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Brasil tiene 210 millones de habitantes, Estados Unidos tiene 328 millones, o sea que entre los dos suman 538 millones de personas. Jair Bolsonaro ganó la presidencia en 2018 con 57,8 millones de votos, el 55,1 por ciento. Donald Trump llegó a la Casa Blanca en 2016 con 63 millones de votos, el 46,1 por ciento y tres millones menos que Hillary Clinton, otro resultado absurdo del colegio electoral.
La pandemia expone que en los dos países más grandes del hemisferio hay jefes de Estado que tienen severos deficiencias mentales, que han costado muchas vidas. En los últimos días, hay fuerzas políticas reaccionando ante el vacío de liderazgo en la peor crisis mundial desde el fin de Segunda Guerra Mundial.
Al frente de esta reacción están los gobernadores, veintisiete en Brasil que mandaron a su gente a aislarse, en rebeldía contra la política bolsonarista del business as usual. Los militares, que de alguna manera llevaron a Bolsonaro al poder, están mostrando su impaciencia y apoyan a los gobernadores. En Brasilia se habla de que el presidente es una figura decorativa, con el manejo del día a día en manos militares.
En Estados Unidos se formaron dos bloques de gobernadores, uno en cada costa, representando diez estados y 111 millones de habitantes, la tercera parte del total. Estos gobernadores avisaron que son ellos los que van a decidir cómo y cuándo sus ciudadanos van a volver a la normalidad después de la cuarentena en desafío abierto a Trump. El presidente siempre habla de la vuelta a la normalidad en el corto plazo y se puso combativo diciendo que él es el único que puede decidir porque tiene la “autoridad total”.
Los estados han tenido que aguantar solos la pandemia y se quejan de falta de insumos. Jared Kushner, yerno de Trump y encargado de uno de los grupos de tareas contra la covid-19, dijo hace una semana que las reservas federales de esos insumos “son nuestros, no de los estados”. Eso enfureció a varios gobernadores, como la gobernadora de Michigan, que dijo que el gobierno nacional no está ayudando a su estado. Trump le contestó que “una retardada mental”.
Los gobernadores dicen que tienen que entrar en subastas para comprar estos insumos –estado contra estado – y a veces el gobierno nacional arremete y toma control de esos materiales. Un funcionario estatal contó que su gobernador mandó a la policía al aeropuerto cuando llegó una partida para que el gobierno nacional no se la robara.
A medida que la crisis avanza, más queda en claro que Trump y Bolsonaro tienen severos problemas mentales.
Bolsonaro hizo un paseo por las calles de Brasilia durante el fin de semana de Pascua, dándole la mano a la gente y entrando a una panadería para comprar facturas, todo en contra de la ley de cuarentena que rige en el capital. Sigue negando la pandemia aunque los muertos y afectados se multipliquen.
Trump, con su personalidad narcisista y sociópata, termina dividiendo el país, pisoteando derechos básicos y constitucionales, y sobrepasando los modales mínimos. Se jacta de que su liderazgo durante este crisis “vale un diez” cuando todo indica que reaccionó muy tarde, pasó dos meses despreciando hasta informes de sus propios equipos, y llamando al coronavirus un engaño.
La ultima idiotez que hizo Trump fue anunciar que va a dejar de financiar a la OMS, o sea no va a pagar sus aportes hasta se haga una auditoria de “la mala actuación de la OMS durante toda la pandemia, especialmente cómo favorecieron a China”. Aquí mostró la misma paranoia que tiene con la Organización Mundial de Comercio, a quien también acusa de favorecer a los chinos. Los datos de los que siguen el comercio mundial muestran que, en las ultimas dos décadas, las veinte veces que la OMC tuvo que mediar en demandas donde EEUU acusaba a China de prácticas desleales, resolvió siempre a favor de EEUU.
Quitarle fondos a la OMS en el medio de la peor crisis sanitaria del siglo es una locura, pero Trump culpa a otros –gobernadores, demócratas, Obama, China, los mexicanos, los médicos, los científicos– para esconder su propia responsabilidad en llevar la covid-19 a niveles que no se ven en ningún otro país del mundo.
Hay 538 millones de personas atrapadas por las enfermedades mentales de Bolsonaro y Trump. Quizás los que los votaron pensarán dos veces antes de elegir lideres tan destructivos la próxima vez. La cuestión es si es demasiado tarde y el daño ya está hecho.
El autor es productor regional de la cadena ABC
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