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En agosto de 2004 Néstor Kirchner recibía al titular del FMI, el español Rodrigo Rato. En ese mismo momento, afuera de la Casa Rosada “casualmente” manifestantes de Quebracho enardecidos rompían el cordón policial, apoderándose de la Plaza de Mayo. Los relatos de aquél entonces describían que había sido el propio Kirchner que desde el balcón o a través de una de las ventanas, le habría mostrado a Rato “el caos” en las calles, como una manera de argumentar que un país en llamas difícilmente podía pagarle al organismo en los términos que éste planteaba. Estrategia pura.
La Argentina vuelve a encontrarse en un laberinto por la deuda. Es cierto, contraída por el gobierno de Mauricio Macri con 44 mil millones de dólares que se esfumaron. Como es esfumaron en ocho años los 54 mil millones de dólares de reservas del Banco Central que había en diciembre de 2007 cuando finalizó el mandato de Kirchner y que en diciembre de 2015 al término de la gestión de Cristina no había quedado nada.
Pero la “estrategia” es otra o tal vez no hay estrategia sino destellos de la interna oficialista que no se estabiliza. Veinte días después de la carta en la que se despegó de las decisiones de Alberto Fernández y criticó al gabinete, Cristina Kirchner volvió a pronunciarse. Esta vez, a través de un bloque que maneja con los ojos vendados, el del Senado, y contra el Fondo.
Recién ahora se sabe que aquélla carta impetuosa que sólo pretendía marcarle la cancha a quien ella entronizara como Presidente, terminó distanciando a ambos porque molestó a Alberto Fernández el tono y haberse enterado por los medios.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, y la misión del FMI.
Con la aprobación de la vicepresidenta el texto afirma que tanto el FMI como los miembros del gobierno de Macri deben “hacerse cargo” del otorgamiento de un stand by de manera irregular y con fines políticos. Incluso le exige a Kristalina Georgieva que el Fondo “confirme o desmienta” esa lectura y le recuerda que hay una causa penal en el Juzgado en lo Contencioso Administrativo n°9 a cargo del juez Pablo Cayssials en que se solicita “la nulidad de todo lo actuado”.
El cristinismo también reclama equiparar la mega ayuda que aplicó la Unión Europea, entonces pide que el FMI ofrezca a países como la Argentina “sumas similares en igualdad de condiciones” para financiar la puesta en marcha de la economía. Y, al final, solicita “que se abstengan de exigir o condicionar las políticas económicas para los próximos años”.
Detrás de esas palabras hay un temor al panorama en el corto plazo. Que el ajuste que ya comenzó se empiece a sentir con fuerza en el primer semestre de 2021, año electoral, cuando se combinen el aumento de tarifas, la formula jubilatoria que si hay inflación alta será un recorte, el salario real con paritarias pobres, la suba de las tasas de interés y la discusión devaluatoria que impone el Fondo. A lo que debe sumarse una brecha excesiva en el tipo de cambio oficial con el blue y una restricción a las importaciones que es inflacionaria porque se traslada a los precios.
Si se prolonga la pandemia hasta mitad del año, va a ser difícil que el Gobierno pueda mostrar algo.
La primera duda a responder es si el Presidente se enteró otra vez por la prensa. Alberto Fernández aseguró a sus colaboradores que “ya lo sabía”, aunque se desconoce si con la misma anticipación que algunos de sus ministros. Martín Guzmán, Santiago Cafiero y Eduardo de Pedro recibieron una copia de la carta el sábado, horas antes de que sea entregada a la misión del FMI.¿Alberto también? Probablemente. Nada hace inferir que el Presidente, su vice y el equipo económico acordaron los puntos. Mas bien salió del cristinismo y luego se le avisó al Gobierno.
“Está muy bien la postura. Relata con precisión lo que pasó este tiempo. Lo mismo que dijimos nosotros en campaña y reafirmamos ahora. Y está alineado a la estrategia de Economía de pedir plazo y dejar crecer”, indicó un miembro del gabinete. Aunque resulta difícil de creer que Guzmán avalara ese texto, sobre todo el estilo, en medio de una negociación que no será sencilla porque hay -y habrá- un ajuste de por medio.
En la Casa Rosada no creen que la misiva pueda complicar la negociación. Argumentan que por el contrario, le sirve al Gobierno que “lo planteen otros”. ¿Un desliz conceptual? En realidad se trata de la vicepresidenta. No, de “otros”.
El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, se reunió con la misión del FMI en el Congreso. Foto Télam
Resulta difícil creer que a Kristalina Georgieva le sea grato recibir tal exposición impulsada por Cristina Kirchner, por más que el finde la cata lo cierre con una cita del Papa Francisco.
Cerca del Presidente explican que el texto toma lo que planteó en la campaña Alberto Fernández. En un encuentro con el ex funcionario del Fondo Alejandro Werner tras ganar las PASO en 2019, Fernández le dijo que le preocupaba que se estuviera violando el Acta Constitutiva del FMI, porque los créditos se usaron para financiar 30 mil millones de dólares de fuga de capitales especulativos. Hablaba de una práctica “con visos de ilegalidad”.
En el caso de Alberto F., no es lo mismo hablar como candidato que como Presidente. Tampoco si lo hace Cristina, sobre quien el organismo tiene en claro que detenta una importante porción del poder político.
Para el 2021, año electoral, la principal “herramienta” con la que contará el Gobierno es la obra pública. La duda es si, en el caso de que el Fondo haga presión sobre la meta fiscal, no pueda terminar siendo una variable del ajuste también. Es decir, reducir la perspectiva de obras públicas.
A esta altura, la Casa Rosada apuesta todo al rebote de la economía y a la vacuna. En el mercado evalúan que la expectativa pos acuerdo con el FMI sería mucho más moderada de lo que el Ejecutivo espera.
“En el Fondo deben preguntar, ¿ me llamaste para pedirme un favor o para insultarme?. Esto es Cristina dixit, no le importa lo estés negociando con el FMI, está es la posición política sin tener en cuenta a Guzmán”, asegura un dirigente de Juntos por el Cambio.
En la oposición interpretan que quien queda en el medio es Alberto Fernández. “Le pasa lo mismo con el tema Rafecas. Es el propio oficialismo el que no trata el pliego”, dicen. Quién preside la Comisión de Acuerdos del Senado es la ultra cristinista Anabel Sagasti que nunca lo trató. Y el que debiera exigirle el tratamiento es el que firmó el pliego, es decir el Presidente y su ministra de Justicia, Marcela Losardo.
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