MULTIMEDIOS PRISMA 24

IDENTIDAD EN COMUNICACION

Tapó bocas – Olé

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Quizás hayan sido estos insoportables seis meses de pandemia los que nos hicieron dudar y creer que River podría perder algo de lo que todos sabemos que le sobra. Esa incertidumbre hasta llevó a algunos a convencerse de “firmar el empate” frente a San Pablo porque era negocio. Luego nos tranquilizamos al escuchar a Gallardo decir hace unos días que iba a Brasil a ganar. Finalmente, nos quedamos con bronca, envenenados, por los dos goles en contra y por no haber traído tres puntos que nos hubiesen dejado con un pie adentro de octavos. 

Dicho todo esto, de algo podemos estar seguros: la personalidad y el fútbol siguen intactos. Nos plantamos en cualquier cancha. Fue una actuación casi perfecta del equipo, dentro de lo que se les puede pedir a 11 tipos que no entraban a una cancha desde aquel 8 a 0 contra Binacional, hace ya mil años. Con este panorama, uno debe ilusionarse y proyectar que con el correr de los partidos las cosas pueden mejorar.

Enzo Pérez disputa la pelota con Hernanes. Foto: Reuter.

Enzo Pérez disputa la pelota con Hernanes. Foto: Reuter.

En el más absoluto silencio que imponen las prácticas en tiempos de cuarentena, Gallardo fue amasando con paciencia una idea que pocos tenían en mente: Julián Alvarez, uno de sus pollos, tirado como delantero más hacia afuera. Y el pibe no le falló. Jugó un partidazo, hizo la asistencia del gol de Borré y metió el 2-1. Acierto total del Muñeco, que generalmente ve lo que otros no ven.

Gallardo le da indicaciones a Julián Alvarez. El pibe de Rio Segundo, Córdoba, cumplió y fue una de las figuras en San Pablo. Foto: Olé.

Gallardo le da indicaciones a Julián Alvarez. El pibe de Rio Segundo, Córdoba, cumplió y fue una de las figuras en San Pablo. Foto: Olé.

Los 14 juegos de diferencia que nos llevaba San Pablo ni se notaron. Tampoco el poco tiempo de entrenamientos presenciales, apenas un mes y una semana. Hubo resto físico, y en esto hay que anotarle un poroto a Pablo Dolce y los otros profes. También se notó la intención de todos de jugar yendo para adelante, aún con errores.

Sobre Borré me permito decir algo: estoy a tres whiskys de ponerlo en el primer escalón de los delanteros más importantes de esta era gloriosa, aviso. Goles, garra, juego, sacrificio por el equipo. De aquel colombianito flacucho y aséptico a esta máquina que es hoy se advierte un océano de diferencia, lo que lo transformó en un insustituible para Gallardo.

Rafael Santos Borré arranca la celebración de su gol, el primero de River que significó el empate 1 a 1. Foto: Reuter

Rafael Santos Borré arranca la celebración de su gol, el primero de River que significó el empate 1 a 1. Foto: Reuter

Poniéndose en exigente podría decirse que faltó alguito de Suárez, de Nacho y de De la Cruz; Angeleri, pobre, venía más o menos derecho hasta la desgracia de su gol (Milton querido, recupérese pronto que a usted también se lo extraña cuando no está) y Martínez Quarta jugó como para que los dirigentes armen una vaquita y no lo dejen ir a ningún lado.

El regreso -no los testeos- fue positivo. Llegaremos al martes que viene ante Binacional con otro talante. Todos, jugadores, cuerpo técnico e hinchas volvimos a ver las cosas con la familiaridad que nos sacó este virus espantoso. Y quedó demostrado que nada cambió dentro de la cancha. Seguimos vivos y en carrera.

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