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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Juanfer sorprendió a otro fanático que se hizo un tatuaje suyo

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Es una contorsión futbolera precisa. Una obra que empatiza perfectamente con la corriente prerrafaelita británica: une realismo y excelencia técnica. Talento colombiano retratado por la lente primero y pintado, después. Y posteriormente, tatuado. Ese Juan Fernando Quintero auténtico, a punto de domar la pelota con la cara externa de su zurda, casi cacheteándola, no sólo forma parte de la pinacoteca riverplatense: ahora también del brazo de Lucas, de 25 años y tan fanático de la banda como del volante que cambió la historia de la final de la Libertadores más importante de todos los tiempos.

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«El tatuaje me lo comencé a hacer hace un mes. Tengo la manga completa de River, pero lo primero que quería tatuarme era a Juanfer», le cuenta a Olé el joven de La Matanza que se sorprendió cuando en su cuenta de Instagram recibió un mensaje de uno de sus ídolos, quien también había reposteado la foto de su tattoo. «Gracias a vos, papá. Bendiciones. Gracias. Dañaste la piel, amigo», le escribió Quintero desde Medellín, adonde está disfrutando de sus últimas horas antes de volar a la Argentina en chárter el jueves. Mensaje similar al que le había dedicado a otro hincha por un tatuaje de Madrid.

El mensaje de Instagram que prueba la gratitud del 10.

El mensaje de Instagram que prueba la gratitud del 10.

«No lo podía creer. Quedé en shock. Primero pensé que se trataba de algún perfil trucho. Pero después caí que era él…», cuenta Lucas, todavía sorprendido, reconociendo que «mis amigos de Boca dicen que tuve suerte». Entre esos hinchas de Boca está Elías, su compinche del barrio. Y no se trata de un bostero más, pues él tuvo la difícil tarea de dibujar a Juanfer, el verdugo de Madrid, demostrando que su profesionalismo es directamente proporcional a su cariño por Lucas. “No le importó ser hincha de otro cuadro, es un amigo”, reconoce el hombre que guarda devoción por River y que estuvo cinco horas y media con el brazo quieto para que los trazos fueran perfectos. Para que la imagen que tanto quería tener impresa fuera tan real como ese salto de Quintero en pleno Monumental, dominando la pelota en plena Copa Libertadores y luciendo la camiseta número 8 que quedaría en el recuerdo.

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Una edición internacional que se cerraría acaso con su propia obra maestra en movimiento: un control, un remate, un arquero suspendido en el aire sin nada que hacer y un trofeo deseado en alto. Un remate que, como esa foto que hoy ya es parte de la humanidad de Lucas, pinta para quedar en la eternidad.

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