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Entre el fuego amigo y un Presidente cansado de que le tomen examen

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Pasó la semana en la que más claro quedó que el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández pueden llevar sus diferencias políticas al límite. Solo el tiempo, el largo plazo, dirá si esa tensión termina en una fractura del Frente de Todos. Éste último escenario es descartado por las fuentes oficiales que representan a la Quinta de Olivos y el Instituto Patria, la sede central de las operaciones K. Pero ninguno de los funcionarios, legisladores, intendentes y gobernadores consultados por Clarín negaron que la relación entre los Fernández pasa hoy por su peor momento. No se hablan.

Los hechos son los hechos. En pocos países del mundo se podrá encontrar un ejemplo más brutal de cómo se explicita una disputa de poder entre una Vicepresidenta y el Presidente como ocurrió aquí. La interna oficial se transformó en incontrastable gracias al microblogging. Twitter.

El 12 julio, Cristina Fernández usó esa red social para criticar a Alberto Fernández. Lo hizo con 226 caracteres y un link a un artículo periodístico. Así: “La conducción política del poder económico”. Zaiat hoy en @Pagina12. El mejor análisis que he leído en mucho tiempo. Sin subjetividades, sin anécdotas. En tiempos de pandemia, de lectura imprescindible para entender y no equivocarse».

La nota elogiada es un análisis donde se valoraba de modo muy negativo el rumbo que tomaba la gestión de la Casa Rosada, hoy simplemente Olivos debido al aislamiento que confinó al titular del Ejecutivo en la residencia oficial. Uno de los mejores amigos de la política nacional que tiene Alberto Fernández le aseguró a este diario que el Presidente sintió que esos 226 caracteres eran un límite que él no quiso dejar pasar. «Un hito», explicó la fuente.

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El pecado presidencial, según su vice: juntar en un acto por el Día de la Independencia a los representantes del empresariado, los bancos, e incluso de los trabajadores. Aunque solo de los agremiados en la CGT. La CTA, de Hugo Yasky, no fue invitada a esa cumbre: otro punto de discordia.

«El Presidente se cansó de rendirle examen a Cristina por cada cosa que hace o que dice», afirma uno de los hombres más influyentes del oficialismo. Después del tuitazo vicepresidencial siguió una carta pública, y dos entrevistas, en las que la titular de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, cuestionó varias de las últimas acciones presidenciales, como si su organismo fuera un vector capaz de reencausar la interna del partido del Gobierno. «¿Quién manda, Fernández?», se animó a cuestionar Bonafini. El Fernández aludido es Alberto, por supuesto. Cristina suele usar de vocera a «Hebe», como la llama ella.

Fernández (Alberto) devolvió con diplomacia el embate. Y también con dureza.

Cuando el conflicto subía, aun quizás con más virulencia y expansión en el secretismo del poder, un ministro, el de Defensa, Agustín Rossi, marcó con otro tuit la diferencia de esta nueva discusión pública: «Desde mi lugar de militante, con respeto, les digo a mis compañeros y compañeras que hoy la tarea más importante es bancar a Alberto. Con corazón y con cabeza. Por historia y por futuro. Simple y contundente».

Simple y contundente.

Más vale enumerar algunos de los hechos de esta trama que, aunque parezcan menores, no son analizados así por sus propios protagonistas, según pudo reconstruir Clarín gracias a fuentes calificadas del Frente de Todos. Algunas de esas señales no fueron tan evidentes para quienes no hacen de la política una profesión, siempre de acuerdo a las consultas a quienes las impulsaron y que solo acceden a hablar con el periodismo si se garantiza el anonimato de las fuentes.

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Alberto Fernández sinceró en una entrevista que se había equivocado al impulsar la expropiación de la cerealera Vicentin. El plan fue una idea de Cristina Fernández y se había transformado en el único rumbo de una agenda de Gobierno monopolizada por la pandemia del Covid-19.

Después de un encuentro virtual entre el Presidente y la oposición parlamentaria, la senadora nacional «cristinista» Anabel Fernández Sagasti (otro apellido Fernández más se suma a esta historia) insistió: «La expropiación de Vicentin es un instrumento respecto del fin último, del objetivo central, que es que la empresa no colapse…», la voz siempre potente de Bonafini parece seguir sonando con eco: «¿Quién manda, Fernández?».

En la misma entrevista en la que se arrepintió de la expropiación de Vicentin, Fernández habló de otros temas, como el proyecto gubernamental para reformar el Poder Judicial. Como al pasar, remarcó que para él era un «tema menor» la discusión sobre el posible aumento del número de integrantes de la Corte Suprema.

