Evitar los caminos sin retorno

Si hay algo que seguro consiguió la pandemia fue el haber despertado la capacidad de asombro. En especial la de los argentinos a quienes, tan acostumbrados a que si se pueden hacer mal las cosas se hacen peor, ya nada parecía inmutarnos. Pero el daño lacerante del Covid-19 sobre las realidades económicas de todas las instituciones despertó efectos colaterales impensados: que los jugadores pidan por los descensos.

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El estigma que debieron sufrir, y aún muchos sufren, por estar relacionados futbolísticamente con la pérdida de la categoría de un club, quedó en el olvido. El tema es que no tienen confianza, y entonces todos están viendo cuál es la segunda jugada. Porque si hace años que el discurso de darles lugar a los juveniles suena tan agradable, ahora el temor que tienen es que como no hay riesgo de descenso, muchos optarán por jugar con pibes, “quitándoles” el lugar a los que están.

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La cuestión es que todos seremos más pobres post pandemia. La gran diferencia quizá pase por que la mayoría de los clubes no terminaron de encauzar sus economías años antes de este 2020. Y no se puede achacar todo a los problemas estructurales del país. A ver si se entiende: una persona que tiene diabetes, hipertensión, problemas coronarios, se encontró en marzo con pocas defensas ante el coronavirus. La historia es que la mayoría de los clubes viven en ese estado, pasen décadas, gobiernos y acuerdos de televisión.

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Los jugadores, con esa desconfianza comprensible, no descartan un paro. El fútbol, ese paciente con dolencias preexistentes, podría quedar expuesto en el medio de las calles, sin tapaboca ni alcohol. Es inobjetable defender el laburo de los afiliados; el gremio sabrá hacerlo para que no se termine en un camino sin retorno para nadie. Ni los que debieron estar fuertes para bancar ni los que deberán estar fuertes para sobrevivir con lo que quede.