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Apunten contra Horacio Rodríguez Larreta: el último mandato K que anticipa la pelea electoral

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—Te quiero avisar que van por vos y por toda la oposición. Pero especialmente por vos. No es una ocurrencia mía. Lo sé porque me lo contaron. Y la orden directa es de Cristina Kirchner —le dijo Elisa Carrió a Horacio Rodríguez Larreta en una de las dos conversaciones por teléfono que mantuvieron en los últimos siete días.

—Bueno, pero yo no voy a salir a contestar nada respondió el jefe de Gobierno.

—Yo sí. Alguien tiene que contestar. Alguien tiene que defenderte anticipó Carrió.

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En los próximos días, Rodríguez Larreta se volverá a ver la cara con Alberto Fernández. «Amigo»,  lo llamó el primer mandatario en la celebración del 9 de Julio. El alcalde nunca terminó de confiar en aquella mano que le tendían -o abrazo del oso, según se prefiera- de modo inesperado. «No soy amigo de Macri ni de Alberto», explicó días más tarde en radio La Red. Hoy, ambos líderes le generan dolores de cabeza. Macri abrió un nuevo surco en Juntos por el Cambio con su viaje a Europa. Solo los ultramacristas amagaron en Twitter con defender la estadía en París y la Costa Azul. Con su ex jefe, Larreta tiene pactado un nuevo encuentro por Zoom para mañana junto a los principales dirigentes del espacio, que buscan un horizonte en el mapa político post cuarentena. Con Alberto tendrá cita, probablemente el jueves, para definir cómo seguirá el confinamiento después del 16 de agosto. Es esa la reunión que altera sus nervios. La Provincia podría insistir con una cuarentena más dura. Él es propenso a una mayor flexibilización. Lo mismo decía la última vez y cedió para evitar roces.

El próximo domingo se cumplirán 150 días del aislamiento preventivo, social y obligatorio establecido en Argentina. Si hay tensión que no se note: los hospitales están a punto de ingresar en su fase más delicada, la suba de contagios desaira todas las proyecciones que hicieron los diferentes ministerios de salud desde marzo (a tal punto de que ya dejó de hablarse sobre cuándo se producirá el pico) y la profundidad de la crisis económica arroja indicadores tan crueles como que el 63 % de chicos pasará a ser pobre a fin de año, según UNICEF. El cóctel se completa con el incremento de los índices del delito y con el hartazgo social por el encierro, que tiene raíces en la decisión de haberlo convertido en el más extenso del mundo, agudizada desde hace una semana por el decreto presidencial que prohíbe los encuentros sociales.

Eso explica, en parte -solo en parte-, el primer embate fuerte de Alberto contra Rodríguez Larreta. El Presidente dijo que en los hospitales porteños no hay lugar para los afiliados del PAMI y que muchas veces los jubilados tienen que cruzar a la Provincia para atenderse. Hay quienes razonan que Fernández estaba abriendo el paraguas no por lo que pasa sino por lo que viene, tal vez influenciado por el miedo cotidiano que transmiten Axel Kicillof y Cristina Kirchner, que se basa en los informes que les hacen llegar desde el Conurbano los militantes sociales y los intendentes propios.

Se dice Kicillof y Cristina, aunque habría que agregar, y acaso resaltar, el nombre de Máximo Kirchner. No sería la vicepresidenta, como en la mayoría de los temas, la que emana su preocupación de arriba hacia abajo sino al revés. «Máximo es el más inquieto con la situación del coronavirus en la provincia. Está obsesionado», cuentan a su lado. Hay un fantasma latente en el kirchnerismo, del que nadie habla en voz alta, pero que actúa de modo implícito: que el sistema de salud bonaerense colapse y que el de la Ciudad se mantenga indemne. Sería, de todos modos, una foto efímera. Si eso ocurriese, los pacientes cruzarían la General Paz para atenderse. Sin embargo, esa posible imagen genera escozor entre quienes siempre estudian los acontecimientos bajo el prisma político-electoral. 

