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Confesiones de Horacio Rodríguez Larreta en la intimidad: «Esto es Máximo y Cristina»

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«Te usaron», solían decirle hasta hace pocas semanas a Horacio Rodríguez Larreta. Esas voces díscolas se fueron agudizando frente al nuevo paisaje: «Te usaron, después te sacaron plata, te acaban de denunciar y ahora te quieren aislar». El jefe de Gobierno escucha. En general, no le parece importante detenerse en ese tipo de miradas. «Si me usaron no me vino mal. Nos usamos mutuamente«, concedió como respuesta en los últimos días frente a su grupo más fiel de colaboradores.

Rodríguez Larreta es un optimista extremo, a veces al borde de la negación. Los hechos se apilan sobre su escritorio. Es cierto que las encuestas lo ubican en una posición de privilegio y que ahora tiene una proyección nacional indiscutible. Pero el precio que debe pagar es alto: su administración está obligada a encarar un ajuste adicional al que ya lo habían impulsado la pandemia y la caída de la recaudación. El ajuste del ajuste. A un año de las elecciones legislativas y a tres de su sueño presidencial. Y esto no terminará aquí. Más bien, sería atinado pensar que recién comienza.

La presencia de todos los gobernadores en la firma del nuevo Consenso Fiscal, incluidos sus aliados Gerardo Morales (Jujuy), Rodolfo Suárez (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes) es una muestra. El porteño fue el único que no puso la firma. El divorcio es total. El kirchnerismo duro lo celebra. Puesto a jugar en el barro, se siente con las manos desatadas para seguir avanzando. Hay planes para quitarle a la Ciudad los terrenos e inmuebles cedidos en la gestión de Mauricio Macri. De ahí en adelante pueden esperarse más sorpresas. Entre ellas, que intenten arrebatarle los fondos del Hospital Garrahan.       

«Horacio es el enemigo. ¡Qué duda! Vamos por él», reconocen en la Casa Rosada y en el Instituto Patria. Podría, y sería más apropiado, alterarse el orden. Los dardos se iniciaron desde el búnker cristinista cuando Alberto Fernández todavía lo llamaba amigo y ambos coqueteaban con seducir al electorado moderado. Los exegetas de Cristina dicen hoy que solo era una cuestión de tiempo para que el Presidente se acomodara a la nueva realidad que digita su mentora.

Alberto Fernández, con los gobernadores, durante la firma del Consenso Fiscal.

Alberto Fernández, con los gobernadores, durante la firma del Consenso Fiscal.

La pulseada por la quita de recursos se inició el 9 de setiembre, con un decreto simple en el que Fernández redujo la alícuota por la Coparticipación a la Ciudad del 3,5% -un número al que la había elevado Macri cuando transfirió la Policía- al 2,32%. El Senado está a un paso de concretar una nueva poda del 0,92%. La Ciudad pasaría a percibir 1,4%, pese a que aporta entre el 22 y el 25% de la masa coparticipable.

En el ministerio de Hacienda que conduce Martín Mura sostienen que en estos meses fueron despojados de 10.500 millones de pesos y que la cifra se estirará a cerca de 13.000 a fin de año. Ese es el cálculo que exhibió Larreta en la conferencia de prensa: 150 millones de pesos menos por día hábil. El alcalde argumenta que el recorte es inconstitucional y que la traición política se concretó en pleno pico de coronavirus, cuando la crisis golpea los bolsillos de todos. Este año, además, en sus arcas van a dejar de ingresar 80.000 millones de pesos por la caída de la actividad. Tiene un promedio de mora en ABL y patentes cercano al 50%. La pelea de fondo es por 65 mil millones de pesos para 2021. Representa, por ejemplo, el 88% de los gastos en salud.

¿Habrá una resolución de la Corte antes de la feria judicial? Los estudiosos de los movimientos del máximo Tribunal aseveran que si no la hay será una señal favorable hacia Balcarce 50. Otros opinan que los cinco jueces se agarrarán del período de negociación de 60 días entre CABA y Nación que se acordó en el plenario de comisiones del Senado para demorar una definición. Desde Macri hasta Elisa Carrió, con los que Larreta habló de la cuestión -lo mismo que con los radicales Alfredo Cornejo y Mario Negri- presionaron en los últimos días para que la Corte se expida. El larretismo tiene canales abiertos con los magistrados. La Casa Rosada, lo mismo. El juego de tensiones está en marcha. 

