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Desde Caracas
La oposición venezolana que aún se mantiene con Juan Guaidó finalmente realizó la anunciada “consulta popular”. La votación, que había comenzado de forma virtual el día lunes 7 de diciembre vía Telegram, una aplicación y una página web, culminó de manera presencial el sábado en la tarde con la instalación de mesas de votación en Venezuela y diferentes países del mundo.
El número dado por quienes organizaron la consulta arrojó un total de 6.466.791 votos, de las cuales 3.209.714 habrían sido presenciales en el país, 844.728 en el extranjero, y 2.412.354 de manera digital. Sin embargo, las cifras anunciadas no pudieron ser comprobadas: no existió prueba de las votaciones digitales, donde fueron denunciadas numerosas irregularidades, así como tampoco en las urnas.
Quienes organizaron la consulta ya habían anunciado antes del resultado que no habría posibilidad de comprobarlo: “todos los cuadernos y papeletas van a ser destruidos inmediatamente cuando concluya la transmisión de la totalización”, afirmó, el sábado en la tarde, Emilio Graterón, miembro de Voluntad Popular, el partido conducido por Leopoldo López.
El número ofrecido por los organizadores generó disputas dentro de la ya fragmentada oposición, debido a la imposibilidad de verificarlo, así como la sobredimensión de la participación nacional presencial del día sábado. ¿Cuánta gente votó ese día? Difícil saberlo con precisión, aunque las imágenes de los centros de votación recorridos por este cronista, así como los diferentes reportes, mostraron una situación muy alejada del relato eufórico de Guaidó.
Las disputas dentro de la oposición no fueron solamente acerca del número y su fabricación política, sino, de fondo, sobre el punto central que recorre la mayoría del espectro opositor: ¿cómo seguir? El balance a fin del 2020 es particularmente negativo para todos los factores opositores, quienes se presentaron a las legislativas del 6 de diciembre obtuvieron un respaldo muy bajo en votos, y quienes no participaron se encuentran en una disputa de liderazgos y estrategia: mantener la apuesta a una salida por la fuerza o regresar al terreno electoral, de qué manera y en qué momento.
Se trata de debates que por estos días se han hecho públicos. Henrique Capriles Radonski, por ejemplo, afirmó en una entrevista a la BBC: “no tengo nada personal contra Guaidó, pero eso se acabó, está acabado, fundido, cerrado (…) la nueva administración -de Estados Unidos- debe entender que este plan se agotó y no puede dar continuidad al statu quo: el interinato”.
López, por su parte, llegó a Colombia esta semana y dio una rueda de prensa con el presidente Iván Duque, quien afirmó que mantendrá el reconocimiento a la presidencia interina en Venezuela. López señaló que el objetivo es el de lograr elecciones presidenciales y legislativas “libres, justas y verificables”, y que no existe en este momento la posibilidad de una acción de fuerza internacional -contenida en la figura de la responsabilidad de proteger.
La afirmación acerca de la imposibilidad de una operación de fuerza generó a su vez la reacción de María Corina Machado, quien sostiene que la única salida posible en Venezuela es a través de una acción internacional. El laberinto opositor quedó así evidenciado una vez más, en medio de lo que es un clima de derrota en el intento de derrocar a Maduro o vencerlo en las urnas.
¿Qué decidirá la nueva administración de Estados Unidos ante ese panorama? Es una de las preguntas principales. Si bien James Story -embajador estadounidense para Venezuela que atiende desde Bogotá y reconoce a Guaidó- respaldó la consulta, las diferentes variables parecen indicar que se podría estar ante las puertas de un nuevo diálogo y sus consecuentes cambios en el desarrollo del conflicto. El gobierno venezolano tiene un punto central en todo diálogo: el levantamiento del bloqueo económico.
Junto con estos puntos de análisis, aparece otro debate central en el país: la evidenciación, luego de las elecciones legislativas y de la consulta popular, que existe una alta tasa de abstención transversal, es decir, un alejamiento de una mayoría social de las diferentes opciones políticas, de la política en términos generales. Se trata de una tendencia que se ha venido profundizando, producto de un conjunto de variables cruzadas, económicas, políticas, temporales, que, por el momento, no muestra señales de ser revertida.
En ese marco el chavismo mantiene una unidad mayoritaria, un partido con desarrollo territorial y nacional, una base social con organización y fuerte componente identitario -obtuvo 20.86 por ciento del padrón electoral-, el respaldo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y la posición de ser gobierno. Una ecuación que le permite enfrentar coyunturas críticas y ganar elecciones ante un cuadro opositor fragmentario y desorientado.
El 2021 seguramente traerá más cambios en el ajedrez político, con posibles consecuencias económicas en el marco de un país bajo bloqueo, donde el gobierno busca desesperadamente atraer capitales privados internacionales y nacionales. Frenar la crisis económica aparece como la necesidad más urgente, para detener, por ejemplo, el proceso de emigración que, según se supo este domingo, se cobró la vida de al menos 14 venezolanos -según informe de la policía- que intentaban ir en barco a la isla de Trinidad y Tobago.
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