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El cristinismo acaba de descubrir que el ataque certero para afectar el ánimo de Rodríguez Larreta no pasa por asociarlo con Macri, como especulaban sus principales protagonistas hasta no hace tanto. Es cierto que Cristina tiene algo visceral con el ex presidente y que difícilmente pueda dejar de hablar de él. Esta semana lo acusó de cometer delitos a lo largo de toda su vida. Pero la susceptibilidad de Larreta queda herida cuando se cuestiona su gestión, aunque haya dudas sobre la verosimilitud de las afirmaciones en contra. «El sistema de salud porteño está más saturado que el de provincia», sostuvo Luana Volnovich, la directora del PAMI, dirigente de La Cámpora y confidente de Máximo. Lo mismo había dicho, un día antes, el propio Alberto Fernández. Máximo por ahora se reserva los dardos contra Larreta. Se llevan bien. Hablan cada tanto, aunque los dos elijan mantenerlo en reserva. Racing y el fixture de la Copa Libertadores son temas con los que suelen acortar distancias. 

Aun así, hay vía libre para pegarle al jefe de Gobierno. Nada nuevo bajo el sol, en rigor, si se mira un poco hacia atrás. «En Capital hasta los helechos tienen luz y agua, mientras en el Conurbano chapotean en agua y barro. Hay que distribuir mejor los recursos», había dicho Cristina el 13 de diciembre del año pasado, apenas tres días después del cambio de Gobierno. La vicepresidenta, como se sabe, pocas veces oculta lo que piensa y quiere llevar adelante. De esto se habló días atrás en una reunión de pocos: no falta mucho para que el cristinismo retome la idea -congelada por la irrupción de la peste- de arrebatarle recursos de la coparticipación a la Ciudad.  

Tras la última acusación sobre los afiliados al PAMI, el larretismo reunió cifras y contradijo los dichos de la Nación. Explicó: en la Ciudad viven cerca de 450 mil adultos mayores con PAMI, un tercio posee convenio para atenderse en sanatorios públicos porteños y el resto debe ser derivado. Para los dirigentes más fervorosos de la oposición fue una respuesta tibia. Pero Larreta, aunque lo empujen a hacer lo contrario, se preserva de la confrontación directa. «No voy a polemizar ni me voy a pelear con nadie. No soy así y no corresponde en este momento», les dijo el jueves a Diego Santilli, Cristian Ritondo y Alvaro González, tres peronistas del PRO, que almorzaron con él en Parque Patricios. «Horacio prefiere que lo puteemos nosotros antes de que lo puteen los K», contó uno de ellos al salir del encuentro.

El otro fenómeno que explica los dardos al alcalde radica en las encuestas de imagen. Por primera vez desde la irrupción de la pandemia, Larreta pelea el primer lugar con Fernandez, y en algunas, incluso, se impone. «El Pelado nos está comiendo a nosotros con el jueguito de la moderación. ¿Hasta cuándo le vamos a seguir perdonando la vida?», planteó un dirigente que camina entre el Instituto Patria y la Casa Rosada.

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Parte del análisis es que las recurrentes fotos en Olivos, que al principio le dieron tantos frutos a la imagen presidencial, ayudaron a instalar al dirigente porteño a nivel nacional. Un sondeo hecho en Córdoba, más allá de que se trata de un distrito con perfume antikirchnerista, instaló las alarmas. En el segundo bastión electoral del país, el alcalde supera ampliamente al jefe de Estado. La Ciudad de Buenos Aires es del PRO. Santa Fe la maneja el PJ, pero la oposición siempre tuvo buenos números y Mendoza es gobernada por un radical. Otra vez la provincia de Buenos Aires resultaría clave para el equilibrio de fuerzas rumbo a 2021. Eso están mirando Cristina, Kicillof y Máximo, mientras Alberto y Larreta se acercan y se separan. 

Esta semana, pese a los cruces, hubo una comunicación entre ellos, de celular a celular. «Qué suerte que pudieron arreglar lo de la deuda, felicitaciones», le escribió Rodríguez Larreta. Alberto agradeció el gesto: «Sí, dimos un paso adelante». Los códigos de cortesía vienen de la Edad Media y perduran hasta hoy.

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