MULTIMEDIOS PRISMA 24

IDENTIDAD EN COMUNICACION

A 20 años del Boca campeón de América

https://images.ole.com.ar/2020/05/26/vnWN_9KLW_1200x630__1.jpg

Los fixtures de la Copa Libertadores son como novelas policiales. Cada fase de grupo, y sobre todo cada cruce eliminatorio, define encrucijadas que pueden derivar en el cielo o el infierno. El del año 2000 es un caso natural para entregarse a la investigación de los hechos que llevaron a Boca a festejar en el Morumbí ante Palmeiras el 21 de junio. Vaya manera templada de entrar al invierno. Pero el hecho se agiganta si se recuerda que sólo fue el Cabo Cañaveral del lanzamiento hacia la proeza más resonante que un club de fútbol argentino haya alcanzado hasta hoy en toda su historia: derrotar en una final del mundo al Real Madrid, campeón vitalicio de la Champions League.

El festejo de los jugadores en San Pablo (Foto: AFP).

El festejo de los jugadores en San Pablo (Foto: AFP).

Revisando los papeles que nos llevan hasta ese tesoro enterrado en Japón, vemos que hubo un antagonista que pudo habernos arruinado la fiesta. Tuvo la chance, incluso la deseó y la manifestó. El nombre de ese antagonista es River. Su apellido: Plate. Era River Plate el club argentino al que le tocó por orden del destino la obligación de impedir que Boca llegara a su cima. Quedará para un porvenir que quizá nunca llegue. En los hechos de la historia, no pudo. Fue un obstáculo blando. Venía con una sobrecarga de optimismo que se recodará por aquella querida frase del Tolo Gallego, entonces mariscal del garrón riverplatense. Abrió su legendaria boca rosarina y se enterró vivo: “Si ellos ponen a Palermo, yo lo pongo a Francescoli”.

Mirá también

Moraleja: nunca hay que reírse antes de que termine el chiste. Es cierto que River venía con un optimismo hiperinflacionario después de derrotar 5 a 0 Cerro Porteño en el global de octavos, y de derrotarnos 2 a 1 a nosotros en el Monumental. Se les presentó fácil. Un empate y veíamos los rabanitos de abajo. Pero con eso no hacemos nada. Hay que refrendar los deseos con los hechos aunque uno venga degollando.

Oscar Cordoba, figura en la definición por penales (Foto: AP).

Oscar Cordoba, figura en la definición por penales (Foto: AP).

Ya sabemos lo que pasó. Entró Palermo, el 3 a 0 pudo más que el 1 a 2 de la ida, y la nave compacta de Carlos Bianchi (mil disculpas por no haberlo nombrado antes) se encaminó hacia el América de México y el cabezazo terminal de Walter Samuel en el Estadio Azteca, un segundo antes de que nos quedáramos duros. Que este repaso sirva para recordar una de las sobrevidas más espectaculares de nuestra historia.

Ya vamos llegando al día del que hoy se cumplen 20 años, y sería justo intentar definir un perfil de cómo actuaba Boca en aquel momento. Actuaba mediante reacciones épicas cercanas al concepto de resurrección. Como si le gustara la cuerda floja. La onda era revertir situaciones imposibles. Entró en esa variante tres veces. Las dos que ya contamos y la que vamos a contar: la final contra el Palmeiras.

Bianchi celebra su primera Libertadores en Boca.

Bianchi celebra su primera Libertadores en Boca.

El partido de ida en la Bombonera fue tenso, malo, grumoso. Los dos goles del empate, como se recordará, fueron de Arruabarrena, pero tal vez no se tenga tan presente que las asistencias al voleo fueron, respectivamente, de Battaglia y Bermúdez en una noche en la que fue difícil detectar a nuestros delanteros.

Pero aquí comienza la tercera fase de esa resurrección múltiple que fue la Copa Libertadores 2000 para quien iba a ganarla. Las vísperas fueron tan densas como el partido de ida. En el ambiente se respiraba un ligero pesimismo. Había que ir a San Pablo a ganarle a un equipo que nos había empatado en la Bombonera con dos golpes tremendos, como suelen ser los que se reciben bajo el encanto de la ilusión. En Brasil, jugando su juego exitista, la prensa deportiva descorchaba de antemano. Algo que, como reírse antes de que termine el chiste, sabemos el costo que tiene.

Mirá también

El Patrón metió el último penal y levantó la Copa.

El Patrón metió el último penal y levantó la Copa.

Aquí hace su intervención estelar Carlos Bianchi, un goleador templado en las áreas de Argentina y Francia, capaz de llamarse a la calma en la crisis y de liquidar pleitos en su favor con un sentido de la oportunidad que ya quisiéramos tenerlo para vivir. Es sobre él que se descarga la totalidad de la presión de aquellos días; y es él el que la absorbe hasta la última gota y le llena la cabeza a sus jugadores con la idea de que en Brasil le dan por ganado a Palmeiras un partido que todavía no empezó. La Historia Universal del Liderazgo debería honrarlo con monumentos.

Mirá también

Boca va al Morumbí, como quien dice, “intervenido”. Sabe lo que tiene y lo que no tiene que hacer. La atmósfera del partido, especialmente la de las tribunas, no podía ser más adverso. Sin embargo, Boca hace pie y Palermo hace su gol, legítimo pero invalidado. Algo se frunce y no es la ropa en el banco donde Scolari ​no pude estar un segundo sentado. Y la suerte nos acompañó cuando Asprilla y Alex erran sus chances. Una suerte que había que estudiar en las universidades como algo que no es suerte pura. Porque aun cuando Palmeiras malograra sus oportunidades, Boca siempre alcanzaba a hacer algo. Siempre alguien propio salía en la foto del esfuerzo.

Mirá también

Un joven Riquelme abrazado por un experimentado Basualdo (AFP).

Un joven Riquelme abrazado por un experimentado Basualdo (AFP).

La calma de los penales no se puede creer. Córdoba atajó dos, y Guillermo, Román, Palermo y Bermúdez ​pegaron cada cual su martillazo sobre los dedos del Palmeiras, para afirmar un hábito del que pocos clubes de América se pueden jactar: ganarles finales a los pentacampeones del mundo.

[ad_2]

Source link

Desarrollo Web Efemosse
/ España: efemossesistemas.com
WhatsApp chat