«Esto es Máximo y Cristina», dijo Rodríguez Larreta en la intimidad de su oficina después de ver a Máximo decir que «cada vez que nos gobernó un porteño el país terminó patas para arriba». Alberto Fernández sería tan solo un instrumento para alcanzar los deseos de la familia Kirchner. Se terminó el plazo en el que el alcalde quería convencerse de que existían diferencias entre el primer mandatario y su vice. Un plazo en el que hasta se enfrentó con sus pares de Juntos por el Cambio.

También quedaron atrás los diálogos clandestinos con Máximo y las bromas sobre las compras de Racing y la suerte en la Copa Libertadores, cuando Larreta apostaba a que los buenos modales podrían ayudarlo a detener los intentos de que lo ataquen como hacían con Macri. Ahora él es el nuevo Macri y por eso de ahora en adelante Alberto será Cristina. Quedará al desnudo en la campaña que viene. 

El Gobierno fomenta su pelea con la Ciudad cuando sus propios vínculos internos están dañados y afectan la gobernabilidad. Cristina le puso un candado a la política jubilatoria de su socio, que había sido defendida por los ministros menos de un mes atrás. El brusco giro en la decisión de que el aumento del 5% otorgado en diciembre sea descontado en marzo corrigió una medida que había generado un amplio rechazo social. Alberto y sus principales colaboradores se movieron rápido ante un importante núcleo de periodistas (algunos muy afines y otros demasiado críticos, a los que sin embargo contactaron) para tratar de instalar que era una idea de Presidencia.

Resultaba demasiado fácil chequear que no lo era. Bastaba con llamar al Instituto Patria o consultar a La Cámpora: «Le dimos tiempo a Alberto, le avisamos y lo esperamos, pero como no hacía nada, cambiamos todo nosotros en el Senado», apuntaban cerca de Cristina. Aunque es diputado, Sergio Massa jugó para ese bando. Nueva señal de alerta para Alberto.

La movida implicó otro dolor de cabeza para Martín Guzmán. El cambio en las jubilaciones fue un baldazo de agua helada para él y para las negociaciones que entabla con el FMI. En su ministerio escapan a la confrontación, aunque cada tanto les gustaría plantear que, si buscan ayudarlo, dejen de hacerlo. Entre el retoque a las jubilaciones y el affaire con Felipe Solá por la conversación con Joe Biden lograron lo que parecía imposible: que Guzmán, aunque más no sea de modo efímero, perdiera la compostura.  

Máximo Kirchner apuntó a Horacio Rodríguez Larreta y justificó la poda de recursos.

Máximo Kirchner apuntó a Horacio Rodríguez Larreta y justificó la poda de recursos.

Las disputas con Larreta fueron un eje de distracción entre tantas internas oficialistas. Al menos en ese embate se mostraron todos unidos. La Ciudad sufre. Sus ministros se encuentran revisando dónde y cómo se puede ajustar el presupuesto. El contrato más oneroso es con las empresas de recolección de basura. Este año fue de 300.000 millones de pesos y representó el 6,2% del presupuesto total. En Hacienda, amparados en la Ley de Emergencia Económica sancionada por la Legislatura local en el marco de la pandemia, buscan recortar cerca de un 10% de aquel acuerdo. Analizan que la basura se recoja un día menos por semana y que tampoco pasen los camiones los días feriados.

El inconveniente es que los funcionarios tienen que negociar con Hugo y Pablo Moyano. La primera instancia de diálogo fracasó. Los Moyano no quieren saber nada con el ajuste porque afectaría sus ingresos. Enterado del cortocircuito, Máximo Kirchner tendió puentes con el clan Camionero.

Moyano abre los brazos. Está ávido de que quieran contar con él. Quienes lo frecuentan confían que se encuentra cada vez más preocupado por las causas judiciales que avanzan contra él y su hijo. Lavado de dinero, administración fraudulenta, asociación ilícita y extorsión, entre otras. En su gremio corre la versión de que podrían iniciar una serie de protestas si la Ciudad insiste con acotar los ingresos. Las calles porteñas podrían amanecer de buenas a primeras cubiertas de basura. Moyano se ilusiona con cobrar las horas extras por otra ventanilla.  

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