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Miles de israelíes protestan hace varios días contra el primer ministro Benjamin Netanyahu, acusado de corrupción y en medio de un frágil escenario social derivado de su gestión de la pandemia de coronavirus. «¡No partiremos hasta que Bibi se vaya!», es el grito que se repite en las manifestaciones. Las protestas continuaron el domingo, llegando como en los días previos a escasos metros de la residencia oficial de Netanyahu en Jerusalén, y frente a su residencia privada de la localidad costera de Cesarea.
Doce personas fueron detenidas el sábado durante las movilizaciones. En paralelo, se multiplican los casos de heridos por los violentos chorros de agua disparados por los carros hidrantes directamente a la cara de los manifestantes.
Las manifestaciones constituyen el mayor movimiento de protesta en el país desde 2011, cuando decenas de miles de personas salieron a las calles para oponerse a la política económica regresiva del gobierno. Para Tamir Gay Tsabary, quien viaja desde el sur de Israel todos los días a Jerusalén para marchar junto a su esposa, «la pandemia fue el desencadenante de la mala gestión del gobierno». Este director comercial de 56 años dice que «ahora la gente comprende que a Netanyahu realmente no le importa Israel, solamente se preocupa por él mismo».
Si bien en las protestas del domingo no se registraban mayores incidentes, el sábado las movilizaciones terminaron con 12 personas detenidas en Jerusalén. La manifestación principal tuvo lugar en la plaza París, donde cerca de 5 mil personas se concentraron para protestar contra Netanyahu. Las fuerzas de seguridad intervinieron dos horas después de que se venciera el permiso para la protesta, y desplegaron tres camiones hidrantes para despejar la zona. Con esos poderosos chorros de agua teñida de azul alcanzaron a cientos de manifestantes, incluyendo trabajadores de prensa y simples transeúntes.
Por el momento los ataques de los carros no fueron letales, aunque pueden ser muy peligrosos. Al utilizarlos la policía viola sus propias reglas internas, que establecen que el chorro de agua no puede dirigirse a las cabezas de los manifestantes desde una distancia corta, señaló el diario Haaretz
. En las últimas horas se viralizó el video de un joven identificado como Yonatan Kimel, de 19 años, de Tel Aviv, quien perdió el conocimiento por la fuerza del agua. «Fue mi primera marcha. Me caí de cabeza y se abrió y empezó a sangrar», relató. «Cuando me levanté, tenía otro chorro de agua en la parte de atrás. Traté de esconderme pero nos estaban rociando desde todas partes. Era un campo de batalla», aseguró con crudeza.
En un principio, Israel se jactó de su gestión de la pandemia apoyándose en un número relativamente bajo de contagios. Pero con el avance del desconfinamiento decidido a fines de abril para recuperar la economía, los casos se multiplicaron obligando al gobierno a decretar nuevas restricciones. El país, con nueve millones de habitantes, registra hasta el momento 61.388 infectados y 464 muertes. La tasa de desempleo sigue aumentando: supera el 20 por ciento en los últimos meses, contra sólo el 3,4 por ciento de febrero. Las autoridades anunciaron ayudas económicas para los asalariados y trabajadores independientes, y también para todas las familias y ciudadanos mayores de 18 años, pero eso para los manifestantes es poco y constituye una reacción tardía.
En el poder sin interrupción desde 2009, Netanyahu fue procesado en noviembre de 2019 por corrupción, abuso de confianza y malversación de fondos. Se trata de la primera vez que esto ocurre con un jefe de gobierno israelí durante su mandato.
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