Es un tema de absoluta relevancia para Fernández (Cristina), que busca algunas garantías políticas en la instancia en la que se decidirá el final jurídico de las causas en la que es acusada por corrupción. El jurista Raúl Zaffaroni, ex juez del máximo tribunal, explicó ayer en una entrevista radial que la Corte debe tener » quince jueces» y que debe dividirse en «cinco salas especializadas». Zaffaroni asesora a Fernández (Cristina).

Tras la exposición en la que anunció la nueva fase del aislamiento debido al Covid-19, Fernández (Alberto) volvió a despegarse del sector más radicalizado del Frente de Todos. Ante una pregunta de la prensa, dijo que «siempre me acusaron de dialoguista, y me encanta».

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En el poder suman otros gestos que irían en el mismo sentido. Uno de ellos fue que entre los gobernadores que hablaron en la Quinta de Olivos estuvo el mandatario de Jujuy, Gerardo Morales. Es considerado por el «cristinismo» como un dirigente intolerable: lo acusan de ser el autor ideológico del arresto de la dirigente Milagro Sala. Y no solo eso.

En el PJ aliado a Fernández (Alberto) destacan otra frase «rupturista» dicha ese día por su jefe: fue cuando contó que los intendentes de Buenos Aires lo llaman seguido para plantearle los problemas que les genera la pandemia. Al lado suyo estaba el gobernador de esa provincia, Axel Kiciloff. Solo miraba.

Pero Fernández fue más allá y señaló que uno de los jefes comunales con los que conversa seguido es con el de Mar del Plata, Guillermo Montenegro. Es quien venció en las elecciones en ese distrito a una de las referentes de la agrupación K, La Cámpora, la actual titular de la ANSeS, Fernanda Raverta.

Oriunda de ciudad portuaria, las fuentes oficiales cuentan que se sintió molesta ante lo consideró era la falta de resolución de un conflicto laboral por parte del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, íntimo de Fernández (Alberto). En La Cámpora acusaron a Moroni de haber retrasado la la conciliación obligatoria en un conflicto laboral que paralizó la actividad pesquera.

El subsecretario de Pesca es Carlos Liberman, también de La Cámpora. Esa huelga fue resuelta el viernes por la noche tras un encuentro entre las cámaras patronales y los gremios. Un sector de los funcionarios del Ministerio de Trabajo, enrolados en el activismo político de los abogados laboralistas, está enfrentado en ese espacio a laboralista Héctor Recalde. Junto a su hijo, el senador Mariano Recalde, es muy allegado a Fernández (Cristina).

En el «Patria» no le perdonan a Moroni que haya aceptado que grupos empresarios, como Techint, una de las multinacionales más importantes del país, haya sido aceptada como beneficiaria del plan ATP, que liberó fondos estatales para que las compañías pudieran pagar sueldos de sus empleados. Las fuentes coinciden: el funcionario a quien la vice más fustiga, sin embargo, sería el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.

Llamó la atención de oficialistas y opositores, por ejemplo, cuánto tardó la vice tardó en levantarse de su sillón de titular del Senado cuando Cafiero expuso ante la Cámara baja por primera vez. Un instante. Otro dato entre muchos que alimentan una disputa por el puesto que ocupa. 

El jueves pasado, el jefe del bloque K en la Cámara de Diputados, Máximo Kirchner, se reunió con el Presidente en Olivos. Parte de esa charla habría tenido como debate una nota que Kirchner atribuía a Cafiero como fuente. Ese artículo contaba la posición del Gobierno en esta pelea con final abierto. Cafiero elogió este sábado en forma extraordinaria a la ex presidenta. Dijo que si el Gobierno fuera un equipo de fútbol, «Alberto sería el 9 y Cristina la número 10».

En los últimos días, también entró en el debate oficialista el supuesto cambio de la política exterior respecto a Venezuela, después de que el Estado, ante la ONU, se sumó a las críticas por la falta de garantías en los derechos humanos de los venezolanos y se pidió que haya «elecciones libres» en ese país. Fernández (Alberto) explicó después ante el relator deportivo Víctor Hugo Morales que no se había movido de lo que antes pensaba de Caracas. Pero habló Sergio Massa, el presidente de la Cámara de Diputados: «Sin dudas, en Venezuela hay una dictadura».

Es cierto, Massa siguió una coherencia en su discurso sobre la política venezolana.

¿Habló por qué sí?

No. Aseguran fuentes del oficialismo.

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