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Francia se prepara para salir del laberinto del con…

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  Desde París

 Entrar en el confinamiento fue un impacto, salir de él va siendo una aventura en mares embravecidos. Test masivos, aislamiento de los enfermos, desconfinamiento “diferenciado” según los departamentos y localidades, desplazamientos limitados a menos de 100 kilómetros del domicilio, brigadas encargadas de controlar a las personas que estuvieron en contacto con los enfermos, reapertura de los comercios (excepto los restaurantes, bares, cines, teatros y museos), teletrabajo por tres semanas suplementarias y prolongación hasta julio del estado de emergencia sanitaria, el primer ministro francés, Edouard Philippe, presentó el programa que debe conducir a Francia a despegarse paulatinamente del aislamiento global que entró en vigor el pasado 17 de marzo. 

Salir del laberinto del confinamiento se va pareciendo cada vez más a la escena del relato de Stephen King y la posterior película de Stanley Kubrick, The Shining, (El resplandor) donde el hijo del protagonista es perseguido a través de un laberinto nevado por un padre poseído por el demonio. Aunque el porcentaje de personas ingresadas en los hospitales baja poco a poco, las muertes diarias no bajan de las 300. 437 entre domingo y lunes, 367 entre el lunes y este martes. Hay 166.000 personas contagiadas, más de 27 mil hospitalizadas, 4. 387 casos graves (en reanimación) y 23.600 muertos.

La agenda presentada por el jefe del Ejecutivo irrumpe en un clima enardecido por la extensión del confinamiento y su peso psicológico, los vaivenes del gobierno, la falta de barbijos y las divergencias entre científicos sobre la forma en que debe procederse. Philippe determinó que las máscaras protectoras serían obligatorias en los transportes públicos, sin embargo, encontrar una se aparenta a una odisea homérica. El jefe de Gobierno prometió no obstante que en mayo “habría máscaras en el país para cubrir las necesidades”. El 11 de mayo se mantiene como una fecha movediza y no como una marca absoluta. Philippe aclaró que, si en ese momento, “los indicadores no son buenos, el desconfinamiento no se hará el 11 de mayo”. De allí hasta el dos de junio se probará con la “fase 2”, de la cual se pasará hasta la tercera cuya vigencia se extenderá hasta el verano. Las clases (educación infantil y primaria) reabrirán las aulas, pero de forma voluntaria mientras que los bachilleratos permanecerán cerrados. El gobierno prometió 700 mil tests por semana reservados con prioridad a los casos sospechosos o a quienes estuvieron en contacto con personas contagiadas. Junto a las máscaras, los tests son otro de los agujeros de las políticas en curso en muchos países, entre ellos Francia. Sin un recurso sistemático a los testeos, los balances actuales están ampliamente subvaluados.

“Protección, test y aislamiento” son las tres líneas de la estrategia gubernamental. La actividad económica y social permanecerá en gran medida restringida hasta que no se vaya constatando la eficacia de la fase dos. Lo que ya no será obligatorio para circular es el certificado que debían llevar las personas que se desplazaban durante el confinamiento, siempre y cuando estos no excedan los 100 kilómetros a partir del domicilio. No se han adoptado tampoco disposiciones específicas para las personas mayores, aunque sí se les pidió que sean “pacientes” y reduzcan lo más posible sus contactos con la gente. Las mediatecas, bibliotecas y museos pequeños están autorizados a abrir el 11 de mayo, pero no los grandes establecimientos. El Ejecutivo activará también un dispositivo de indicadores cuya misión consiste en medir la circulación del virus según los departamentos. Con ello se adaptarán las medidas en función de los territorios, los cuales serán, a su vez, clasificados en zonas que van del rojo al verde. 

El plan del gobierno está condicionado a un debate y a un voto posterior en la Asamblea Nacional donde, de todas formas, el partido del presidente Emmanuel Macron cuenta con la mayoría. La polarización política en torno a la congruencia de este conjunto de disposiciones era ya fuerte antes del debate parlamentario y lo seguirá siendo. Las máscaras, los tests, las insuficiencias trágicas de los hospitales públicos y, desde ya, la aplicación de telefonía móvil diseñada por el gobierno para perfilar a las personas infectadas y sus interacciones: StopCovid. La aplicación detecta y graba los contactos de los usuarios para esbozar una suerte de cadena de contaminación, pero es igualmente un desafío para las libertades públicas. Adversarios y partidarios de StopCovid se pelean a través de los medios en una disputa muy subida de tono. Los médicos
la defienden mientras que los especialistas en seguridad informática advierten sobre “los riesgos importantes que esta aplicación le hace correr a la vida privada y a las libertades públicas”.
 El Ejecutivo ha prometido garantías, sin embargo, todas las historias recientes, empezando por los atentados del 11 de septiembre de 2001, han demostrado que, cada vez que el poder se entromete en la libertad y la intimidad para proteger, las sociedades terminan bajo un paraguas de espionaje. 

Seguridad sanitaria y libertad serán uno de los grandes debates de las próximas semanas. Salir del túnel del aislamiento no es aún una garantía. Se hará tecla tras tecla hasta que suene, algún día, la melodía de un tratamiento, una vacuna y la libertad. Se ingresa, como en tantos y tantos países, en una fase de ensayo a la espera de la función final.

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