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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Quino, el que nos pintó la cara

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Allá por 1964, en un mundo lleno de tapabocas, apareció una pequeña de seis años capaz de cuestionarlo todo: la religión, la democracia, la vida “adulta”, el rol de la mujer en la sociedad, el consumismo, las “buenas costumbres”, la represión, la censura, el patriotismo, la frivolidad. Quino en realidad la había creado un año antes, cuando una casa de electrodomésticos le encarga una tira de historietas para una publicidad. Pero ese proyecto comercial queda en la nada y esa niña que será traducida a más de 30 idiomas permanece en un cajón hasta que finalmente aparece, el 29 de septiembre de 1964, en el semanario Primera Plana.

En el Museo del humor, en Buenos Aires, en 2014.

En el Museo del humor, en Buenos Aires, en 2014.

Mafalda vive en San Telmo y detesta la sopa pero ama los Beatles, los panqueques y al Pájaro Loco. Tiene una tortuga llamada “burocracia” y es amiga de Susanita, Manolito, Miguelito y Felipe; un día al observar el bastón tonfa de un policía no duda en llamarlo “palo abollador de ideologías” y todo el tiempo les hace a sus padres las preguntas más incómodas: «Papá, ¿podrías explicarme por qué funciona tan mal la humanidad?».

En Mendoza, de donde era oriundo Quino, la gente le fue a dejar flores a Mafalda.

En Mendoza, de donde era oriundo Quino, la gente le fue a dejar flores a Mafalda.

Su creador, Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino), nace en Mendoza en 1932 y no tiene tiempo de hacerles muchas preguntas a sus padres: mueren cuando él todavía es muy joven. A los 13 años, empieza a estudiar en la escuela de Bellas Artes de Mendoza y tiempo después viaja a Buenos Aires donde deambula por las redacciones y debe compartir una piecita con tres o cuatro tipos. Le gusta la sopa, lee la Biblia “pero para sacar un montón de chistes” y nunca logra comprender lo que la mayoría ama: el fútbol. “Jamás en mi vida lo jugué. No lo entiendo. Sólo dos veces fui a la cancha. No me gusta nada”.

"No me interesa el fútbol como deporte, sino como fenómeno social".

«No me interesa el fútbol como deporte, sino como fenómeno social».

Si bien en varias entrevistas admite que su equipo favorito es el de “los Diablos Rojos de Avellaneda”, dice que el fútbol le interesa no como deporte sino como fenómeno social. Así, lo critica. Y, como su Mafalda, hace preguntas incómodas, simples, profundas: cuestionamientos rompebolas. “A mí lo que me intriga -dice en un reportaje- es la ceguera que crea el fútbol y que no se da en otros deportes. Por ejemplo, siempre me pregunto qué lleva a la hinchada a ser tan violenta”.

Estatua de Mafalda en Chile y Defensa, San Telmo. La gente también se acercó a dejarle flores.

Estatua de Mafalda en Chile y Defensa, San Telmo. La gente también se acercó a dejarle flores.

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De esta manera, en el vasto universo de sus historietas, aparece un tipo que llega a su casa muy enojado porque su equipo perdió y el árbitro los bombeó. Entra a la habitación y encuentra a su mujer en la cama con otro. El tipo se indigna. Estalla. Grita. “¡Vieron lo que pasó! ¿Ustedes vieron lo que pasó? Claro, no vieron nada, tampoco el árbitro vio nada, tampoco el juez de línea vio nada. Nadie vio nada y sin embargo todo el estadio vio que fue penal. ¿No es una vergüenza?”. Y llora dolorido por esa derrota, por ese penal no cobrado. Su mujer también llora: ni en esa situación, su marido es capaz de mirarla, de prestarle atención. “A los argentinos -sostiene- les atrae el fútbol por la misma razón que no les atraen las cosas verdaderamente importantes”.

El miércoles fue su amigo y editor, Daniel Divinsky, uno de los fundadores de Ediciones De la Flor, quien dio la noticia de su muerte en Twitter: «Toda la gente buena en el país y en el mundo lo llorará”, escribió. Quino, ese hombre modesto y tímido que hablaba en voz baja y sostenía que los principales males del mundo son la ambición de poder y el dinero, jamás aceptó las ofertas de los grandes grupos editoriales para llevarse su obra a un sello internacional y ganar más guita: siempre se mantuvo fiel a su amigo editor. Tan fiel como sus lectores, que aprendieron a leer a partir de sus historietas y trascendieron las épocas y las generaciones.

El pensamiento de Quino sobre el fútbol.

El pensamiento de Quino sobre el fútbol.

Algo curioso es que su Mafalda, tan rebelde y contestaria, logró sobrevivir a la censura militar. Quizá los milicos no la entendían. O veían en ella lo que no era: una niña inocente. Esa fue, también, la gran maestría de este genio: sus sutilezas, sus ironías, pudieron más que la peor brutalidad. “Yo dibujo para que el mundo vaya para el lado de los buenos”, solía decir.

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Su editor, Divinsky, ese amigo que lo despidió, sí cayó en manos de los militares. Fue secuestrado en los 70. En Caseros, desnudo, con la cabeza gacha, escuchó que un guardia le decía a otro: “Ahí va el que hace Mafalda”. Enseguida, el guardia se le puso cara a cara. Divinsky contuvo la respiración, muerto de miedo. El tipo le preguntó: “Jefe, después, ¿no me dibujaría una Mafaldita para los pibes?”.

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