MULTIMEDIOS PRISMA 24

IDENTIDAD EN COMUNICACION

Adiós tío Pino – Clarín

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En la madrugada francesa Pino Solanas dejó de luchar, vencido por el COVID y las complicaciones que su estado le trajo. Había estado tres semanas internado y en su último mensaje me decía «el corazón no espera» y elogiaba a los médicos del Hospital Americano de París. Hacerse cargo de la representación en la UNESCO lo había vuelto a llenar de energía. Proyectos y reuniones. Contagio.

Hace unos años produjo su última creación. La llamó El Legado. La cola de su extraordinario reportaje a Perón, filmado en 1971 por el Grupo Cine Liberación, con Octavio Getino, Gerardo Vallejo y otros.

Para millones de argentinos jóvenes que nos habíamos hecho peronistas en esos días ese había sido el verdadero encuentro con el General. Ahí estaba, con su elocuencia afectuosa, su picardía y la vigencia de su conducción estratégica. Tres horas aprovechadas al máximo por un equipo que parecía haber nacido para traernos a un Perón abierto, confiado en sus interlocutores, consciente del valor estratégico del reportaje para los días que se vivían. Pino acababa de prestarle un servicio fenomenal al peronismo.

¿Qué era Pino? Era un intelectual al servicio de las causas del tiempo que vivió. Metido a político para mantener vigencia, sobrevivir al vértigo que parecía dejar una historia atrás. Pero era también una mente potente y lúcida, capaz de discernir cuáles eran las batallas que debían darse. Con una actividad cotidiana que pasaba por leer, informarse, usar su cámara para testimoniar, pelear en una TV que trató de frivolizarlo y enmascarar su profundidad mezclándolo en el barro del show que buscaba, y busca, convencer de todo es igual, nada es mejor.

Pino Solanas, Gerardo Vallejo y Octavio Getino junto a Juan Domingo Perón en Madrid, en 1971.

Pino Solanas, Gerardo Vallejo y Octavio Getino junto a Juan Domingo Perón en Madrid, en 1971.

Y Pino Solanas dio todas esas peleas. Difícil no equivocarse, y varias veces dio pasos en falso. Quienes lo conocíamos bien, sabíamos que Pino era mucho más que eso, que a veces había que esperarlo, que su talento no estaba para permanecer en el Congreso solamente, pelear una interna, competir contra el dinero de rivales. Exponerse.

Su legado es la lucha por la conciencia nacional como requisito para mirar todos los temas argentinos, la defensa de los recursos naturales, el rigor para entender cada problema, su condena a la corrupción, al endeudamiento externo como trampa al pueblo, la formación de las nuevas generaciones, el apoyo incondicional al Papa Francisco.

Y en estos meses, movilizar la UNESCO para mover en favor de esas causas. En eso estaba y debe haberse descuidado un momento. La vida desatenta y la muerte enamorada de Miguel Hernández.

No sé. Se fue.

Adiós tío Pino. Adiós viejo.



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