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IDENTIDAD EN COMUNICACION

17 de Octubre: los gremios, atomizados, movilizan en caravanas de autos y otros en forma virtual

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En un nuevo aniversario del 17 de Octubre, una parte del sindicalismo moviliza en forma presencial -con caravanas de autos y camiones- mientras otra lo hará en forma virtual, con respaldo del presidente Alberto Fernández. A su vez, un tercer sector se anticipó a la fecha con un acto el viernes.

El Sindicato de Camioneros, conducido por Hugo Moyano, junto a otros sindicatos definió junto a otros gremios aliados movilizarse con una caravana de autos al Obelisco.

El acto oficial que contará con el presidente Alberto Fernández será en la CGT con manifestación virtual, a través de la página 75octubres.ar. El co secretario de la Central Trabajadora, Héctor Daer, participó de la organización.

Pero el viernes, el líder gastronómico Luis Barrionuevo y el otro co secretario de la CGT, Carlos Acuña, armaron un acto propio del que participó el ex presidente Eduardo Duhalde y el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno.

«Previo a 1945, el panorama sindical era diverso. Había cuatro centrales sindicales, en algunos casos profundamente enfrentadas entre sí; y que, a pesar de los aumentos en la sindicalización, sólo representaban al 20% de los trabajadores. La expansión del sector fabril desde finales de la década del treinta y el fuerte impacto de las migraciones internas habían complejizado a la clase obrera. Hoy podemos decir que pasaron 75 años y la foto de dispersión sindical se repite. Pero no solo se da en esos extremos temporales, sino que la historia del movimiento obrero, del comunismo al peronismo, fue a los tumbos», asegura en diálogo con Clarín el periodista Pablo Maradei, autor del libro «Evolución Sindical», de Ediciones Cooperativas.

En esa línea, señala : «Los tres actos de este año por el 17 de octubre son una radiografía más de las divisiones internas que aquejan profundamente al movimiento obrero en este milenio; pero con un agravante: uno de los festejos, el de Luis Barrionuevo, tomó lugar un día antes: un cambalache impensado en el pasado por más excusa política que exponga. Una duda: ¿Se habrá inspirado en Nicolás Maduro que adelantó dos meses la Navidad?. En cualquier caso, aquella cohesión obrera y espontánea de hace 75 años hoy ni siquiera es posible por la pandemia que impone la virtualidad».

Sin embargo, al año 2020, cuenta Maradei la CGT todavía no tiene página web oficial. «Hace poco se creó la web www.cgtinternacional.com.ar que informa de cuestiones internacionales de la Central», señala Maradei.

Mientras tantos los movimientos sociales le ganan la pulseada en la calle. «De 2000 para acá, pero acentuado en los años de Cambiemos -más precisamente desde cuando le robaron el atril en el acto de 2017- se impuso que la CGT perdió la calle en manos de los movimientos sociales. Ese poder de convocatoria se fue licuando por múltiples factores; uno de ellos justamente la pérdida del trabajo tradicional en las fábricas: el cara a cara entre los trabajadores se da más en las cooperativas atadas a las organizaciones populares que en los trabajadores formales».

– ¿Cuál es la importancia de esta fecha para los sindicatos?

– Aquella marca en el calendario marcó el inexorable el camino del General a la presidencia, lo que se tradujo, en aquella Argentina industrial, en una explosión de afiliación sindical: según datos históricos de la propia Central obrera, el número de afiliados a sindicatos pasó de aproximadamente 878.000 en 1946 a más de 2.255.000 en 1954. La geografía sindical se expandió a tal punto que tuvo su propio órgano periodístico y a partir de 1951 administró el diario La Prensa, expropiado tras la huelga de canillitas. Se le otorgó a los sindicatos un peso sustancial en la educación técnica y se creó la Universidad Obrera Nacional. Aparte de los numerosos puestos en la gestión pública y en las áreas de gobierno, varios dirigentes cegetistas se desempeñaron como “agregados obreros” en las embajadas desde la década del 50’. Ello sirvió para que la CGT impulsase la formación de una Central Obrera continental, la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos (ATLAS). Muchos de sus dirigentes fueron ministros, diputados, senadores, intendentes, concejales y miembros del Partido Peronista.

Extracto de  «Evolución Sindical»

“El movimiento obrero, del comunismo al peronismo: un colectivo signado por las divisiones”.

Las experiencias de triunviratos no sirvieron en ningún caso para unificar al movimiento obrero, mientras que el unicato pareciera ser una aventura al más allá. El horizonte se avizora aún más complicado en la lógica binaria del manejo de poder que se impuso desde los albores del siglo XXI: “Gordos” versus “Moyanistas”; un camino que solo genera grieta frente a la imposibilidad de ceder para encausar a un dirigente por fuera de estos sectores.

