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El dilema de la cuarentena «infinita»: es un éxito y nadie sabe cuándo va a terminar

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En dos semanas llegará el frío y comienza la etapa crítica de enfermedades como la influenza y la neumonía. ¿Se puede salir de la cuarentena en esas condiciones? Los cruces entre la salud, la política y la economía.

El año pasado, en toda la Argentina murieron 316.713 personas. Es una cifra oficial, recopilada por el Registro Nacional de las Personas, que clasifica todas las actas de defunción de todas las provincias, mes a mes. En 2018, en cambio, los muertos fueron 336.823, esta vez según indican las estadísticas del Ministerio de Salud, que clasifica los fallecimientos según la edad de los fallecidos y también observa el motivo de la muerte, con el nivel de detalle que requieren las investigaciones sanitarias y epidemiológicas.

Los datos de esos dos años -y las cifras se corroboran con lo que ocurrió en años anteriores- arrojan que unas 900 personas mueren cada día en el país, donde viven un poco más de 44 millones de personas. ¿Es cierto eso? ¿Todos los días muere la misma cantidad de personas? No. Los datos de 2019 indican que hay meses en los cuales la gente se muere más. Diciembre, por ejemplo, es un mes con pocas muertes si se lo compara con otros más luctuosos: en 2019 fueron 23.148 los argentinos que murieron en ese mes. Noviembre, con 23.180 muertos, y febrero, con 23.455, son otros dos meses con pocos fallecimiento.

La mala noticia es que en pocos días empieza la temporada alta, por llamarla de alguna manera. En este mismo mes, el año pasado murieron 25.402 personas, y mayo ya tiene otro color: fallecieron 27.788 argentinos. La cifra sigue escalando en junio, con 28.507, y llega al mes negro: julio. En esos 31 días del año pasado murieron 31.749 personas. Julio tiene la misma cantidad de días que diciembre, pero entre un mes y el otro hay 8.601 muertos de diferencia, según figura en las planillas del RENAPER. A esa diferencia, es fácil suponerlo, la explica el frío.

En el invierno, tomando ahora la estadística del Ministerio de Salud, pesa mucho la gripe en las cifras de mortalidad. Pero ¿cuánto pesa? El Anuario de Estadísticas Vitales 2018, el último publicado hasta ahora por la Dirección de Estadística e Información de Salud (DEIS), refleja que en ese año murieron 31.916 personas por “Neumonía e influenza”. Eso indica que esas enfermedades se llevan cerca del 10 por ciento de las muertes totales de cada año. A su vez, la enorme mayoría de esas fallecimientos ocurre entre los adultos mayores: 28.771 de los muertos de 2018 por neumonía e influenza tenían más de 60 años.

Muertes en el país en 2019


Fuente: RENAPER
Infografía: Clarín

Los números de la mortalidad reflejan una cantidad pequeña en comparación con la cantidad de los enfermos totales de la neumonía y la influenza en los meses más fríos y por eso el impacto en la utilización de la infraestructura médica -por ejemplo, de las camas de internación con respiradores- es muchísimo mayor que el que indican esas cifras.

Según marcan los registros estadísticos de los últimos años, esa situación se disparará justo cuando termine la cuarentena prorrogada por el Gobierno hasta el 26 de abril. Por eso, se impone la pregunta: ¿podrá el Presidente levantar la cuarentena en esa fecha? ¿habrá razones sanitarias para levantarla en ese día, incluso teniendo en cuenta que los cuadros graves de coronavirus pueden crecer con las bajas temperaturas? Si la cuarentena logró achatar la curva de contagios se puede pensar en levantarla, pero ¿qué sucederá si la curva de contagios pega un salto en los próximos días, luego de casi un mes de encierro?

El Presidente, según afirmó el último viernes, está muy conforme con el resultado de la cuarentena “dura” que comenzó el 20 de marzo. A esa conclusión no se puede llegar tomando las cifras de contagiados -en el caso argentino es imposible determinar si la baja proporción de enfermos se explica porque el virus circuló poco o porque se hacen muy pocos test- pero sí puede ser indicativo tomar la cifra de muertos, aunque también podría estar condicionada, ya que no a todos los muertos desde que empezó el brote se les hizo un test de coronavirus en la Argentina.

Pero, en todo caso, el Presidente sí puede estar legítimamente conforme con el buen resultado político de su decisión, que no tiene precedentes en la historia argentina. En principio, logró que la población apoye su idea, según marcan las encuestas de opinión. Además, consiguió que también la oposición apoye la cuarentena, aunque en este caso es probable que ese soporte también esté relacionado con la buena recepción popular de la medida. Pero, en este caso surge otra pregunta: ¿hasta qué momento se puede estar de acuerdo con mantener una medida que suspende la forma de vivir de todo un país? ¿por cuántas semanas se pueden sostener limitaciones tan importantes sobre derechos y libertades que consagran la Constitución Nacional y todo el sistema jurídico argentino? La emergencia puede explicar todo en algunos momentos, incluso medidas sin antecedentes en la historia, pero esa explicación tiene una fecha de vencimiento.

En la economía esa fecha de expiración ya está cumplida largamente. Buena parte de las empresas lograron pagar los salarios en forma en los primeros días de marzo (muchas de ellas con diez días seguidos sin facturar en ese momento) pero es fácil decir que en el futuro próximo (con varias semanas más de ventas inexistentes y gastos fijos e impuestos corriendo en los balances) esa situación empeorará radicalmente. Las líneas de crédito del Gobierno extendidas por bancos y públicos para pagar sueldos no parecen una solución aplicable para comercios, por ejemplo, que saben que el mes siguiente, y el otro, tampoco conseguirán reunir los ingresos para liquidar sueldos.

Para los trabajadores que no reciben un salario fijo la situación es muchísimo peor que esa, y lo mismo ocurre con el enorme porcentaje de la población que vive de la economía en negro.

Ese panorama no es exclusivo del sector privado. Los intendentes les piden plata a los gobernadores para pagar los sueldos de los empleados públicos y lo mismo hacen los gobernadores hacia arriba cuando le reclaman fondos a la Casa Rosada. En todos los niveles la recaudación impositiva se derrumba, así que la situación se convirtió en una calesita de pedidos de ayuda.

De ese rompecabezas, y no sólo de la opinión de los especialistas en sanidad que asesoran al Presidente y que hasta hoy condicionaron la última palabra en las definiciones, saldrá la decisión sobre la salida de la cuarentena, que determinará si después del 26 el aislamiento social duro se mantiene tal como está o si se buscan mecanismos de flexibilización para la población en general y de protección específica para los grupos de riesgo, como hicieron otros países.

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