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El plan lo expuso sobre el fin de semana Diosdado Cabello, hombre fuerte de Venezuela, segundo en la línea de mando del régimen chavista.
«Ojalá enviara Argentina su embajador a Venezuela pronto. Ojalá. Para nosotros sería un honor, un grandísimo honor que tuviera Argentina su embajador aquí, que se regularizara esa situación. Y la presión de ustedes estoy seguro que va a funcionar«, dijo Cabello al cristinismo argentino que participó durante un foro por Zoom que organizó Stella Lugo, quien a principios de año se presentó en Buenos Aires como la nueva embajadora de su país ante Argentina.
Aunque el Gobierno no le dio el plácet como tal, sigue aquí como jefe de misión.
Tras una ardua semana en la que el presidente Alberto Fernández quedó atravesado por fuertes presiones de la militancia que responde a Cristina Kirchner, el nuevo debate interno en el oficialismo argentino es si Argentina restablecerá, o no, la figura de embajador en Caracas para compensar la votación de las Naciones Unidas del martes pasado en la que el Gobierno condenó las miles de violaciones a los derechos humanos que se cometen en Venezuela tal como registró la Alta Comisionada Michelle Bachelet.
Desde el equipo del canciller Felipe Solá sentenciaron: «No estamos pensando en eso».
Sin embargo, otras fuentes señalaron que en el Gobierno se analiza que se podría reponer la figura de embajador para fines de año o el próximo y sostener la misma posición crítica que en la ONU en materia de derechos humanos y con ello «monitorear» la situación.
Reponer la figura del embajador en el país caribeño dejaría sola a Argentina respecto a sus vecinos de Sudamérica, ya que todos dejaron reducida su relación al nivel de encargado de negocios, y en algunos, ni siquiera mantienen diplomáticos, como el caso de Brasil.
Pero al mismo tiempo, la colocaría junto a países europeos, que sí tienen embajador en Caracas. Argentina votó en la ONU -es decir que condenó las torturas, asesinatos y persecuciones que se cometen en el país caribeño- junto al Grupo Internacional de Contacto de Venezuela.
El último embajador argentino en Caracas fue Carlos Cheppi, hombre del ex ministro de Planificación Julio De Vido.
Al llegar Mauricio Macri al poder, en diciembre de 2015, se decidió no reponer dicha figura. Y como forma de condenar al régimen de Nicolás Maduro, y se dejó allí al encargado de negocios de entonces, Eduardo Porretti, a quien, para premiarlo se ascendió en la carrera diplomática como embajador, pero no cumplió tareas como tal.
Porretti ha «gobernado» la embajada durante estos años, y si bien al llegar al poder Alberto F. hizo un giro en el vínculo con Venezuela -por empezar se dejó de reconocer a Juan Guaidó como «presidente encargado» y a Elisa Trotta Gamus como su embajadora en Buenos Aires- dejó a Porretti sin cambios por considerarse en Buenos Aires que tejió fluidos vínculos con el chavismo, y que eso había que cuidarlo, según dijeron a Clarín en el Palacio San Martín.
Sin embargo, el pedido de Cabello al cristinismo duro para que presione a Fernández lo pondría en un nuevo aprieto, como el que tuvo la semana pasada cuando diversas personalidades ligadas a la vicepresidente Cristina Kirchner -quien no abrió la boca para hablar de Venezuela en público- fustigaron al gobierno por condenar a Maduro en la ONU.
La seguidilla comenzó cuando el embajador ante la OEA, Carlos Raimundi, pidió en una reunión con ese foro «no estigmatizar» a Venezuela en materia de derechos humanos.
Se armó tal revuelo, que Raimundi fue llamado al orden por Buenos Aires porque sus opiniones tuvieron lugar en la víspera de la votación ante la ONU, en la que el Gobierno también quiso aclarar que se condenaban las políticas de bloqueo y sanciones, como las que Estados Unidos y Europa llevan adelante contra Venezuela.
Y después se armó revuelo porque hubo en el oficialismo quien promovió un llamado de Fernández a Maduro, que el Presidente mismo desactivó.
Tras dicha votación, se le fueron literalmente encima al Gobierno por su política exterior hacia el chavismo, distintos dirigentes del cristinismo. Alicia Castro –que aprovechó para blanquear una decisión muy anterior de que renunciaba a su designación en la embajada en Moscú, Luis D’Elía, Juan Grabois, dirigente del Frente Grande y del Partido Comunista.
Este fin de semana echaron más leña al fuego al sostener como dijo el ensayista Atilio Borón. «¿Qué tiene que hacer la Argentina en Grupo de Lima organizado por EE.UU. para crear las condiciones políticas que justifiquen su intervención en Venezuela? Además, ¿que esperamos para nombrar embajador en Caracas? ¡Seguimos teniendo el encargado de negocios designado por Macri!»
La presión K para que el Gobierno se vaya del Grupo de Lima también es otro plano sobre el cual el presidente habló con el periodista Horacio Verbitsky en una entrevista que se publicó este domingo. No se entienden bien las palabras del mandatario. Dijo: «La Argentina, cuando asumimos el Gobierno, era parte del Grupo de Lima. Nosotros claramente tenemos muchas diferencias con ellos. Tantas que nunca participamos de ninguna reunión del Grupo de Lima y nunca suscribimos ningún documento salido del Grupo de Lima. Estamos viendo de qué modo se puede construir una alternativa al Grupo de Lima. Por ese motivo nos sumamos a la CELAC, que es presidida hoy por México. Pero nosotros nunca participamos con el Grupo de Lima».
Sin embargo, si bien es cierto que nunca suscribieron a los comunicados del Grupo que integró el Gobierno de Macri, la administración Fernández hasta ahora no se retiró. Se vieron situaciones algo pintorescas como una en Canadá cuando al vicecanciller Pablo Tettamanti se lo ve como escapando de un mensaje a la prensa de este colectivo crítico con el chavismo, pero lo que venía haciendo el Gobierno era no firmar sus comunicados.
Al mismo tiempo fue este Grupo el que promovió en 2019 la misión de expertos que evalúa la situación de los derechos humanos en Venezuela que se prorrogó en la resolución aprobada la semana pasada en la ONU con el voto argentino.
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