Como hemos visto, la unidad del movimiento obrero organizado en un central sindical fue fundamental para los avances en los derechos de los trabajadores y trabajadoras en la Argentina. Sin embargo, los períodos de unidad fueron en realidad la excepción más que la regla. La misma pareciera haber estado en gran medida por la unidad política alcanzada mediante la identidad peronista, pero su necesidad es sin duda algo que excedió dicha identidad. Los quiebres que hubo en el movimiento sindical argentino fueron, más allá de las coyunturas, determinados por las estrategias de los actores sindicales en relación con el Estado, ya sea como un mediador en las relaciones entre el capital y el trabajo, o como instrumento de represión de las clases dirigente. Estrategias que a su vez se determinaban en función de la voluntad del sindicalismo de transformarse en un actor político que excediera el campo meramente sindical.

Esas estructuras sindicales, que alcanzaron un modelo de acción y organización a mediados del siglo XX, que supieron constituirse en poderosas organizaciones burocráticas con la capacidad de brindar una amplia gama de servicios y prestaciones, entraron en crisis con la gran transformación del modelo de acumulación capitalista. Más allá del período comprendido entre 2003 y 2015, en donde el desarrollo de las políticas distribucioncitas y el retorno de un modelo neo populista dieron la esperanza de un cambio, el modelo neoliberal iniciado durante la dictadura y consolidado durante el menemismo ha transformado sustancialmente la estructura social del país. La clase obrera industrial, que fue el nudo central del entramado sindical que dio fuerza y coherencia a la CGT, es hoy una pequeña fracción de las clases trabajadoras en la Argentina.

Los trabajadores de la Economía Popular, los desocupados, la tercerización casi como método excluyente de contratación y el peso sustancial de las actividades vinculadas al sector de los servicios demanda una evolución -como desafía este libro- hacia nuevas formas de organización sindical que aún ni se han esbozado. La historia da cuenta de que cada vez menos argentinos acceden a trabajos formales; lo que deja blanco sobre negro un engranaje empresario sindical que funciona anacrónicamente. Solo un dato validante: actualmente, de la masa de asalariados en la Argentina sólo el 28% está sindicalizada y eso de por si no significa que ese porcentaje participe activamente de la vida sindical.

Otros rubros inexplorados en el mundo sindical son la economía circular como así también las nuevas Tecnologías: la CGT no cuenta con una secretaría de Medio Ambiente ni de Tecnología con cuadros altamente profesionalizados que exploren los avances mundiales.

La burocratización de las viejas dirigencias en los sindicatos más tradicionales se sustenta en gran medida en la falta de democracia sindical, vista no solo desde el punto de vista de las reelecciones indefinidas, sino también de una verdadera apertura a la participación de facciones opositoras al oficialismo de turno: he aquí otro punto a explorar como parte de la Evolución. Pero también en el poder derivado de la gestión de las obras sociales, que impide la renovación de las dirigencias.

El modelo de representación gremial y especialmente la herramienta de la “personería gremial” han impedido el crecimiento de nuevas experiencias sindicales, acaso otro hito en el haber del sindicalismo.

Y un desafío: sortear la imposibilidad de separar la política de la actividad meramente gremial. El no haber generado mestizajes políticos que se prolonguen en el tiempo contribuyeron, principalmente en la historia cercana, a más rupturas que a una unidad sindical.

El mundo del trabajo está en jaque. No solo por las nuevas reglas, marcadas por la vulnerabilidad impuesta por el modelo del “capitalismo de plataformas” y por las transformaciones estructurales del neoliberalismo, sino también por la superpoblación mundial. La discusión “capitalismo versus comunismo” ha muerto y el mundo ya no es más dual; a lo sumo hay capitalismos travestidos.

Es imperioso, entonces, la modificación de muchos aspectos de las organizaciones gremiales sin perder de vista la experiencia acumulada en noventa años de lucha. Pero debe tenerse presente que el mundo que vislumbró el nacimiento de la CGT en 1930 ya no existe. La permanencia de una gran central de lxs trabajadorxs en la Argentina dependerá en gran medida de la capacidad de cambio y adaptación que los sindicatos tengan. Una mayor participación necesariamente deberá ir consustanciada con una mayor democratización del sindicalismo, en donde las disputas no se traduzcan en rupturas y faccionalismos.

¿Las nuevas generaciones de dirigentes sindicales, y especialmente en su diálogo con las experiencias históricas acumuladas, anidarán las respuestas ante estos desafíos?

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