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Si bien las infancias no fueron el grupo de riesgo más afectado en caso de contraer la covid-19, la situación de aislamiento como camino necesario para evitar la propagación masiva de la enfermedad tuvo sus efectos psicológicos, educativos, económicos y de capital social sin discriminar estratos sociales: durante el tercer trimestre del año, aumentó en un 12,4 por ciento la falta de estimulación emocional e intelectual para niños y niñas; y en un 10 por ciento el sedentarismo frente a las pantallas. Así lo asegura el informe «Efectos del ASPO-COVID-19 en el desarrollo humano de las infancias argentinas» elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA.
Crianza y socialización
La falta de estimulación emocional e intelectual que la UCA mide a través de la lectura de cuentos y la disponibilidad de libros infantiles en el hogar se incrementó durante el 2020. De las dimensiones abordadas para tener una aproximación a la situación de la crianza y socialización, fue el indicador que experimentó el mayor retroceso pasando de 38 a 50,4 por ciento de los niños encuestados. «Se puede conjeturar que en el marco del ASPO con mayor disponibilidad de adultos para el cuidado los niños/as podían compartir más tiempo y actividades con sus adultos de referencia, pero muy probablemente las actividades educativas han consumido buena parte de esos tiempos e intercambios», asegura el informe. Este aumento del déficit lo experimentaron tanto los niños/as en situación más vulnerable como los del estrato medio no profesional.
Los estilos de crianza también arrojaron cambios regresivos: los retos en voz alta, y las penitencias se incrementaron en 20 puntos porcentuales durante el ASPO y la violencia física en 7,5 puntos porcentuales. El informe sostiene que estas últimas aumentaron especialmente en el estrato social bajo marginal y en todos los grupos de edad.
Si bien la problemática del comportamiento sedentario frente a pantallas en niños, niñas y adolescentes es preexistente al ASPO, es un fenómeno que se profundizó en este contexto: aumentó 10 puntos porcentuales durante el tercer trimestre del año con respecto al mismo periodo de 2019. Como contraparte, el déficit de actividad física extraescolar de niños, niñas y adolescentes aumentó 10,7 puntos porcentuales en el periodo. Estos aspectos afectaron en mayor medida a los estratos medios profesionales y no profesionales, sobre todo por la continuidad educativa a través de plataformas virtuales.
Trabajo infantil
Uno de los ejes que relevó el informe fue el de trabajo infantil, que venía aumentando entre 2010 y 2018 y mermó durante el aislamiento en 9,4 puntos porcentuales. «A esta caída en contexto de ASPO no la podemos conjeturar como positiva porque se da en un parate de la economía. El trabajo infantil está asociado a la situación del trabajo adulto de los hogares, sobre todo en contexto urbano, donde los niños colaboran tanto en la actividad económica de los adultos como en los quehaceres domésticos de manera intensiva. Adjudicamos la caída a ese parate económico que llevó a que los adultos perdieran trabajo», asegura Ianina Tuñon, investigadora responsable del informe.
La UCA considera al trabajo infantil en tres dimensiones: propensión al trabajo doméstico, que son los niños, niñas y adolescentes (NNyA) de entre 5 y 17 años que realizan tareas domésticas como limpiar, lavar, hacer la comida y/o cuidar hermanos de manera habitual; propensión al trabajo en actividades económicas, aquellos que ayudan en el trabajo a algún conocido o realizan alguna actividad por su cuenta para ganar dinero desempeñándose como empleado o aprendiz; y finalmente los que trabajan intensivamente en actividades económicas o domésticas. Otro factor que puede explicar la baja del trabajo infantil durante este año es el impacto positivo que pudo tener sobre la propensión al trabajo doméstico la mayor disponibilidad de los adultos para realizar las tareas, y la división de la misma de manera más equitativa de todos los participantes del hogar.
Como una réplica del mercado laboral de adultos, sobre el total de las niñas y adolescentes encuestadas, el 4,2 por ciento realizan trabajo doméstico, mientras que de los varones, apenas el 1,4 por ciento. Al momento de relevar quienes realizan actividades económicas, la incidencia es mayor en los niños (3,8 por ciento) que las niñas (2,1 por ciento).
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