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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Jody Williams: «Nos preocupa pensar que las armas a…

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Su libro autobiográfico, «My name is Jody Williams», fue traducido al español con el particular título de «La hippie que llegó a ser Nobel de la Paz». A la ganadora del prestigioso premio en 1997 por su militancia contra el uso de minas antipersonales no le molesta esa definición. Al contrario, la reivindica: «Si ser hippie quiere decir ser una activista informal e incapaz de decir palabras bonitas solamente para caerle bien a otros, entonces sí, soy una hippie».

Jody Williams nació el 9 de octubre de 1959 en Brattleboro, pequeño pueblo del estado de Vermont, Estados Unidos. Se formó en Relaciones Internacionales, pero las mejores experiencias las vivió en su recorrida como voluntaria por países de América Central. A horas de llegar al país para participar de la «Campaña para Detener a los Robots Asesinos», Williams dialogó con Página/12. A lo largo de la entrevista, revela la importancia de la guerra de Vietnam en la elección de su vida militante, manifiesta su rechazo hacia el presidente Donald Trump y remarca la importancia de que el movimiento feminista siga creciendo a nivel mundial.

En su autobiografía de 2013, usted dice que la religión ocupó un lugar importante en su vida.

– Mi abuela maternal nació en Italia y crecí en una casa católica y sí, eso fue una parte importante de mi infancia y de mi juventud. Pero la iglesia no podía o no quería contestar preguntas difíciles y siempre decía que teníamos que aceptar cosas inexplicables por fe. Yo no creo en esa idea de fe. No acepté no tener respuestas a mis preguntas. Soy espiritual, pero no creo en el Dios de la iglesia.

¿La guerra de Vietnam significó un quiebre a la hora de elegir su vocación?

– Mi experiencia con Vietnam fue algo que me abrió los ojos en cuanto a la historia de los Estados Unidos. Aprendí que el país no es un país pacífico, sino uno de lo más intervencionistas en la historia. Vietnam me dio ganas de intentar buscar un camino para influir en la política externa del país.

– Usted trabajó en distintos países de Centroamérica como voluntaria. ¿Cómo recuerda esa experiencia? 

– Allí aprendí lo que es ser activista. Entendí que el trabajo avanza por nosotros, no por mí. O sea, una persona solita no cambia el mundo para beneficio de todos. Para lograr eso, es necesario trabajar con otros con la misma visión y determinación de hacer de la visión una realidad. Después
de mi labor humanitaria en la región, empecé a trabajar en la campaña antiminas.

La llevo al momento en que usted recibió el Nobel en 1997 por su lucha contra las minas antipersonales y las bombas de racimo. ¿Cómo se enteró que había ganado?

– Estaba con mi novio (ahora esposo) Steve Goose y mi familia en Vermont. Steve y yo nos conocimos en la campaña antiminas. El nueve de octubre es mi cumpleaños y habíamos ido a Vermont para festejarlo. El diez de octubre hacen el anuncio del Nobel de la Paz. ¡Fue un regalo inesperado! Y me costó procesarlo, porque sigo siendo introvertida por naturaleza.

– Ha sido muy crítica del Premio Nobel de la Paz otorgado a Barack Obama en 2009. ¿Cómo se explica que haya recibido ese premio?

– Obama mismo sabía y sabe que no merecía ese premio. No hizo más que sentarse a esperar un mundo sin armas nucleares, pero luego procedió a modernizarlas. Una total hipocresía. Creo que el Comité del Nobel estaba tan feliz de ver algo diferente de George W. Bush en el poder, que se dejó llevar. Pero no se dieron cuenta de que iban en la dirección equivocada.

– Usted se unió a otras mujeres ganadoras del Premio Nobel, entre ellas la guatemalteca Rigoberta Menchú, para trabajar por la paz. ¿Cómo surgió la idea?

– En 2005, nos dimos cuenta de que eramos varias mujeres que habíamos conquistado el Nobel de la Paz. Entonces decidimos juntarnos y usar la influencia y poder del Nobel para apoyar a organizaciones de mujeres en zonas de conflicto. Trabajamos para hacer un mundo con paz sostenible, y ya llevamos casi quince años de trabajo exitoso.

– El feminismo como movimiento no para de crecer en el mundo. ¿Cuáles son los principales desafíos que observa en la actualidad?

– Lamentablemente, los desafíos siguen siendo esencialmente los mismos en todo el mundo. Los hombres controlan la mayor parte del poder, y parecen creer que el poder es de alguna manera finito. Y si las mujeres tienen algún poder, eso significará que los hombres tendrán menos poder. Es un razonamiento absurdo.

– En Argentina existe una fuerte campaña para que el Congreso apruebe el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. ¿Está a favor del derecho a abortar?

– Absolutamente. Las mujeres debemos tener control sobre las decisiones que nos afectan. Eso quiere decir control sobre nuestros cuerpos, nuestro dinero, nuestras vidas. Yo no voy a obligar a otra mujer a tener un aborto. Pero al mismo tiempo, no quiero que otra gente me diga que no puedo tomar esa decisión. Me indigna que los hombres crean que tienen ese derecho.

– El año electoral arrancó con fuerza en Estados Unidos. Usted nació en Vermont, estado por el cual Bernie Sanders es senador. ¿Le genera alguna esperanza su precandidatura demócrata?

– En este momento es el líder del espacio demócrata. Sinceramente, mi esperanza más grande es vivir la derrota de Trump en las elecciones de noviembre.

– ¿Pero cree que Trump puede ser vencido en las presidenciales del próximo tres de noviembre?

– Siempre ha tenido presunciones de ser un rey. Con los resultados del impeachment en el Senado parece que de veras cree que es el rey. Creo que puede ser vencido, pero también creo que puede ganar y si es horrible hoy, no puedo imaginarlo si ganara en noviembre.

– Sus críticas hacia el presidente parecen ir en línea con lo que llama «excepcionalismo estadounidense».

– Todo el mundo ya sabe que los gringos se creen los dueños del mundo y eso proviene de la creencia de que el país y su gente, los blancos obviamente, son excepcionales en el mundo. Por eso, todo lo que hace Estados Unidos contribuye al bienestar de todo el mundo, incluso cuando el mundo no se da cuenta de eso…

Este miércoles 26 de febrero a partir de las 10:30 horas, en el Auditorio del Centro Cultural de la Ciencia, Williams brindará una conferencia en Buenos Aires como parte de la Campaña para Detener a los Robots Asesinos junto a la directora de la división Armas de Human Rights Watch, Mary Wareham, la ingeniera de software, Laura Nolan, la investigadora del CONICET, Vanina Martínez, y la Coordinadora de la Red de Seguridad Humana en Latinoamérica y el Caribe, María Pía Devoto.

– ¿Cómo podría explicarle a los habitantes de la región, no habituados a ese tipo de discusiones, cuál es la importancia de frenar la actividad de estos robots asesinos?

– Desde la Campaña nos preocupa pensar que las armas autónomas decidirían quién vive y quién muere, sin intervención humana, algo que cruza los límites morales. El mundo ya es lo suficientemente peligroso. No necesitamos una tercera revolución en los métodos de hacer una guerra. Y menos cuando serían guerras impredecibles, ya que los seres humanos quedarían fuera de decidir quién vive y quién muere. Sería un desarrollo completamente asqueroso.

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