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Desde Río de Janeiro
Entre el 8 y el 22 de septiembre ocurrió en el estado de Amazonas una guerra entre dos países, el “Rojo” y el “Azul”. Los detalles, sin embargo, recién se conocen ahora. No por coincidencia, el operativo estaba en su auge cuando el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, visitó la región amazónica, el 18 de septiembre.
Se trató de una operación militar sin precedentes en Brasil, que no hubo siquiera en tiempos de la dictadura que duró de 1964 a 1985. Fueron movilizados 3.600 hombres del Ejército. Solo en combustible, horas de vuelo y transporte el juego de guerra consumió un millón 100 mil dólares.
Los militares crearon el siguiente cuadro: un país “Rojo”, en evidente alusión a la vecina Venezuela, trata de invadir el país “Azul”, que expulsará a los invasores. La región elegida para el ejercicio está alejada de la frontera venezolana, en un radio de 300 kilómetros alrededor de Manaos, capital del estado de Amazonas.
Durante el operativo fueron disparados misiles con alcance de 80 kilómetros. Cañones de variados calibres y alcance, ametralladoras, lanza-morteros también fueron ampliamente utilizados, y – al contrario de operaciones anteriores de entrenamiento – esta vez solo el Ejército participó, sin contar con tropas de la Marina y Aeronáutica. En una sola jornada fueron lanzados 20 cohetes para expulsar a los “Rojos” de la ciudad de Manacapuru. Y en otra ciudad, Moura, los “Azules” finalmente pudieron celebrar la victoria final.
El ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, y el comandante-jefe del Ejército, general Eduardo Leal Pujol, visitaron la “región del conflicto” el 14 de septiembre.
El matutino conservador O Globo, al saber del operativo, pidió información al ministerio de Defensa, que se negó a contestar. Fue necesario recurrir a la Ley de Acceso a la Información para obtener datos parciales.
La noticia deja claro que hay movimientos graves entre Brasilia y Washington, teniendo como objetivo hostigar cada vez más a Venezuela. Ahora mismo el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro anunció que va a retirar las credenciales diplomáticas de los representantes del presidente Nicolás Maduro que actúan en Brasil. La secuencia de ataques y provocaciones, reforzadas casi que a diario por el mismo Bolsonaro en pronunciamientos públicos (siempre añadiendo menciones más y más críticas a Argentina, que según él se está “pareciendo cada vez más a una Venezuela”), va en aumento.
El presidente de la Cámara de Diputados, el derechista Rodrigo Maia, denunció la visita de Pompeo como una “afrenta a la altivez de nuestras políticas externas y de defensa”. El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, le contestó reafirmando la política de vasallaje frente a Washington: “Brasil y Estados Unidos están en la vanguardia de la solidaridad al pueblo venezolano”.
Desde que asumió la presidencia, en el primer día de 2019, Bolsonaro no hizo más que fortalecer sus críticas contra el gobierno de Nicolás Maduro. Una de las teclas que más acciona a la hora de hostigar al país vecino es la que se refiere al ingreso, en el estado de Roraima, de levas de venezolanos que salen de su país. (A propósito: en los últimos días, el mismo Bolsonaro insinúa que los estados sureños del país empiezan a recibir argentinos que huyen “del actual gobierno”).
Ha sido a partir del pasado agosto que el tono del hostigamiento aumentó. Bolsonaro dejó clara la intención de cambiar la estrategia de su gobierno con relación a las Fuerzas Armadas frente a la inédita previsión del surgimiento de una “rivalidad entre Estados” en la región, y por eso se hizo necesario aumentar substancialmente el presupuesto destinado a la Defensa, que podrá alcanzar el 2% del PIB.
Bolsonaro dejó claro en proyectos enviados al Congreso que su gobierno prevé “tensiones y conflictos” en áreas vecinas a Brasil. Con cuál base se da tal previsión, nadie sabe.
Con la divulgación del reciente operativo crecieron en Brasil las críticas a la política de sumisión a Washington y Donald Trump, frente al riesgo de que el país sea arrastrado a una aventura militar sin precedentes en Sudamérica. Se trata, dicen analistas, de un juego peligrosísimo.
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