Alejandro Gaggero y Gustavo García Zanotti tiene, entre otras virtudes, la de explicar la interrelación entre conceptos como fuga de capitales, precios de transferencia, sobreendeudamiento, desnacionalización de empresas y pérdidas de control (liberalización) de las liquidaciones en el comercio exterior. Vicentin es casi un compendio de «todo lo que puede salir mal» cuando se aflojan los resortes.

La probable estafa al Banco Nación podría ser el disparador de una reparación histórica. Es la que abrió la puerta a la investigación del caso Vicentín. Una puerta que, comprensiblemente, haya quienes quieran cerrarla de cualquier modo. Y no sólo los integrantes del clan familiar de la empresa nacida en el norte de Santa Fe en 1929.

El anuncio del gobierno nacional de la decisión de intervenir la empresa Vicentin, acompañada de la intención declamada de expropiar posteriormente la empresa, puso en guardia al sector más concentrado del agronegocio. Si hay alguna similitud con la experiencia del año 2008 y «la batalla por las retenciones» es que, ahora como entonces, el aparato de las corporaciones volvió a demostrar reflejos para lograr que sus intereses aparezcan como los intereses o la opinión mayoritaria.

Un reflejo de ello es cómo presentó la Universidad Austral (del grupo Pérez Companc) las conclusiones de su encuesta sobre «expectativas de los productores» del mes de junio. «Cayó la confianza de los productores y el caso Vicentin profundiza la negatividad», tituló el 7 de julio su comunicado sobre el índice de confianza elaborado por su Centro de Agronegocios y Alimentos. «Los productores vislumbran un impacto negativo en sus propios negocios agropecuarios por la posibilidad de intervenciones que terminen afectando la dinámica y transparencia del mercado. Un 60% respondió que espera que esto termine impactando en forma negativa o muy negativa en su negocio», resume el informe.

Esta y otras expresiones que dominaron los medios en esas semanas de junio fueron las que, sin dudas, pesaron sobre el ánimo del presidente de la Nación, más la opinión de algun asesor, que lo llevaron a decir esta última semana: «miro para atrás y veo que me equivoqué en Vicentin, pensé que iban a salir a festejar y no pasó, empezaron a acusarme de cosas horribles». 

La «dinámica y transparencia del mercado» que podía afectar la intervención a Vicentin, es la de un grupo empresario que dijo que cayó en un estrés financiero por una sobreexpansión, por haber invertido mucho en activos fijos para sostener su ritmo de crecimiento y se sobreendeudó para ello. Hacía falta un estudio como el que acaba de publicar el Banco Nación para poder tener una respuesta lapidaria: nada de eso es cierto. Nada. 

No hubo un crecimiento excesivo de activos fijos. Hubo vaciamiento. Hubo desempoderamiento de Vicentin SAIC, para empoderar a las empresas que se fueron constituyendo y fortaleciendo en Uruguay durante los últimos cuatro años, fundamentalmente Vicentin Family Group, convertida en nave insignia «muletto» del holding en reemplazo de Vicentin SAIC. 

No hubo una apuesta a expandirse y a crecer, porque los 300 millones de dólares que Vicentin recibió del Banco Nación en el último año para prefinanciación de exportaciones no fueron utilizados para pagarle a los productores, que terminaron amontonados en la deuda que se llevaría al proceso de convocatoria, mientras los directivos de Vicentin sacaban los saldos en dólares que dejaba el pago de las exportaciones en sus cuentas en el Banco Nación. Retiros que eran aprobados por una conducción manejada por Javier González Fraga, ya que se trataba de fondos de la «cuenta garantía» de un cliente que ya, desde agosto, revestía carácter de moroso. 

Esa es la transparencia que defienden quienes nunca van a salir a festejar que el Estado ponga orden en semejante estropicio.

El capítulo titulado «Las transformaciones en la estructura corporativa: el vaciamiento de Vicentin SAIC y el fortalecimiento de Vicentin Family Group» del informe citado explica mucho sobre este proceso. Y es bueno que lo consulten quienes deban opinar y decidir sobre estas cuestiones. Porque no es sólo Vicentin el problema. No es la única empresa que cuenta con puertos propios sobre el Paraná, por obra y gracia de una dictadura que consideró que «lo eficiente» es que los privados se adueñen hasta de un espacio de control fiscal (y nunca modificado posteriormente). Tampoco es la única que triangula operaciones vendiendo sus productos a una filial propia, para después vender desde ese paso intermedio al destino final, sin que se le controlen los precios de transferencia en estas operaciones. Ni es la única con sociedades y cuentas offshore.

Lo más deseable sería que a partir de esta experiencia, y estas investigaciones, se resuelvan políticas de fondo que le devuelvan al Estado el rol de ordenador y planificador de las políticas de exportación, involucrándose además en la distribución de los resultados. Lo menos deseable sería «una salida alternativa» que suponga «el rescate» de la compañía para ponerla en manos de los mismos que provocaron esta situación. 

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