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El camino a Madrid, el otro 26J

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El 26 de junio de 2011 empecé -por no decir empezamos y así arrogarme el sentimiento de millones de hinchas de River- un insoportable período de insomnio que terminó el 9 de diciembre de 2018 cuando, en un instante, levantamos el ancla del Titanic y se la pusimos en las manos a nuestros queridos primos para que desde ese fondo oscuro hicieran lo que pudiesen para ver la luz otra vez, cosa que hasta hoy aún intentan conseguir.

La química inicial entre los hinchas y Leo Ponzio -emblema del ascenso en 2012 junto al Chori Domínguez, Cavenaghi, Trezeguet, Maidana y el Pelado Almeyda- se transformó en idolatría.

La química inicial entre los hinchas y Leo Ponzio -emblema del ascenso en 2012 junto al Chori Domínguez, Cavenaghi, Trezeguet, Maidana y el Pelado Almeyda- se transformó en idolatría.

En el medio viví/mos todo tipo de sensaciones. Depresiones, desahogos, bronca, felicidad. La que más me enorgullece fue haber asumido lo que nos tocaba afrontar, tragar mierda y estar presentes en la mala. Saber perder. Calladitos, bancando la parada. Agradeciendo para siempre a los que se quedaron a pelearla (Almeyda, Maidana) y a los que vinieron a apostar todo por quizás nada (Cavenaghi, el Chori, Ponzio, hoy bandera e ídolo, y Trezeguet). Y no olvidando a los monstruos que nos llevaron a ese desastre.

Para ser sincero, jamás imaginé en esas 2.723 noches que las cosas cambiarían alguna vez. ¿Qué cosa tan extraordinaria podría suceder para torcer ese destino con tamaña cuota/parte de infelicidad? 

Ramiro Funes Mori ya cabeceó y la pelota va al gol. Para muchos, ese fue el punto de partida de una paternidad sobre Boca que luego se agigantaría.

Ramiro Funes Mori ya cabeceó y la pelota va al gol. Para muchos, ese fue el punto de partida de una paternidad sobre Boca que luego se agigantaría.

Hubo, desde ya, momentos memorables que casi empardaron el partido de las emociones: el torneo que ganó Ramón, Ramiro cabeceando la pelota en aquel córner, noviembre de 2014 con el penal de Barovero, mayo de 2015 y marzo de 2018 en Mendoza fueron victorias antológicas que borraron las cargadas. Ni mi vieja, xeneize rabiosa, ya levantaba el teléfono para verduguear o recordar goles en muletas, gallinitas o la insufrible tarde contra Belgrano. Pero algo nos faltaba, claramente…

Scocco festeja el segundo gol de la final de Mendoza, en marzo de 2018.

Scocco festeja el segundo gol de la final de Mendoza, en marzo de 2018.

Eso que faltaba es la respuesta a un par de preguntas de esas que nacen en el corazón: ¿qué cantábamos cuando a fines de los ’70 éramos chicos y empezamos a ir a la cancha? ¿Qué queríamos, cuál era nuestro sueño y el de nuestros amigos de Boca? La respuesta era siempre la misma en nuestro caso: «Quiero la Libertadores y un bostero matar”, por supuesto usando esta última palabra en el más absoluto sentido figurado, que conste en actas. Y la de ellos era un calco, sólo que cambiando «bostero» por «gallina».

La final de Madrid, la más importante de la historia desde la perspectiva del fútbol argentino, fue el moño de un trabajo de seis años encabezado por el Muñeco Gallardo.

La final de Madrid, la más importante de la historia desde la perspectiva del fútbol argentino, fue el moño de un trabajo de seis años encabezado por el Muñeco Gallardo.

Y ese vacío se llenó en Madrid. Marcelo Gallardo lo hizo. En esa final nos quedamos con el ancho de espadas al menos hasta nuevo aviso. El 3 a 1 en el Bernabeu le cambió el significado al descenso dejándolo como el peor momento de nuestra historia, pero ahora y para siempre a la sombra de la mayor alegría. Ahí está el 26 J, allá quedó, nadie lo niega. Pero nosotros seguimos adelante y pusimos de rodillas a quien queríamos poner de rodillas, no al Real Madrid, al Barcelona, al Steaua o al Liverpool. 

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Eso es actualmente lo que les falta. Deberán atravesar el camino que supimos desandar en estos ocho años. Están en la vereda de enfrente todavía intentando asimilar las cinco ñapis, disparando con ametralladoras culpas ajenas al universo porque no se animan a mirarse al espejo. Nosotros caímos, nos levantamos y ahora estamos en el lugar que ellos también soñaron por sobre todas las cosas. Ojalá lo sigan negando: es no asumir la derrota, el mejor reflejo de que la taba se dio vuelta.

El código Gallardo: humildad, respeto por los rivales y perfil bajo para desarrollar una mentalidad ganadora.

El código Gallardo: humildad, respeto por los rivales y perfil bajo para desarrollar una mentalidad ganadora.

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