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IDENTIDAD EN COMUNICACION

Preocupa a la Iglesia la creciente tensión política en medio de la pandemia

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La Iglesia observa con gran preocupación que al compás de la multiplicación de los contagios de coronavirus en la zona metropolitana y la profundización del deterioro social la tensión política entre el oficialismo y las oposiciones va creciendo. Dicho de otro modo: que la emergencia que vive el país debería aglutinar a las fuerzas políticas -salvaguardando la diversidad- para pensar sobre todo el día después de la pandemia cuando haya que remontar la empinada cuesta.

En ese contexto, en la cúpula eclesiástica se considera que, por lo pronto, no hay que introducir en la escena nacional “cuestiones que dividen”. Lo que se interpreta inequívocamente como un tiro por elevación al anuncio del Gobierno de querer avanzar en la expropiación de la empresa Vicentin, que ocasionó un gran batifondo político, sin perjuicio del deber de la Justicia de establecer si hubo algún tipo de dolo económico por parte de los directivos de la compañía.

Tampoco cayó bien en los medios episcopales que un grupo de intelectuales haya hablando de “infectadura” para descalificar determinados comportamientos del Gobierno durante la pandemia. Porque consideran que no se trata de escalar en la pelea con términos inapropiados que solo terminan echando más leña al fuego, sino que creen que lo que cuenta es la crítica propositiva, más allá que se evalúe la conveniencia de hacer un señalamiento enérgico.

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El presidente del Episcopado -que agrupa al centenar de obispos del país-, monseñor Oscar Ojea, salió al ruego esta semana para manifestar la preocupación de la Iglesia en un videomensaje. «Vamos a vivir la pandemia del hambre y de la desocupación, la pandemia de la lucha por el poder, la pandemia de muchas dificultades para poder llegar a fin de mes. Para afrontar esta situación y cuando nos sentemos en la mesa tenemos que estar todos», señaló.

Tras señalar que “se percibe un desencanto grande en nuestra gente en estos últimos días, cuando intervienen nuestras heridas, nuestras divisiones y grietas», advirtió que nos acechan “tentaciones” que conspiran contra la unidad. “Una es buscar la diversidad sin la unidad porque aparecen los partidismos y los internismos, y otra es buscar la unidad sin la diversidad, entonces caemos en la uniformidad y perdemos libertad», puntualizó.

Ya en el tedeum del 25 de Mayo el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, dijo que en este tiempo de emergencia sanitaria y social “no debe haber espacio para especular con la necesidad del pueblo. Tampoco hay lugar para llevar al terreno de la ideología, posturas partidistas o intereses sectoriales, ya que se trata de decidir sobre la vida de todos los argentinos; se hace necesario preservar la unidad”.

“Las apelaciones de Ojea y Poli son de sentido común en un país donde escasea el sentido común”, dijo a Clarín una fuente eclesiástica. El problema para la Iglesia -añadió- no es que su recomendación no sea escuchada y aparezca como ingenua repitiendo un compendio de buenas intenciones, sino que las peleas políticas tendrán un costo para la ciudadanía, sobre todo para los que menos tienen.

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Mientras tanto, la Iglesia trata de paliar las enormes demandas de comida, particularmente en los barrios populares del AMBA, donde se hacinan largamente más de un millón de personas, imposibilitadas por la cuarentena de hacer changas. Más “las muchas de clase media que cayeron en la pobreza por la falta de ingresos”, como apuntó días pasados el titular de Cáritas, el obispo Carlos Tissera.

En ese contexto, desde que comenzó la cuarentena, Cáritas ya distribuyó más de un millón de bolsones con alimentos no perecederos y artículos de limpieza. Solo en la diócesis de Quilmes -en cuya jurisdicción está Villa Itatí y Villa Azul- se distribuyen diariamente 50 mil viandas. En tanto que la iniciativa interreligiosa Somos Uno, liderada por los jesuitas ya entregó más de 300 mil bolsones.

El obispo de Morón, Jorge Vázquez, destacó recientemente que el trabajo solidario de la Iglesia -junto con otras instituciones y organizaciones sociales- “está impidiendo desbordes sociales”. Valdría la pena que la dirigencia, empezando por el oficialismo, que es el principal atizador de conflictos, tomara nota. A no ser -advirtió la fuente- que le guste bailar sobre el Titanic.

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