El rugby y la máquina del tiempo

La cuarentena golpea fuerte la mesa en la mayoría de los deportes, pero la consecuencia no es la misma para todos. Si bien países como Inglaterra, Australia y Estados Unidos han formalizado sus crisis económicas ante la coyuntura, probablemente exista otro en el que, si bien sus autoridades no se declararon en bancarrota ni pidieron un salvataje financiero, el resultado comienza a estar a la vista. Y es malo.

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Sí, nos referimos a la Argentina, adivinaste.

Hasta mayo, iba todo bien. Con una estructura hasta exagerada para la combinación de un deporte como el rugby y un país como el nuestro, sostenida con un sistema más emparentado a las potencias. World Rugby (WR, la FIFA de la ovalada) y la TV (ESPN) generaban la plata que cubría la mayoría de los ¡25 millones de dólares! con los cuales la Unión Argentina de Rugby movía su círculo virtuoso: el profesionalismo (Los Pumas y Jaguares) era la punta de la pirámide que derramaba ingresos para el deporte amateur. La rueda giraba, incluso, con buenos resultados (más que nada Jaguares) y, meritorio, funcionamiento centros de desarrollo en todo el país. Cerraba por todos lados.

Hasta que cerró otra cosa: la frontera. Por la pandemia (¿excusa?), Australia y Nueva Zelanda ya no mandarán más sus equipos al país para jugar el Super Rugby. Chau a un mínimo de siete partidos de locales. O sea: menos entradas, menos televisión, menos exposición para los sponsors (¡qué hacemos con el alquiler ya firmado en Vélez hasta el 2025!).

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Sin el certamen como estaba armado, se cae la estantería. La UAR les pidió a los jugadores que se busquen club, lo cual está sucediendo. De hecho, ya se fue el mejor DT que tuvo el país en años: Quesada. Padece toda la estructura; así vamos en camino al pasado.

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Pichot perdió las elecciones de WR en mayo y el país rugbístico se desayunó con las malas nuevas en junio. No es casualidad.