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Cuando el River-Boca casi se juega en las Malvinas y durante la Guerra

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A partir de la bravuconada de Nuestro Excelentísimo Señor Negligente, el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, y en medio de la euforia popular, Argentina ocupa las Malvinas el 2 de abril de 1982, pero es el 25 de ese mes cuando empiezan los enfrentamientos. Ya ese día, Alfredo Ignacio Astiz entrega su posición en las Georgias del Sur sin presentar batalla. El teniente de navío Astiz no dispara un puto tiro: sólo era valiente arrojando monjas francesas en los vuelos de la muerte.

Saporiti y Cacho Córdoba en la tapa de la revista Goles, anunciando el partido.

Saporiti y Cacho Córdoba en la tapa de la revista Goles, anunciando el partido.

Mientras, acá, la pelota rueda como si nada, como si los pibes hubieran ido a las Islas en plan viaje de estudios: observen jóvenes aquel destructor HMS Sheffield, contemplen esos misiles Exocet AM 39, tengan cuidado por favor con ese campito minado. Porque mientras allá los pibes van al muere, acá, en este universo paralelo, el resto vamos a la cancha: se juega una nueva fecha del Torneo Nacional. Y no es una fecha más. Hay varios clásicos: Independiente le gana a Racing en Vélez, Central derrota a Newell’s, el Ferro de Griguol vence a Vélez; y, como Gimnasia estaba en la B, el Estudiantes de Bilardo juega ante Quilmes. Faltando diez para el final, y con el Pincha ganando 1-0, en La Plata la voz del estadio anuncia que habían empezado los enfrentamientos en las Islas. El árbitro Juan Carlos Loustau, padre de Patricio, frena el partido. “Cuando escuché eso por los altoparlantes, me impactó, perdí la concentración en el juego. Pensaba en esos pibes de 18 años que estaban peleando en las Malvinas y no podía seguir dirigiendo. Claro, los jugadores, con la adrenalina del partido, vinieron a pedirme explicaciones, sobre todo los de Quilmes que iban perdiendo, pero les hice entender lo que pasaba: nuestro país entraba definitivamente en guerra”, relata hoy Loustau, que detuvo el juego durante unos cinco minutos «aunque sin poder nunca volver a meterme en el partido».

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Ese mismo domingo, mientras allá en las Islas caen bombas, acá, en la Bombonera, caen papelitos: se juega el Superclásico. Y hay tribunas llenas. En Boca, están Gatti, Mouzo, el Chino , Benítez, Krasouski, Trobbiani, Brindisi, Perotti. En River, varios suplentes: Claudio Giúdice, Daniel Messina, Jorge Tevez. Los titulares (Fillol, Tarantini, Gallego, Kempes) no juegan porque ya están en la Selección del Flaco Menotti, preparándose para lo que realmente nos importa a todos: el Mundial de España 82.

Dos días después de ese Superclásico de la Bombonera (que terminó 0-0), a los capos militares criminales que gobernaban este país se les ocurre una idea brillante: organizar un River vs. Boca en las Islas Malvinas. La fiesta del fútbol en medio del horror, los gritos de gol en medio del espanto. Casi la misma fórmula perversa del Mundial 78.

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Así, mientras los pibes juegan su propio partido en la perdida Perla Austral (cagados de hambre y de frío, sucios, sufriendo las torturas y vejaciones de los propios oficiales argentinos), la revista Goles se encarga de fogonear ese clásico delirante en las Islas. Goles estaba conducida en ese entonces por Daniel Galoto, un periodista cercano al torturador, y vicealmirante, Carlos Alberto Lacoste, que en ese entonces era vicepresidente de la FIFA. Durante el Mundial 78, Galoto ya había trabajado para Lacoste en el Ente Autárquico, junto a Aldo Proietto, manejando el sistema de acreditaciones para periodistas. “A fines del 81, comienzos del 82, por injerencia de Lacoste, se descabeza la cúpula de Goles Match, donde se hacían notas contestarias a la Junta Militar. Entonces, vuelve Goles en formato de revista semanal y Lacoste pone de director a Galoto, que venía trabajando con él. Y hacen esa tapa del Superclásico en las Malvinas”, cuenta el periodista Jorge Búsico, que trabajó en Goles y Goles Match.

Quisieron hacer un partido en medio de aquel horror.

Quisieron hacer un partido en medio de aquel horror.

En su edición del 27 de abril (número 1.739), Goles tiene a Eduardo Saporiti, defensor de River, y a Carlos Cacho Córdoba, lateral de Boca, posando juntos, abrazados, hermanados, con sus camisetas puestas, un mapa de las Malvinas detrás y el título: ¡Superclásico en las Islas! 

“Este podría ser nuestro mejor aporte”, decía Carlos Córdoba en la nota. “Sería un orgullo y una satisfacción enorme salir a jugar un clásico en las Islas, pisando un suelo que por tantos años soñamos que fuera nuestro”, agregaba Eduardo Saporiti. Hoy, 38 años después, a los 65, el propio Saporiti explica: “En ese momento, para mí la idea era buena. Era darles una alegría a los jóvenes, a los soldados argentinos que estaban allá. Yo en ese momento tenía ganas de ir a jugar. Lo tomaba como un acto solidario. No se sabía todo lo que pasaba, lo que había detrás. No había información. Hoy, tantos años después, uno lo ve con otros ojos”.

La revista Goles explicaba que el partido era “en pro de ofrecer un matiz recreativo a los habitantes de las Islas y a los soldados argentinos que están allí convocados para defender nuestra soberanía”. Y se informaba: “Posiblemente en los primeros días de la semana entrante ambos clubes concreten el ofrecimiento para montar así el gran espectáculo en las islas recientemente ocupadas”.

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¿Y qué decían los dirigentes de los clubes? “Veo con gran agrado la posibilidad de realizar un partido entre Boca y River en las Islas Malvinas. Más aún, creo que es un deber patriótico de parte de nosotros, los dirigentes, contribuir en la medida de nuestras posibilidades a todo aquello que sirva para alegrar a nuestros valientes soldados que se encuentran en esas islas argentinas”, se entusiasmaba Martín Benito Noel, presidente de Boca. “Sería para mí una profunda emoción y alegría poder asistir a un partido River-Boca en las Islas Malvinas. Una forma de prestar servicios al país, y a la comunidad, consiste en apoyar totalmente la idea de llevar a los jóvenes argentinos que están en el Sur argentino ofreciendo sus vidas en defensa de nuestra soberanía, la realización de este siempre impactante partido», se cebaba también Jorge Kiper, directivo de River.

Aquel Superclásico, un completo absurdo, nunca se concreto, por supuesto. El otro partido -más perverso, no menos absurdo- nos costó sangre (sobre todo), sudor y lágrimas: en las Islas murieron 649 soldados argentinos y 255 ingleses. Nuestra rendición fue el 14 de junio de 1982. Un día antes, perdemos con Bélgica en el debut de España 82 y acá se juegan las semifinales de aquel Torneo Nacional: Quilmes se impone 1-0 a Estudiantes en La Plata y, en Córdoba, Talleres y Ferro empatan 4-4. Ocho goles. Una fiesta del fútbol.

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