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Alberto Fernández – Juan Schiaretti: un vínculo a prueba en el primer test electoral de 2020

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De paso por la Casa Rosada, el cordobés Juan Schiaretti tuvo el último martes una sobreexposición al factor K: almorzó con el ministro del Interior, Eduardo «Wado» De Pedro y charló, en un inesperado mano a mano, con Máximo Kirchner.

Fueron charlas cordiales, también iniciáticas, largas pero «sin profundidad», según recogió Clarín, un ensayo de cómo puede ser la relación política entre la Casa Rosada y Schiaretti, caudillo del PJ y manifiesto anti K.

El cordobés fue uno de los dos gobernadores peronistas -el otro fue Juan Manuel Urtubey- que no se sumó al Frente de Todos (FdT). En la intimidad albertista dicen que en octubre «movió» más la boleta de Mauricio Macri que la de Alberto Fernández.

Juan Schiaretti, Sergio Massa y Carlos Caserio charlan en un hotel de Córdoba.

Juan Schiaretti, Sergio Massa y Carlos Caserio charlan en un hotel de Córdoba.

En el calendario cercano, Córdoba aporta un episodio político: el 29 de marzo hay elecciones de intendente en Río Cuarto, votación que se convertirá en el primer test electoral de la gestión Fernández-Fernández.

Juan Manuel Llamosa, de Unión por Córdoba, el sello electoral de Schiaretti, irá por su reelección. El peronismo alineado con Fernández, que comanda el senador Carlos Caserio, aparece dispuesto a compartir listas al igual que los sectores K que tienen como referente a Gabriela Estevez.

El miércoles, 24 horas después de la visita de Schiaretti, Caserio estuvo en Casa Rosada y se vio con De Pedro. El tema Río Cuarto estuvo en la conversación del ministro con ambos cordobeses y hubo, en principio, señales de concordia.

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«Un acuerdo le conviene a todos: Llamosa reelige, Schiaretti festeja y Alberto también» simplifica el escenario un peronista al tanto de las charlas e interesado en un acuerdo que evite chispazos tempraneros.

Lo que no está claro es si Río Cuarto es una tregua de una disputa futura o el primer paso para un posible entendimiento de largo plazo.

Si Río Cuarto es un ensayo, el otro será la elección de autoridades del PJ cordobés, cuyo presidente fue hasta el año pasado Caserio, que presentó su renuncia por diferencias tácticas con Schiaretti respecto a la elección nacional.

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Pronto, se visibilizará una señal: qué hará Casa Rosada a la hora de designar cargos en delegaciones nacionales del ANSeS, PAMI y demás organismos, que habitualmente se suelen otorgar a los mandatarios de cada provincia.

Schiaretti no es, en la cuenta albertista, un gobernador propio. Le niegan, según las palabras de un íntimo del Presidente, la condición de delegado de los gobernadores del PJ, posición que ocupó durante buena parte de la gestión de Mauricio Macri.

A simple vista, según deslizan en Interior, «con el cordobés habrá una relación institucional pero la pata política del Frente de Todos en Córdoba la comandarán otros actores», entre ellos Caserio.

Traducción: los cargos nacionales serán para referentes del FdT y no para dirigentes propuestos por Schiaretti. Es un primer indicio. «Son cargos nacionales y el gobierno nacional decide quien los ocupa. Schiaretti no le pregunta a Alberto a quien pone en su gabinete» bajan el tono en Rosada. «Pero no serán designaciones de perfil conflictivo», anticipan.

Días atrás, Martín Gill, intendente de Villa María, uno de los que jugó abiertamente por los Fernández, juró como secretario de Obras Públicas y se sumó a Walter Saieg, alcalde de Alta Gracia, que ocupó la secretaría de Transporte. 

En Casa Rosada dicen que esa decisión expresa una realidad: que Schiaretti armó su propio partido, su propio bloque legislativo y se considera autónomo del PJ nacional y del Frente de Todos.

Por eso, De Pedro le planteó que al margen de la relación institucional, salvo que haya un acercamiento explicito del gobernador, Fernández promoverá un espacio propio en la provincia. 

Schiaretti se llevó el compromiso político de bilaterales entre sus ministros y los nacionales en temas puntuales, cuestiones de gestión, algunas muy sensibles y onerosas como el déficit de la caja previsional -le quedó, de la gestión Macri, una deuda de 7 mil millones- y el manejo de la deuda en dólares que ronda los 2 mil millones.

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