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En una continuidad del diálogo que inició el presidente Alberto Fernández con los que manejan el poder económico, el ministro de Economía, Martín Guzmán, invitó a su mesa chica a la entidad empresaria más dura con el oficialismo: en una reunión que se prolongó por algo menos de dos horas, el funcionario recibió a los popes de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) -en la que reinan el Grupo Clarín, Techint y Arcor-, y jugó fuerte en un mano a mano con la crema del establishment.
Hace unos días, el propio Guzmán pidió la reunión y hasta exigió que sea presencial para todos los ceos. Un careo «sin nada de Zoom». En paralelo, y como una especie de garante de un diálogo franco y sin operaciones posteriores, convocó al jesuita Rodrigo Zarazaga, un religioso interesado por la política y de buen vínculo con el Círculo Rojo, que ya había articulado aquel primer contacto de Guzmán con empresarios, en el mes de abril. El ministro aprendió, en su ya consolidado tour de expertisse político, que lo que se habla y se acuerda, no siempre se comunica respetando los hechos.
En el mitin, Guzmán se sumergió en un estanque con tiburones, una experiencia con resultados buenos. «No sabemos si este es un país que quiere ser capitalista o no», disparó Federico Braun, titular de la cadena de supermercados La Anónima promediando el encuentro. «Es más, ni siquiera sabemos si hay propiedad privada», se le plegó Héctor Magnetto, el ceo del Grupo Clarín, uno de los que albergó el lanzamiento presidencial de Fernández en un evento en el Malba y que ya juega de opositor duro. Guzmán reaccionó rápido: «Héctor, vos sabes que hay propiedad privada, hablemos en serio», le respondió en su tono clásico, sin estridencias pero con contundencia.
Fue ése uno de los pocos cruces picantes que, de todos modos y según contaron a Página I12 empresarios presentes, fueron dentro de un diálogo correcto. El otro enfrentamiento del día también fue con Magnetto, quien deslizó que el problema de Argentina es político y, sin decirlo, puso en dudo el comando del timón del Ejecutivo. «Hay que entender, Héctor, que la que eligió es la gente y seguirá siendo así, y hay que ser respetuoso», contraatacó el ministro.
«Lo vimos más duro, más estabilizado en su cargo, se nos plantó bien», apuntó a este diario otro de los que tomaron café cerca de la oficina de Guzmán en Hacienda. El desembarco de AEA tuvo la ausencia de Luis Pagani, de Arcor, por temas personales, pero contó con un pelotón de líderes que mueven los hilos y también influyen en exportaciones, mercado cambiario y actividad. Entre ellos, Alfredo Coto (Supermercados Coto), Carlos Miguens (Grupo Miguens), Alberto Grimoldi (Grimoldi), Enrique Cristofani (Santander) y María Luisa Macchiavello (Droguería del Sud).
Miguens, el ex Quilmes que es dueño de generadoras eléctricas como El Chocón y Central Puerto, fue otro de los que planteó alguna queja. Le explicó al ministro que tiene que comprar dólar en la Bolsa para pagar importaciones y que está defaulteando la deuda afuera. Guzmán comprendió el planteo pero les aclaró que si los dejaba tomar deuda en pesos se iban a querer ir todos al dólar.
El resto de la agenda de la reunión fue más amable: AEA respaldó a Guzmán como hombre clave para cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario, se comprometió de algún modo a seguir en la mesa de negociación, y se quejó de los temas históricos que preocupan a los ceos. Impuestos, costos y ajuste. En este último punto, le festejaron a Guzmán la decisión de cortar la dependencia del Tesoro de los adelantos del Banco Central.
Las lecturas del evento fueron múltples y, muy a pesar de la intención de Guzmán, hubo mensajes operados sobre el encuentro de parte del sector privado. La mayoría le apunta a los delfines de Paolo Rocca, que vendieron una mesa de guerra en la que establishment habría impuesto condiciones. Una foto alejada del clima real de camaradería, planteos y diálogo.
En el Gobierno, ante la consulta de este diario, consideraron que la mesa de Guzmán es parte de una apertura del juego del Presidente a un ministro de Economía que se hizo fuerte tras una semana de calma cambiaria, y que comprende que la fortaleza en el cargo va más allá de las medidas necesarias pero circunstanciales. Precisa de mano política, respaldos hacia adentro de la alianza y gestos firmes para los núcleos de poder. También, aclararon, lee el encuentro con el pedido de un acuerdo nacional que hizo, por carta, la vicepresidenta Cristina Fernández.
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