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Gran Bretaña, al borde de una salida caótica | El d…

 

Desde Londres

La estrategia británica de salida de la cuarentena marcha a todo vapor y al mismo tiempo hace agua. El llamado “big bang” comienza el sábado 4 de julio con la reapertura de restaurantes, pubs, hoteles, peluquerías, museos, galerías de arte, cines y la reducción de la distancia social de dos metros a uno, entre otros cambios a las reglas de interacción en la pandemia. Las escenas de anarquía callejera, celebraciones multitudinarias y choques con la policía de los últimos días muestran los riesgos sanitarios y sociales de esta estrategia.

En una nota para el tabloide de más tirada, el amarillísimo “The Sun”, la jefa de la policía metropolitana Cresida Dick, pintó un panorama de virtual anomia. “Lo que estamos viendo es una violación masiva de las regulaciones sanitarias y de la ley. La policía es blanco de una violencia deplorable. Hay una ola de calor, mucha gente está bebiendo de más y poniéndose agresivos. Mi mensaje a los responsables de desmanes es que habrá consecuencias”, escribió Dick.

La policía inglesa se prepara para un “verano de descontento” (summer of discontent) con diversos focos de desobediencia social. Este peligro se hizo evidente durante la semana con la invasión multitudinaria de las playas en el sur de la Inglaterra, la celebración callejera en Liverpool que ganó su primer campeonato en treinta años y la violenta respuesta a los intentos de disolver “raves” ilegales en Londres y otros puntos del país.

En una de las playas más populares, Bournemouth, la policía no pudo hacer mucho el miércoles y jueves para evitar las aglomeraciones de gente dispuesta a disfrutar del sol y del mar sin mascarillas ni distancia social. En Liverpool y en los raves de Londres, hubo decenas de arrestos y varios policías heridos.

A la ola de calor, al alcohol y el hartazgo con el aislamiento, el gobierno le añadió su propia invitación al caos con un mensaje cada vez más confuso y contradictorio. El martes el primer ministro Boris Johnson anunció con bombos y platillos el fin de la “hibernación”, instó a los británicos a “salir a divertirse” y se alegró de que hubiera “claras señales de que estaba volviendo el bullicio” a las calles de Inglaterra. El viernes, a la luz de la masiva desobediencia playera, señaló que la gente se estaba “tomando demasiadas licencias” y que era “crucial que entendieran que había que abordar el 4 de julio de una manera equilibrada”.

Esta ambigüedad lo expuso a críticas de todos los frentes. En Gales, el primer ministro Mark Drakeford, señaló que el gobierno de Boris Johnson estaba actuando como si se hubiera superado la amenaza del coronavirus. “El mensaje es que ya se terminó, ahora podemos volver a hacer las cosas como antes». Y no es así. Acá en Gales seguiremos avanzando paso a paso”, dijo Drakeford.

Gales no está sola en su rechazo al «Big Bang»: Escocia e Irlanda del Norte también adoptaron una estrategia gradualista de salida de la cuarentena.

Entre los críticos más duros de la actual política está la policía. “Así como está planteado, nos encontramos ante la cuenta regresiva para la gran fiesta que se va a armar el 4 de julio. Todo esto va a poner una enorme presión en la policía y el Servicio Nacional de Salud”, dijo John Apter, director de la Police Federation.

En realidad hay señales de que la gran fiesta empezó hace rato en los maravillosos parques ingleses. Los fines de semana es común ver grupos de hasta 15 personas celebrando el verano en un país en el que apenas sale el sol parecen emerger multitudes de una caverna con una explosión de euforia colectiva y alcohol. La policía dejó de controlar estas salidas. Los municipios se quejan de que no tienen autoridad legal para contrarrestarlas. La inercia está llevando a una apertura cada vez más descontrolada.

Un londinense de treinta años, Emile, vaticina un panorama desastroso con el big bang. “Los pubs van a tener reglas de distanciamiento social. En el papel perfecto, pero estoy seguro que a la segunda o tercera pinta de cerveza nadie se va a acordar del asunto. No pienso ir a pubs o restaurantes y desde ya que no a gimnasios cuando decidan reabrirlos”, le dice Emile a este diario.

Economía y salud

El primer relajamiento de la cuarentena fue a principios de mayo con la apertura de la actividad industrial y la construcción y un modesto levantamiento de algunas restricciones sociales.

El saldo de estas siete semanas es mixto y provisorio. El número de muertes siguió descendiendo y la tasa de reproducción del virus R se mantuvo en Inglaterra un pelo debajo del umbral del 1, es decir, en la frontera misma entre lo seguro y lo peligroso. Las variaciones regionales están a la vista. La ministra del Interior Priti Patel le dijo este domingo a la BBC que Leicester, en el norte del país, podría quedar esta semana bajo una cuarentena local. “Hubo varios rebrotes en las últimas semanas. Leicester es un caso”, admitió Patel.

El primer relajamiento tenía protocolos laborales y sociales que no se respetaron plenamente. Uno de los rebrotes más impactantes y menos reproducidos en los medios fue el cierre de tres grandes procesadores de alimentos en Inglaterra y Gales en las últimas dos semanas luego de que unos 250 trabajadores dieran positivo.

Estas y otras señales no modificaron el rumbo del gobierno que está apostando todo a una salida exitosa de la cuarentena que haga olvidar su desastroso desempeño hasta el momento. No va a ser fácil por el lado económico. En abril el PBI cayó un 20,4 por ciento en abril, en mayo unas 600 mil personas se sumaron al desempleo mientras más de nueve millones están sostenidos por el pulmotor artificial del gobierno, el “job retention scheme”. Según la Cámara de los Comunes un millón de personas se sumarán al ejército de casi tres millones de desempleados en agosto a menos que haya una nueva intervención gubernamental.

A nivel sanitario el impacto del «big bang» puede ser devastador. El miércoles las organizaciones líderes de salud británicas publicaron una carta abierta al gobierno y los partidos políticos en la que alertaban sobre la posibilidad de “rebrotes locales” y “de una segunda ola” nacional. “Está sucediendo en muchos países. Todavía quedan grandes desafíos para tener la infraestructura necesaria para combatir el virus. Es fundamental que el país esté preparado para una segunda ola”, subraya la carta.

El primer ministro Boris Johnson indicó que en caso de ser necesario el gobierno daría marcha atrás y volvería a la fase 1 de la cuarentena. En su última edición el semanario “The economist” resumió el problema de esta estrategia. “El gobierno ya ha sido muy criticado por su manejo de la crisis. Dar marcha atrás sería un desastre. La realidad es que la actual reapertura no solo es una apuesta sino que es una apuesta de altísimo voltaje y riesgo”, concluye «The Economist».

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